Firme avance del trigo, pese al agua y ante una campaña 2025/26 incierta

Con 23,2% más de producción que en el ciclo previo, el cereal volvió a posicionarse como uno de los motores del agro. Pero advierten por problemas logísticos en caminos rurales que retrasan la salida de la cosecha

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Esteban Pérez Fernández

eperezfernandez@eldia.com

Por momentos, la foto del trigo argentino parece una promesa. La superficie proyectada para la campaña 2025/26 se acerca al récord, la humedad en la región pampeana favorece las labores de siembra y los especialistas destacan condiciones climáticas propicias para lograr buenos rindes. Pero el foco se posa en la Provincia de Buenos Aires, el territorio que históricamente tracciona al cereal, donde las lluvias de mayo complicaron el ingreso de maquinaria y dejaron zonas con suelos anegados, en especial en el centro-este y noreste.

Según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), las precipitaciones acumuladas, entre 200 y 500 milímetros, obligaron a ajustar a la baja el área de trigo en 100.000 hectáreas. El impacto se concentró justamente en Buenos Aires, que hasta entonces sostenía una proyección de crecimiento firme. Aun así, la Bolsa mantiene una estimación de siembra nacional de 7,1 millones de hectáreas, número que iguala el máximo histórico alcanzado en 2021/22. La producción esperada ronda los 20,7 millones de toneladas, apenas por debajo del cálculo anterior de 21 millones.

El consultor Alfredo Elorriaga, de la propia BCR, pone el foco en lo que viene: “Si bien estamos en una fase neutral del Pacífico, los modelos marcan lluvias normales o apenas superiores para el invierno. El problema es que en zonas como Córdoba, La Pampa y Santiago del Estero, el promedio histórico es muy bajo en esa estación, de apenas 5 a 10 mm por mes. Si en agosto y octubre no se reponen reservas, puede haber inconvenientes”.

En tanto, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), en su Panorama Agrícola Semanal, reportó que la siembra alcanzó el 24% de las 6,7 millones de hectáreas planificadas, con un progreso intersemanal del 13%. Aunque en Córdoba la implantación avanza con agilidad -supera el 34%-, la Provincia de Buenos Aires muestra un atraso de seis puntos porcentuales respecto del ciclo anterior, producto de caminos rurales intransitables y demoras en la recolección de soja y maíz.

A pesar de los contratiempos, en el núcleo pampeano —sur de Santa Fe, norte bonaerense y sur de Córdoba— las condiciones son favorables. El ingeniero agrónomo Alberto Malmantile, del INTA Venado Tuerto, aseguró que “en el Departamento de General López no hay saturación de suelos y la intención de siembra aumentó un 10% respecto del año pasado”. Las primeras variedades de trigo de ciclo largo ya fueron implantadas tras lluvias moderadas que rondaron los 15 milímetros.

En términos productivos, la campaña anterior (2024/25) dejó señales alentadoras. Con 23,2% más de producción que en el ciclo previo, el trigo volvió a posicionarse como uno de los motores del agro argentino. Se proyecta un saldo exportable superior a los 11 millones de toneladas, de las cuales entre 4,5 y 5 millones tendrían como destino Brasil. El resto deberá competir en plazas más exigentes, donde el peso de Rusia como oferente y los mayores costos logísticos argentinos dificultan la colocación.

Carolina Volonté, analista de FyO, advierte que este será uno de los puntos sensibles del nuevo ciclo: “El excedente proyectado, entre las 5 millones de toneladas que quedaron de la 2024/25 y lo que se espera de la nueva campaña, requerirá buscar nuevos mercados en un contexto donde la demanda global se muestra apática”. Aunque el ratio stock/consumo bajó a nivel mundial, incluso entre los grandes exportadores -Rusia, Canadá, UE, EE.UU. y Australia-, no se prevé una suba sustancial en los precios.

A esto se suma un frente externo que se torna cada vez más volátil. Un informe reciente de la BCR advierte sobre las tensiones que genera la política comercial de Estados Unidos bajo la influencia de Donald Trump. Vietnam, principal comprador de maíz y harina de soja argentinos, fue afectado por aranceles del 46% en abril. Aunque la medida quedó en suspenso, Washington y Hanoi ya negocian acuerdos bilaterales que podrían favorecer a productos agrícolas estadounidenses. El gobierno de Javier Milei -y también el de Axel Kicillof- observan con inquietud, ya que más del 50% del maíz y el 65% de la harina de soja exportados van hacia ese país asiático.

