Más control y prudencia frente a los riesgos de las playas del Río y de la Costa

El inicio de la temporada veraniega y el consecuente arribo de millones de turistas a las costas del mar y del Río de la Plata, así como a muchos otros espejos de agua existentes en la Provincia, obliga a las distintas autoridades responsables a intensificar las campañas de prevención y de control necesarias para poner en alerta a los visitantes, muchos de los cuales desconocen –otros, en cambio, parecen subestimar- los peligros que implica internarse más de lo debido en ellas.

La exhortación también alcanza a los turistas, que deberían adoptar actitudes prudentes, respetando los límites marcados en cada balneario y las indicaciones de los guardavidas. En el caso de nuestra región debe volver a advertirse que existen más de medio centenar de cavas que actúan también –fuera del sistema-, como lugares de supuesta recreación y que, por cierto, en la mayoría de los casos, no disponen de recursos humanos ni materiales para contar con una mínima custodia.

Sea en las playas atlánticas, por haber nadado los turistas más allá de las rompientes o, en el caso del Río y de otros cauces en la Provincia, por desconocer las peligrosas alternativas que suelen ofrecer sus aguas, debieran existir estructuras y sistemas de salvataje probadamente eficaces, acompañados por campañas de concientización general sobre los muchos riesgos existentes.

Cabe recordar –confiándose en que eso mismo no vuelva a suceder ahora- que en los mismos comienzos de las temporadas veraniegas anteriores se registraron experiencias serias, con casos de personas ahogadas o rescatadas heroicamente por los bañeros, pues se habían internado más allá de lo aconsejable. También, lamentablemente, han debido montarse desesperadas y, en algunos casos infructuosas, búsquedas de nadadores y pescadores que desafiaron, excesivamente confiados, al mar o a los otros cursos de agua.

Bien se conoce en las playas que estos episodios suelen ser demostrativos de la escasa prudencia con que actúan muchas personas. El hecho de que además transcurran días de vacaciones colabora para que algunas de ellas, equivocadamente, adopten menos recaudos en lo que se refiere a su seguridad.

En el caso del Río de la Plata, la mayoría de los visitantes desconoce los peligros propios de nuestras riberas y, en consecuencia, se encuentran más expuestos a sufrir accidentes. Se sabe que, aún los que conocen el tema, inclusive gente del lugar -pescadores, bañistas, aficionados a la navegación- suelen ser víctimas de su propia confianza, de la imprudencia o de algunas características peculiares de la zona ribereña.

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No es una tarea excesiva la que le corresponde realizar a los organismos de los distintos municipios que cuentan con espejos de agua: deben tan sólo informar a la población sobre los riesgos, hacer cumplir las normas y dejarle en claro a la población que el mar, los ríos, lagunas o lagos, no disculpan al imprudente. De todos modos, debería quedar siempre en claro que los riesgos de las playas son mucho menores que la temeridad que exhiben algunos turistas.