“La tumba de las luciérnagas” La durísima obra maestra de Ghibli vuelve al cine

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El estudio de animación Ghibli tiene en su patriarca, Hayao Miyazaki, a su figura más renombrada. Pero a su sombra trabajó su colega, compañero, rival, Isao Takahata, y produjo para el estudio, una y otra vez, obras maestras. La más grande es tal vez “La tumba de las luciérnagas”, que vuelve a los cines locales el jueves.

La película se estrenó originalmente en 1988: fue el primer proyecto de Takahata bajo Ghibli, aunque para entonces ya era un director renombrado en la industria de la animación japonesa, tras dirigir “Heidi”, “Marco”, Lupin III” y “Ana de las tejas verdes” en televisión. Su primera propuesta para Ghibli era de todos modos arriesgada: lejos de sus anteriores aventuras, luminosas, mágicas, Takahata decidió animar una película sobre una pareja de hermanos huérfanos que sobreviven al borde de la desnutrición en medio de las bombas incendiarias con las que Estados Unidos intentó clausurar la Segunda Guerra Mundial en la isla del Pacífico.

Es que el pasado a veces no es cosa pasada: la Fuerza Aérea estadounidense atacó primero a las grandes ciudades, buscando paralizar la industria japonesa pero, en el camino, destruyendo la vida de millones de civiles; y luego la campaña pasó a las ciudades más pequeñas, entre las cuales se contaba Okayama, la ciudad de Takahata.

El futuro director despertó para encontrar su casa vacía excepto por su hermana. Su familia estaba refugiada en el patio, pero Takahata no lo sabía: escapó y huyó, ingresando a una ciudad en llamas. Vivieron así dos días, en medio del caos. Su hermana quedó herida en una explosión: Takahata la cuidó hasta que se reencontraron con la familia.

Dos décadas más tarde, cuando comenzaba su carrera como director, se encontró con una novela: “La tumba de las luciérnagas”, de Akuyuki Nosaka, contaba la historia biográfica del autor en el final de la guerra, cuando las bombas incendiarias cayeron sobre Kobe. En medio del caos, el futuro novelista huyó de su casa. Se encontró con su hermana, de poco más de un año, en un hospital, y desde entonces vivieron sin sus padres, deambulando entre refugios y casas de parientes, hasta que la desnutrición causó la muerte de la más pequeña.

No sorprende entonces que “La tumba de las luciérnagas”, la película, sea una adaptación profundamente personal, tampoco que Nosaka, que hasta entonces se había negado a ver su obra adaptada, haya aceptado que Takahata la hiciera suya. La película fue, contra todo pronóstico, reverenciada por la audiencia y la crítica: cuando se propuso crear un sombrío, tristísimo y estremecedor drama histórico con un realismo casi sin precedentes en la animación, le advirtieron que nadie querría ver una película así.

La tumba de las luciérnagas
Ghibli

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