El Papa lleva el Año Santo a una cárcel de Roma

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El papa Francisco inauguró ayer su Año Santo en la principal prisión de Roma, y llevó un mensaje de esperanza a los reclusos, a quienes involucró en la celebración de la Iglesia católica que se espera lleve a unos 32 millones de peregrinos a la capital italiana.

Francisco se levantó de su silla de ruedas, golpeó la puerta de la capilla de la cárcel de Rebibbia y cruzó el umbral, reeditando el gesto que realizó en la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro dos noches antes, en Nochebuena.

La apertura de la puerta dio inicio oficialmente al Año del Jubileo, una tradición eclesiástica que data de 1300 y que en la actualidad se celebra cada 25 años y supone la peregrinación de fieles a Roma.

Con las puertas abiertas ahora al público, un flujo constante de peregrinos comenzó a entrar a la Basílica.

“La primera Puerta Santa la abrí en Navidad en San Pedro. Quería que la segunda fuera aquí, en una prisión”, afirmó el pontífice argentino a los reclusos antes de entrar. “Quería que cada uno de nosotros aquí, dentro y fuera, tuviéramos la posibilidad de abrir de par en par la puerta de nuestros corazones y entender que la esperanza no decepciona”.

Francisco dedicó el Jubileo de 2025 a la esperanza y ha dejado claro que los presos son una parte importante del Año Santo: el grandioso evento final del Año Santo es una misa especial para los reclusos en San Pedro el 14 de diciembre de 2025. El Papa ha hecho del ministerio penitenciario una parte importante de su vocación sacerdotal y ha realizado varias visitas a Rebibbia desde que asumió el cargo en 2013, incluyendo visitas a prisiones en muchos de sus viajes al extranjero

Su mensaje es siempre de esperanza, creyendo que las personas que cumplen condenas necesitan, más que la mayoría, algo a lo que aspirar. Esto es especialmente cierto en Italia, donde el hacinamiento en las prisiones y los suicidios de los reclusos están en máximos históricos, según la Asociación Antígona, que monitorea las condiciones en los penales.

Según el informe de Antígona de 2024, 88 reclusos se suicidaron en cárceles italianas este año -más que en cualquier otro año- y la población carcelaria de Italia está al 132% de la capacidad del sistema.

En su homilía, Francisco sugirió a los reclusos que piensen en la esperanza como un ancla que está fijada en el suelo y que intenten aferrarse a la cuerda que está unida a ella, incluso si a veces les duelen las manos. “Aférrense a la cuerda de la esperanza, aférrense al ancla”, dijo el pontífice. “Nunca la suelten”.

De regreso en el Vaticano para su bendición de mediodía, el Papa calificó la prisión como “una catedral de dolor y esperanza” mientras repetía su mensaje. Además, reiteró su deseo para 2025 de paz en el mundo y que los países ricos reduzcan o eliminen la deuda de los más pobres.

 

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