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Arroyos y bañados son víctimas pasivas de una contaminación que va en aumento, alertaron desde el Instituto de Limnología local. Hay peces y otros seres vivos que mueren en el lapso de un mes por contacto con pesticidas
Los humedales de la Región están en riesgo. El Instituto de Limnología de La Plata (ILPLA) los viene estudiando desde hace años y advirtiendo sobre el peligro de su “extinción” a causa del uso de pesticidas, el avance de las urbanizaciones y la falta de políticas públicas para preservarlos. Ahora, los científicos replicaron las condiciones de siembra, fumigación (con los productos más usados por los productores) y lluvias en una estación experimental y concluyeron que anfípodos y peces mueren en un mes.
El estudio alerta sobre la contaminación de los arroyos con agroquímicos provenientes del cinturón hortícola local, y su efecto sobre los humedales.
En una nota con este diario, investigadores del ILPLA explicaron en su momento que “los bañados de desborde de ríos y arroyos son terrenos bajos e inundables asociados al curso de agua principal, capaces de acumular y retener agua durante eventos de excesos hídricos (inundaciones). Constituyen uno de los distintos tipos de humedales, junto con los pantanos, ciénagas, marismas y otros ecosistemas, que ofrecen invalorables beneficios a las sociedades. Realizan una contribución fundamental a la salud y el bienestar humano”, explicaron en el instituto del Conicet-UNLP cuando, tiempo atrás, presentaron los resultados de un trabajo que demostró que el bañado de la cuenca alta del arroyo del Gato, en Abasto, está al límite a causa de la creciente y cercana presencia de invernáculos.
Desde el centro de investigación describieron que “a lo largo del tiempo, los habitantes de las zonas periurbanas de nuestra región fueron modificando el uso del suelo. En un comienzo prevaleció una ganadería extensiva sobre pasturas naturales. Después se pasó a la agricultura. Y en las últimas décadas, la horticultura se impuso sobre el resto de las actividades”.
“La proliferación de los invernaderos para el desarrollo de cultivos en épocas donde resultaría imposible su producción, trajo consigo un aumento en el uso de insecticidas, fungicidas y herbicidas”, añadieron los especialistas del instituto que trabaja en la órbita de la Facultad de Ciencias Naturales. Y puntualizaron que “los productores necesitan añadir estos agroquímicos al cultivo para aumentar el rendimiento de sus cosechas y hacerlas más rentables. (Pero) los productos químicos que se aplican en los campos terminan llegando, indefectiblemente, a los cuerpos de agua, como arroyos, ríos y lagunas”.
Uno de los tantos beneficios de los humedales -que se encuentran en riesgo- es que operan como barrera a los elementos que pueden afectar la flora y la fauna “aguas abajo”, es decir, a medida que los cursos de agua se acercan a la Ciudad.
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“Representan zonas de atenuación que contribuyen a disminuir el impacto sobre la fauna. Es decir, los agroquímicos pueden precipitar a los sedimentos o ser incorporados por la vegetación, disminuyendo la toxicidad en las cuencas bajas y contribuyendo a mantener la fauna sensible a los agrotóxicos que predomina en los arroyos”, indicaron.
Ahora bien, con los arroyos contaminados y los humedales cada vez más expuestos a los productos tóxicos, la naturaleza se va quedando sin defensas.
El equipo de investigación del ILPLA, como se dijo, viene evaluando el impacto ambiental provocado por la horticultura sobre los humedales de la Ciudad.
Los investigadores llevaron a cabo un interesante trabajo en la estación experimental que posee la Facultad de Agronomía en Los Hornos. Allí sembraron soja de la misma manera en que lo hace un productor agropecuario. Luego aplicaron los insecticidas más utilizados (cipermetrina, endosulfan y clorpirifos). Y finalmente simularon lluvias mediante un circuito de riego por aspersión.
“Se comprobó que al principio de una lluvia el agua se infiltra en el suelo, pero con el paso del tiempo comienza a escurrir superficialmente incorporándose a los arroyos y lagunas adyacentes. Para comprobar los niveles de toxicidad del agua, se recurrió a dos pequeños aliados: el anfípodo Hyalella curvispina, y el pez conocido como “madrecita de agua”. Durante los estudios, los ejemplares de ambas especies fueron puestos en contacto con las aguas derramadas por las lluvias. Los resultados han sido contundentes, ya que la exposición al agua provocó la muerte de los organismos, aproximadamente un mes después”, detallaron los científicos.
Los expertos analizan la concentración de nutrientes, plaguicidas y el ensamble de invertebrados en los arroyos (del cinturón hortícola platense) San Juan, Martín, El Gato y Sauce. Los datos recogidos son comparados con los de otros cuatro arroyos tomados como referencia: dos de la reserva de la biosfera Parque Costero del Sur y otros dos en la zona de Magdalena, donde el uso del suelo dominante es la ganadería extensiva sobre pasturas naturales.
“La presencia de plaguicidas generalmente no se detecta en los cursos de agua pertenecientes a la Reserva ni en los arroyos de las cuencas ganaderas de Magdalena. Sí se lo detecta, y en concentraciones comparativamente mucho más elevadas, en los sedimentos de los arroyos adyacentes a cultivos”, apuntaron.
En ese marco, se especificó que las concentraciones de agroquímicos fueron de 148-199 nanogramos por gramo de sedimento seco en dos muestreos sucesivos en el arroyo del Gato, y de 51 nanogramos por gramo del insecticida cipermetrina en el arroyo del Sauce. Además, la estructura y la composición de los ensambles de invertebrados de los arroyos hortícolas fueron diferentes a la de los arroyos de referencia.
Con humedales a merced de productos tóxicos, arroyos y fauna se quedan sin defensas
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En el Instituto de Limnología de La Plata hace años que trabajan analizando el agua de los arroyos de la Región
En el laboratorio y en el campo los investigadores platenses analizan muestras de agua periódicamente
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