José Omar Villarreal
Edición Impresa | 10 de Octubre de 2020 | 03:36

Tanguero de alma, milonguero empedernido, como lo caracterizaron sus allegados, murió José Omar “Pocho” Villarreal, cuya figura fue reconocida en distintos ambientes locales, como el del “dos por cuatro”; el de los dedicados a la odontología, pues se volcó, entre una variedad infinita de actividades, a la mecánica dental; y el deportivo. Tenía 82 años.
Había nacido en esta ciudad el 8 de septiembre de 1938. Hijo de Fermín Claudio Villarreal y Amanda Estela Aguirre fue alumno del Colegio San José cuando el establecimiento sólo admitía varones y tenía su sede en las calles 5 y 64.
En rigor, “Pocho” ejerció diversas tareas a lo largo de su vida. Ingresó, muy joven, al ministerio de Economía, donde se desempeñó, concretamente, como trabajador gráfico. Con el cargo en la cartera de hacienda provincial se jubiló. Pero también durante algún tiempo fue empleado en el Hipódromo de La Plata.
Asimismo, cuando ya hacía tiempo que se ganaba la vida como agente de la administración pública inició en la facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires -UBA- la carrera de mecánico dental. Se recibió en 1974.
Dentro de sus pasiones deportivas fue un hincha de Estudiantes. Eso como espectador de fútbol, pero vivió también su experiencia en la práctica del atletismo y llegó a ser campeón provincial de lanzamiento de bala, recibiendo la felicitación expresa del entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón.
También fue delegado de la Asociación de Basquet de Azul en La Plata.
Sin embargo, su don más destacado lo demostró con el tango, pues fue un eximio bailarín que supo transmitirle a sus alumnos y alumnas del centro cultural Daniel Favero -entidad por la que sentía un singular apego- el entusiasmo y la destreza que desplegaba al moverse al típico compás rioplatense.
Su composición preferida dentro del tango era “Tigre viejo” y en particular si era interpretado por la Orquesta de Osvaldo Fresedo.
Se casó con Mabel Laskowsky, con quien conformó un sólido hogar. Tuvo dos hijos, Daniel y Roxana, ambos odontólogos; y disfrutó del vínculo que lo unía a sus tres nietos: Federico, Francisco y Justyna.
Muy involucrado con la vida institucional de la Unión Polaca en Berisso, desde ese espacio se subrayó, tras su fallecimiento, su impronta de “hombre de bien” y su compromiso incondicional con la colectividad.
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