El maíz y la soja, los otros dos pilares del complejo cerealero, están cerca del final de su cosecha. Según la BCR, se lleva recolectado el 91% de la soja y el 52% del maíz. En el sur de Santa Fe, los rindes son dispares. Para el maíz, se reportan entre 70 y 90 quintales por hectárea cerca de Venado Tuerto, y hasta 120 quintales en localidades más alejadas como Rufino o Cafferata. En soja de primera, los rindes van de 38 a 52 quintales; en la de segunda, los promedios se ubican entre 32 y 37 quintales.

Desde Agrícola Ascensión, Marta Nahmías describe un escenario marcado por la prudencia: “El campo se mueve con mucha cautela. Hay incertidumbre por el dólar, los precios internacionales y el costo de los fertilizantes. A eso se suman los problemas logísticos por los caminos rurales anegados, que retrasan la salida de la soja e impiden preparar los lotes para el trigo”.

La decisión del Gobierno de mantener las retenciones en 9,5% para trigo y cebada, en lugar de volver al 12%, también fue leída como un guiño al sector, aunque persiste la expectativa de una rebaja progresiva hacia la cosecha.

Mientras tanto, en zonas como el NOA, la aparición de orugas cortadoras en los primeros estadíos del cultivo obligó a extremar el monitoreo, aunque por ahora no la consideran una amenaza grave.

En definitiva, la campaña 2025/26 presenta elementos técnicos y climáticos que sostienen el optimismo. Pero la combinación de variables internas -precios, costos, tipo de cambio- con un contexto internacional cada vez más reconfigurado obliga al productor a moverse con cautela. La mirada está puesta en el cielo, pero también en los mercados. Argentina juega una partida en la que la producción puede alcanzar cifras históricas, aunque el tablero global plantea interrogantes que exceden al clima.

A pesar de los avances técnicos y del contexto climático relativamente favorable en muchas regiones, la logística rural vuelve a ocupar un lugar central en las preocupaciones del sector. Las lluvias acumuladas en mayo afectaron más que el calendario: dejaron una red de caminos rurales deteriorada, especialmente en el norte y centro de la Provincia de Buenos Aires, justo cuando debía acelerarse la cosecha de verano y comenzar la siembra de los cultivos de invierno. Las demoras en el ingreso de maquinaria no solo complican las labores agrícolas, sino que elevan los costos operativos y generan una pérdida de eficiencia que golpea con fuerza a los márgenes del productor.

“La maquinaria está parada. No por falta de intención, sino porque no se puede entrar. Hay lotes donde, si se avanza, el daño al suelo sería mayor que el beneficio de sembrar en fecha”, explicó un asesor técnico de Pergamino. Este retraso en el inicio de las labores, aunque podría compensarse en parte si el clima colabora en las próximas semanas, ya encendió alertas entre los agrónomos y contratistas rurales.

Otra cuestión que genera inquietud es la presión creciente de malezas resistentes, especialmente en los campos que no pudieron rotar con frecuencia por los vaivenes económicos de campañas anteriores. Esto eleva la necesidad de aplicar herbicidas más costosos y complejos, justo en un contexto donde los insumos, si bien han bajado respecto del pico inflacionario de 2023, siguen teniendo un peso importante en la estructura de costos.

También comienzan a observarse tensiones vinculadas al acceso a financiamiento. Si bien algunas entidades financieras y cooperativas reactivaron líneas de crédito para prefinanciar insumos o maquinaria, la volatilidad cambiaria y las dudas sobre el tipo de cambio a fin de año desalientan la toma de deuda en dólares. En ese contexto, la mayor parte de la campaña se encara con recursos propios, lo que reduce el capital disponible para inversiones estratégicas.

En paralelo, los exportadores siguen con atención el impacto potencial de políticas externas, como los aranceles de EE.UU. y las tensiones geopolíticas en Europa del Este y Medio Oriente. “El trigo argentino necesita competitividad para sostener su lugar en el mercado global. Ya no alcanza con tener volumen, también hay que llegar rápido y barato”, explicó un operador de Rosario. A eso se suma el hecho de que el país compite contra gigantes como Rusia o Australia, con costos logísticos y productivos más bajos.

Frente a este escenario, los productores más tecnificados comenzaron a adaptar sus estrategias. Algunos planifican escalonar la siembra para evitar concentrar los riesgos climáticos, mientras que otros evalúan sumar cultivos de cobertura o forrajeros como opción de rotación. Lo cierto es que, más allá de las estadísticas, la campaña 2025/26 será recordada por la capacidad de adaptación del agro frente a un entorno de señales inciertas.

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