Ana María Saborido

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Apasionada de la medicina y de reconocida trayectoria como dermatóloga, Ana María Saborido fue por sobre todas las cosas una mujer empática y comprometida con el otro, cualidades que hacen que su partida sea una irreparable pérdida entre quienes la conocieron.

Había nacido el 17 de agosto de 1951, en La Plata. Sus padres fueron Herminda Carou y Tantín Saborido y creció junto a sus hermanos Cristina –que fue su gemela y también médica dermatóloga- , Yayi, Mónica y Josi.

Completó sus estudios en el Colegio Normal N°3 e ingresó a la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata. Luego se especializó como médica dermatóloga y dio sus primeros pasos profesionales en el Hospital Policlínico San Martín, donde completó su residencia.

Tiempo después ingresó al servicio de Dermatología del Hospital Rossi y fue jefa de esa área por el lapso de 10 años, hasta que se jubiló.

En el plano institucional fue miembro de la Sociedad de Dermatología de La Plata y su presidenta en el período 1996-1998.

A pesar de que estaba jubilada mantuvo la atención en dos consultorios locales. Solo la pandemia logró ponerle una pausa, pero no a su profunda vocación, esa que la impulsó a tomar de manera online cursos de capacitación o atender consultas de manera remota.

Es que alguno de sus rasgos distintivos fueron sus ansias de mantenerse actualizada y su incansable predisposición para estar atenta a las requisitorias de sus pacientes.

Consciente de las innovaciones tecnológicas y científicas de la Dermatología, se ocupó de estudiar y de asistir a cursos que la capacitaran en el uso de equipos y la aplicación de técnicas específicas para el tratamiento de la piel.

En el tiempo libre le gustaba estudiar inglés, disfrutar de su casa y de sus animales, organizar salidas con sus nietos, cenas o investigar itinerarios para esos viajes que cada año hacía con amigas.

Fruto de su matrimonio con Ricardo Marcelo Carbia nacieron sus hijos Magdalena, Lautaro y Valentín. También tuvo la felicidad de ser abuela de Bautista, Emilio y Juana, por quienes se desvivía.

Dulce, apacible, cálida, siempre encontró las palabras adecuadas para quienes transitaran momentos dolorosos, necesitaran un consejo o simplemente sentirse contenidos. Por esas y otras virtudes Ana María Saborido será, sin dudas, evocada en los diferentes ámbitos que transitó.

 

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