Científicos versus presidentes en la lucha contra el Covid

La gestión de la pandemia del coronavirus en el mundo puso de manifiesto las divergencias entre la visión política y la científica, con la disyuntiva de la respuesta sanitaria y la necesidad económica

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La gestión de la pandemia del coronavirus puso de manifiesto las divergencias entre la visión política y la científica a la hora de enfrentar la crisis por parte de los Gobiernos, que tuvieron que optar entre priorizar la respuesta sanitaria o la económica, siempre a expensas de un alto costo político.

Uno de los casos más emblemáticos es el del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien desde el inicio del brote se sirvió de él en clave electoral para maximizar sus posibilidades de permanencia en la Casa Blanca en los comicios de noviembre pasado.

Tras subestimar el impacto y los efectos de la Covid-19, la gravedad de la situación forzó al mandatario a crear un equipo especial para gestionar la crisis y a liderar conferencias de prensa diarias al respecto.

Pero el desplome de los buenos indicadores económicos -con los que contaba para su campaña- causados por las restricciones impuestas para frenar el virus, llevó a Trump a instar a los gobernadores a reactivar cuanto antes sus economías, pese a las recomendaciones de los expertos médicos del país, entre ellos Anthony Fauci, principal epidemiólogo del Gobierno.

Desde ese momento y en paralelo con el inicio formal de la campaña presidencial, Trump se distanció cada vez más de los científicos del Estado federal, los contradijo públicamente, se negó a usar tapaboca y siguió presionando para que los gobernadores reabrieran sus economías y, especialmente, las escuelas.

Pronto, el cumplimiento de las medidas de prevención básicas se convirtió en un símbolo partidario en las campañas, aún luego de que el propio presidente, parte de su familia y su entorno político se contagiaran.

La tensión entre el presidente y su equipo de expertos derivó en una gestión errática de la pandemia, que ha hecho del país el más afectado por el coronavirus a nivel mundial en términos absolutos.

Estados Unidos es la única nación desarrollada que lleva 11 meses sin poder controlar su primera ola del brote, atravesó ya tres picos nacionales de contagios, tiene récord mundial de casos y muertos, y esta semana marcó un nuevo hito local: más de 254.800 infecciones en solo un día.

Otro de los mandatarios que minimizó los eventuales alcances de la pandemia y resistió los bloqueos impulsados por los Gobiernos locales fue el de Brasil, Jair Bolsonaro, quien calificó a la enfermedad de “gripecita”.

En plena expansión del brote, el rechazo del presidente a la implementación de medidas para luchar contra la Covid-19 derivo en la renuncia de su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta.

Apenas 28 días más tarde, su sucesor, Nelson Teich, dimitió también, en medio de la presiones de Bolsonaro para que habilite la prescripción del remedio cloroquina, indicado para lupus y malaria, a los enfermos de coronavirus, pese a que su eficacia no esté probada científicamente.

Brasil se convirtió así en el único país que, ante el colapso del sistema sanitario, perdió dos ministros de Salud -ambos médicos- que no se rindieron a soluciones por fuera de las recomendaciones científicas. También en el Reino Unido, el primer ministro, Boris Johnson, optó en un primer momento por una estrategia laxa que buscaba un contagio masivo pero controlado.

 

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