Falta en nuestra ciudad una más acendrada cultura de índole sanitaria

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La salud pública, tan bien atendida en épocas anteriores en la Argentina, alentaba y fomentaba la posibilidad de que la población dispusiera de referencias actualizadas sobre su estado de salud. Se exigían chequeos médicos y odontológicos al inicio de la etapa escolar y posteriormente, en el caso de los varones, existía la instancia del servicio militar obligatorio, que abría la posibilidad de realizar al menos un examen de tipo físico al universo de los jóvenes de 18 ó 20 años de edad. Ahora sólo resta el muchísimo más restringido examen físico prenupcial que se les requiere a quienes se van a casar, que en modo alguno puede ser asimilado a los controles sanitarios periódicos que sí se realizan en los países desarrollados.

Ahora acaba de publicarse en este diario un artículo revelador de los escasos chequeos médicos que se piden en clubes y gimnasios, es decir el apto físico para que las personas puedan desarrollar en ellos las rutinas gimnásticas del caso.

Tal como se señaló en la edición de ayer, lamentablemente, se registraron en los últimos meses varios episodios con saldo trágico en la Ciudad alrededor de este tipo de prácticas.

Todo ello volvió, claro está, a abrir interrogantes sobre los mecanismos de prevención y atención de la salud. Según los informes recogidos por este diario, la normativa vigente obliga tanto a clubes, gimnasios y establecimientos destinados a la práctica de actividades físicas a cumplir con una serie de medidas, que hacen a la seguridad de quienes asisten a estos espacios.

Por una ordenanza aprobada en septiembre de 1991, se estableció que los centros deportivos deben estar a cargo de un profesional de educación física con título habilitante, con certificado de reanimación cardio-pulmonar (RCP) y capacitación técnica en el uso del desfibrilador. A su vez, deben contar con cobertura para emergencias médicas y un desfibrilador en el lugar.

Este último punto, se reforzó cuando el Concejo Deliberante aprobó la creación de áreas cardioprotegidas en la Ciudad, que deben contar con desfilbriladores y personal médico para garantizar maniobras de resucitación y protección cardiopulmonar. El objetivo es disminuir la muerte súbita, que también se suele presentar en los centros deportivos.

Lamentablemente es inevitable la duda sobre los controles efectivos que existen sobre este tipo de actividades. Las fuentes consultadas coincidieron en que “hay poco” control respecto al cumplimiento de la normativa vigente, según lo confirmó el presidente de la Federación de Instituciones Culturales y Deportivas al detallar que muchas de las entidades no piden el “apto físico”.

En ese contexto, en numerosas oportunidades se insistió desde esta columna acerca de la conveniencia de que todos los habitantes cuenten con la libreta sanitaria obligatoria, un documento que registraría los controles médicos realizados por una persona desde su nacimiento hasta sus últimos años de vida y que, por cierto, sería exigible para toda incorporación a una fuente laboral o en otras circunstancias, como, por ejemplo, las de ingresar a un club o a un gimnasio.

Es verdad que en muchas instituciones se cumple con esta obligación, pero se sabe que en otras no es así. Está claro que no puede menos que alentarse la posibilidad de que la población disponga de referencias actualizadas sobre su estado de salud, incluyéndose en esas constancias los antecedentes personales y familiares, hábitos, medicación actual, vacunación recibida, consumo de alcohol, tomas de tensión arterial, peso, altura, índice de masa corporal, auscultaciones cardíacas, palpación de mamas en mujeres mayores de 40 años de edad, entre otros exámenes que deberían realizarse para disponer de historias clínicas lo más completas posible.

 

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