Dolores Bolzán
Edición Impresa | 28 de Mayo de 2020 | 02:51

Estaba a punto de cumplir 95 años, los que dedicó tanto a sus seres queridos y amistades como a la realización personal y, quizás producto del logro de esa síntesis, es que siempre se mostrara satisfecha y entregada felizmente a lo suyo. La muerte de Dolores - “Lola”- Bolzán de Colombo enlutó a distintos círculos sociales y comerciales de la Ciudad que conocieron su bondad, calidez y trato amable.
Había nacido en Colle Urberto, Treviso, Italia, el 22 de mayo de 1925. A los 12 años emigró. Viajó junto a su madre, Herminia, y sus hermanas, Elsa y Elidia, a la Argentina, y se reencontró con su padre, Angel, que hacía diez años que se había instalado en la ciudad de Buenos Aires. Allí la familia Bolzán creció con la llegada de dos hijos: María y Mario.
Era todavía una adolescente y ya cosía para una reconocida tienda capitalina y por ese trabajo y la fuerza del destino conoció a “Pancho” (Francisco Marcos Colombo), el simpático, carismático y galante empleado de una sedería, que al verla por primera vez quedó deslumbrado frente a la belleza de esa joven italiana.
Pronto comenzaron a noviar y el 7 de abril de 1945 se casaron. En el hogar que formaron en la ciudad de Buenos Aires nacieron sus dos hijos, Aldo y Roque, pero una posibilidad laboral muy prometedora, que les ofrecía ser encargados de una mercería, los llevó a mudarse a La Plata. Tal fue el esfuerzo y el empeño que puso ahí el matrimonio que al poco tiempo el negocio fue de su propiedad.
En esta ciudad nació la hija del matrimonio, Malena, y los Colombo se radicaron aquí definitivamente.
Sus hijos fueron al Colegio San José y su hija a María Auxiliadora. “Lola”, tan atenta a las necesidades de su entorno, supo colaborar con la unión de padres y participar en los eventos escolares.
Siempre se caracterizó por sus particulares rasgos de personalidad: era dulce, simpática, y muy dispuesta en la atención de las clientas tras el mostrador de “Venecia”. Quienes hayan visitado el comercio de la calle 12 en aquellos años (las décadas del 60 al 90) tendrán el recuerdo de la mujer de rostro sereno y permanente sonrisa que se esmeraba por dar lo mejor a quien entraba al local.
Dueña de una gran generosidad fue, en definitiva, una entrañable hija, hermana, amiga, esposa, madre, abuela de ocho nietos (Belén, Juan, Roque, María, Sebastián, María de la Paz, Ezequiel y Nicolás) y bisabuela de cuatro niñas (Abril, Guadalupe, Catalina y Sofía).
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