Ficciones ambiguas para tiempos violentos: por qué no sabemos a quién votaría el Guasón
Edición Impresa | 29 de Octubre de 2019 | 03:39

Pedro Garay
El Guasón se dio una vuelta el domingo por Gerli: un muchacho fue a votar ataviado según la última versión del villano de Batman, interpretada por Joaquin Phoenix, y tras emitir su voto incluso se animó a hacer el ya icónico y espeluznante “bailecito” que el personaje realiza en la película de Todd Phillips. Fue, claro, viral.
Y entre retuit y retuit, no faltó quien se preguntara: ¿a quién habrá votado el Guasón? El personaje es en las historietas bastante mutante, con su historia de origen y motivaciones para el crimen modificándose de edición en edición.
Pero parece haber un consenso de que el personaje es anarquista y a menudo quiere sembrar el caos para terminar con el orden. Así era el Guasón de Christopher Nolan, abiertamente; este de Joaquin Phoenix no es tan explícito y panfletario, pero sí deja en claro que no cree en nada.
Por lo tanto, probablemente el Guasón nunca iría a votar, desestimando la institución democrática por completo. Lo curioso del asunto es que en el debate tuitero se planteó que el personaje de Gerli, que sí fue a las urnas y que emulaba al Guasón de Phoenix, podría haber votado tanto a la izquierda como a la derecha.
Es que esa es justamente la ambigüedad que plantea el realizador de la película, y que tanto incomodó a las audiencias. ¿Estamos ante una película que celebra el levantamiento de los mansos, y por lo tanto glorifica el uso de la violencia y llama a asesinar ricos en este mundo opresivo, dispar, donde mantienen mansos a los mansos (y consumiendo) a puro ansiolítico? ¿O es una advertencia, un estudio del origen de la masa votante y fanática de Donald Trump, de sus discursos monstruosos y villanescos pero enfrentados con un status quo que los oprimía, un llamado de atención sobre las razones detrás del nuevo auge de las ultraderechas, los nacionalismos y la violencia motivada por el odio?
El ascenso de Trump al poder obsesiona a la industria cinematográfica, que desde dramas como “Blackkklansman” a películas de ciencia ficción como “El último Jedi” han retratado la brecha económica y racial que ha dado lugar a este nuevo fenómeno político. El cine de terror también ha tejido varias alegorías de la era Trump, desde “Nosotros” a la “Twin Peaks” de la comunidad negra, “Atlanta”. Las más memorables entradas de esta tendencia generan la misma sensación de incomodidad e incertidumbre ante el mundo que se impone.
Dentro de esa tendencia aparece “Watchmen”, la nueva apuesta de HBO por la fantasía que toma la mítica novela gráfica de Alan Moore y construye una secuela para los tiempos que corren. La historia original tenía como trasfondo la Guerra Fría (aunque distorsionada, donde EE UU, gracias a su fuerza de superhéroes, gana la Guerra de Vietnam) y derrumbaba esos símbolos de orden y progreso que son los héroes, una deconstrucción del poder vertical que horadaba el rol de los políticos en la sociedad.
“¿Quién vigila a los vigilantes?”, se preguntaba la historieta encabezada por Rorschach, un personaje que bien podría haber inspirado al Guasón: incómodo ante el sexo femenino (mucho se dijo que el Guasón de Phoenix es un incel, un célibe involuntario), dueño de un sentido de justicia inflexible y valores de derecha, es sugerido en el cómic que este justiciero que trabaja al costado de las estructuras de poder, y a menudo en su contra, tiene problemas de salud mental. Su “máscara” (blanca y negra, como su concepción del mundo) es su persona real, dice.
Rorschach no está en la serie de HBO, pero su símbolo, su máscara, ha sido apropiado por un grupo de nacionalistas blancos descendientes del Klan. ¿Hubiera Rorschach, en definitiva un justiciero, estado de acuerdo con sus sucesores? ¿Hubiera el Guasón votado a la izquierda o la derecha? A veces parece que el espejo de la cultura pop, tan desorientado como el mundo que refleja, señala que expresiones en teoría opuestas son más similares, y funcionales, de lo que parecen.
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