La quema de muñecos, una tradición que la Ciudad debe controlar

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Una vez más debe apelarse a la prudencia de la población ante la vecindad del 1º de enero próximo, en cuya primera hora -con la tradicional quema de los muñecos de Fin de Año- nuestra ciudad reitera desde hace tiempo una costumbre que forma parte de los más acendrados ritos platenses.

Ello obliga una vez más a confiar en que se fortalezcan las acciones preventivas que deben darse, frente a un desaprensivo manejo de los fuegos artificiales.

Tal como se informó en este diario, en diferentes barrios y calles ya toma color la tradición y se puede ver el avance del trabajo realizado por los vecinos en los distintos momos, que la madrugada del inicio de 2024 arderán en la clásica ceremonia local.

Se trata ciertamente de un arte popular que con sólo maderas, alambres y papeles construye esculturas artísticas, representativas de ídolos deportivos o artísticos, así como de figuras de la historia, en algunos casos ejecutadas mediante verdaderos conjuntos escultóricos, todos ellos pintados también con mucha destreza.

Afortunadamente, a través de los años la Comuna hizo cumplir requisitos destinados a evitar consecuencias no queridas. El más trascendente de todos fue el que determinó que no se podrán colocar en el interior de las estructuras elementos pirotécnicos y/o explosivos, con el fin de brindar garantías de seguridad a los asistentes y no generar malestar ni daños auditivos a las personas y a los animales.

También se ha recomendado siempre la instalación de los momos sobre ramblas de avenidas y al mismo tiempo se recordó que no podrán ubicarse debajo del cableado o arbolado público, ni a menos de 250 metros de cualquier boca de expendio de combustible líquido o gaseoso y/o en calles muy transitadas por el transporte público. Además, los responsables de la instalación deberán ocuparse de la posterior limpieza del lugar donde fue emplazado.

En las últimas jornadas esta columna se ocupó de alertar sobre el uso indiscriminado de fuegos artificiales, de modo que no se conviertan en un verdadero peligro social. Tal como, lamentablemente, viene ocurriendo en los estadios de fútbol en donde la profusión de bengalas y petardos constituye un verdadero riesgo para el público.

La quema de muñecos, en cambio, sometida a estrictos controles, se ha convertido en una tradición popular fidedigna de La Plata y, por consiguiente, merece que se la rodee de todas las garantías del caso. De allí que se vuelva necesario ir generando una creciente toma de conciencia preventiva del tema en la sociedad, hasta lograr que se asuma, en forma generalizada, que en el uso de estos productos debe prevalecer la prudencia. Las campañas deberán apuntar a que la sociedad asuma la importancia de festejar sin excesos, con sumo cuidado en la utilización de la pirotecnia.

Al mismo tiempo, el Estado debiera restringir y controlar detalladamente la elaboración de estos productos, prohibir los que reúnan capacidad destructiva y establecer, a su vez, rigurosos controles sobre su venta, canalizada muchas veces a través de puestos informales.

 

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