“La terminal”: pasajeros en tránsito perpetuo

Edición Impresa

Gustavo Fontán se encontró durante el encierro pandémico preguntándose por los lugares por los que nos movemos, donde estamos, pero de paso. “Tenía la convicción de que en ese lugar de paso hay algo que queda, algo residual, que el espacio alberga como experiencia”, cuenta: por eso, viajó a La Falda, en las sierras de Córdoba, su lugar de vacaciones en la infancia, y se propuso filmar el ir y venir de los micros interurbanos, que permiten el desplazamiento de trabajadores y estudiantes.

“Creo, esos espacios albergan ciertas huellas, restos de las experiencias humanas que dejan las personas que los transitan: sus dolores, sus miedos, sus esperanzas. Algo residual, persistente y esquivo, que permanece en el lugar. Con esa convicción filmamos la película: registrar, por un lado, los flujos de superficie –de los ómnibus, de las personas, de la luz–, pero sin dejar de atender a lo invisible, a aquello que permanece en la sombra”, cuenta Fontán, quien montó a esas imágenes casi metafísicas de micros que van y vienen, el relato de los amores y desamores, los encuentros y despedidas de los viajantes que encontró allí.

El resultado es ”La terminal”, su última película, que tendrá su estreno nacional mañana en la porteña Sala Lugones, y que se verá entre el sábado y el miércoles a las 18.30 en el Cine Eco Select del Centro Cultural Islas Malvinas. El sábado, el cineasta de Banfield, docente de la Facultad de Artes de La Plata, estará presente para charlar de esos espacios de pasaje que “son lugares tristes”, y que producen “relatos vitales, pero de lo que ya pasó. Hay una especie de tristeza por un mundo perdido”.

Por eso, las voces en off que relatan sus experiencias de romances y pérdida en la película refuerzan cierta melancolía de esos pasajeros que se mueven de un lado a otro “para conseguir, quizás, casi nada”.

En ese sentido, cuenta el realizador de “El limonero real” y “La deuda”, su cámara se fijó no en los micros de los turistas, sino en los interurbanos, “los que llevan a trabajadores y estudiantes: hay algo en esas personas que es el peso del día a día, del esfuerzo, del salir para llegar a ningún lado, que es una energía que quisimos capturar en la película”.

“La terminal” se podrá ver de sábado (con presencia del director) a miércoles en el Eco Select

Esperanza y desesperanza a la vez. Porque los que esperan, un micro que llegue con alguien, o un micro que los lleve a otro destino, “esperan solos. Uno espera solo. Uno espera, y está en la fantasía de la espera: no sabe qué espera, y en esa espera lanzamos gritos desesperados al mundo. Podemos estar acompañados, con un compañero de viaje, a veces alguien se sienta al lado nuestro, conversamos un poco, pero hay una profundidad en la que estamos solos. Y creo que el mundo en el que estamos empezando a vivir, cada vez nos deja más solos: si perdemos las instituciones, si rompemos ciertos compromisos sociales, si rompemos cierto lugar donde podemos ser albergados, la soledad se profundiza aunque las redes sociales nos digan lo contrario”.

Atrapar en las imágenes esos años de pasos cansados, de adioses, de amores que se van, implicó una forma de tratar las imágenes particular: junto a Ezequiel Salinas, el director de fotografía, Fontán partió de una foto realizada por Marcelo Cugliari, tomada con una cámara de cajón, donde los contornos se dispersaban, aparecía algo no claro, no explícito. A partir de allí, relata, empezaron a investigar un movimiento fotográfico, Camera Work, de principios de siglo XX, “donde había una búsqueda fundada en la no transparencia, en la ruptura de los contornos, en algo fantasmal que eso provocaba, cierto velo. Como si en esa forma de la imagen pudiesen capturar algo que excede lo visible: cómo lo visible da cuenta de algo invisible. A nosotros nos parecía que ese tratamiento de la imagen nos daba la posibilidad de construir un tiempo que no fuese exclusivamente del presente: nos permitía ese trabajo con la imagen desplazar la temporalidad hacia algo más fantasmal, y empezar a acumular capas de tiempo”.

También el sonido acumula capas de tiempo, relatos de otros días, sonidos de otros instantes a los retratados en la imagen: “El sonido, que trabajamos con Atilio Sánchez, opera también en esa dirección, acumulando capas de tiempo, para trabajar en la dirección contraria a esos lugares de paso, donde parece que la experiencia humana no deja huella: a nosotros nos parecía que esa era la manera de albergar las huellas de esa experiencia humana”.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE