De las veredas no se ocupan los vecinos, ni la Comuna, ni las empresas de servicios
Edición Impresa | 24 de Febrero de 2023 | 04:12

Muchos vecinos de La Plata se muestran como ajenos y desentendidos del pésimo estado que muestran las veredas al frente de sus domicilios, sin hacerse cargo de la responsabilidad directa que les incumbe ya que una pretérita ordenanza vigente en el tema determina que la obligación de mantenerlas en perfectas condiciones les corresponde a cada uno de ellos. Esto no significa, en modo alguno, desligar a la Municipalidad de la tarea que le concierne a ella y que es la de obligar a los frentistas a cumplir con ese mandato. Tampoco a las empresas de servicios públicos (Agua, luz, gas, teléfonos) que suelen romper veredas para realizar obras y luego se toman su tiempo para repararlas, aunque a veces lo hacen medias o dejan directamente los destrozos.
No es preciso señalar que ninguno –vecinos, Comuna y empresas- se preocupan por acatar lo que dice la norma, de modo que el resultado está a la vista: miles de peatones obligados a caminar cotidianamente por veredas rotas, con faltantes de baldosas o llenas de ondulaciones, con superficies envejecidas, lastimadas por sucesiones de obras realizadas que las dejan inconclusas y, muchas de ellas, además sin ser barridas o lavadas jamás.
El problema del mal estado de las veredas de La Plata es antiguo y conocido, está a la vista de todos, desmerece la calidad de vida de la población y marca, además, el muy bajo nivel urbanístico de una ciudad que fue ejemplar y de vanguardia, a la hora de exhibir la bondad de sus espacios públicos, sea en lo que se refiere a su mejor funcionalidad como a su limpieza.
Hay también veredas que corresponden al frente de edificios gubernamentales, que muestran graves deficiencias como, por ejemplo, algunas de las perimetrales al ministerio de Seguridad, exsede del antiguo Departamento de Policía. Para transitar por la de 3 entre 51 y 53 hay que disponer de mucha destreza física.
En la historia de este tema se conocen anécdotas significativas, como la de un centro médico cuyos pacientes denunciaron, hace dos años, que se veían imposibilitados de asistir a sus consultorios debido al peligroso deterioro en el que se encontraban las veredas cercanas. Se trataba de pacientes con movilidad reducida, que no podían en modo alguno sortear los obstáculos que había dejado una obra realizada por una empresa de servicios públicos.
El resultado global de todas estas actitudes –a las que se suman, claro está, las de los empresarios de obras o de comerciantes que las invaden con mercaderías en forma ilegítima- es que buena parte de las veredas de la Ciudad aparecen rotas, sucias, ocupadas o abandonadas. Caminar por ellas impone exigencias y desafíos que muchas personas no pueden enfrentar, en especial cuando tienen una edad avanzada o sufren de alguna desigualdad física.
Se ha dicho también, en reiteradas ocasiones, que si se impulsara un plan integral de reparación de veredas, el efecto multiplicador propio de toda obra –en este caso, de muchísimos emprendimientos similares- se reflejaría en beneficios para la actividad económica general.
Por otra parte, la Comuna cuenta con la posibilidad de ofrecerle ventajas a los frentistas, en lo concerniente a sistemas de financiación que pueden acordarse en cada caso.
En lugar de desentenderse, las autoridades municipales debieran trabajar en el impulso a esa u otras fórmulas que estimulen la reparación de sus veredas por parte de los propietarios de las viviendas, sin perjuicio de sancionar a las empresas de servicios que no concluyen, como les corresponde, con los trabajos de reparación hasta dejar las veredas en perfecto estado.
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