Cristina Banegas: “‘Molly Bloom’ es la música en la cabeza de una mujer”
Edición Impresa | 24 de Junio de 2025 | 02:20

Molly Bloom es la Penélope del “Ulises” de Joyce, pero ella no teje y desteje esperando a su marido: al contrario, la pareja de Leopold Bloom, el protagonista de la odisea urbana del autor irlandés, lo único que teje son tramas para sacarse de encima a Poldy, a la espera de su amante. Esa Penélope subversiva capturó la atención de Cristina Banegas que, mientras hacía un taller sobre el “Ulises” con Carlos Gamerro, empezó a pensar en llevar ese último capítulo del libro, el de Molly, al teatro.
Así, adaptó la obra junto a Laura Fryd: el resultado es “la música de la cabeza de una mujer”, dice Banegas sobre “Molly Bloom”, monólogo brutal, desenfrenado, sin signos de puntuación, de una noche de insomnio de la protagonista, en la que cuestiona al matrimonio y la iglesia y se burla de las convenciones sociales mientras recuerda a sus amantes, llega al Coliseo Podestá el jueves, a las 20.
Es la tercera vuelta para Molly, que subió a escena inicialmente en 2012, antes de reponerse en 2017 y, ahora, desde el año pasado. Aquel primer estreno fue postergado, recuerda Banegas, en diálogo con EL DIA: ya escrita la adaptación, “la preciosísima partitura musical que es ese texto sin signos de puntuación”, les llevó más de cinco años “poder ponerla en escena que no nos daban los derechos de autor: el último heredero de Joyce no respondía a los pedidos de derechos. Finalmente un día se cumplieron los 70 años de la muerte de Joyce y el Ulises pasó a ser derecho universal, por lo tanto ahí pudimos llevarlo de escena”, explica.
- ¿Qué es Joyce para usted?
- Joyce es tan grande, es tan extraordinario, es tan único, es tan transgresor, es tan inteligente, poético, desmesurado, que es irresistible. Me da mucho deseo, mucho placer, mucho goce hacer Molly. Si pudiera, la haría toda la vida. Es un trabajo que, con la dirección de Carmen Baliero, una gran música y una gran directora, hicimos una partitura de ese texto sin signos, de puntuación, de ese río de palabras, de esa música de la cabeza de Molly. Y eso creo que produce algo que tiene que ver con la velocidad con que la mente asocia, recuerda, piensa en esa noche de insomnio de Molly, que es el capítulo final del “Ulises”. Espero tener la resistencia suficiente como para poder seguir haciéndola todo el tiempo que pueda.
- La primera vez que subió a escena con Molly Bloom fue en 2012. ¿Por qué regresó el año pasado a esta obra, qué motivó ese regreso?
- Creo que esa primera versión, también dirigida por Carmen Baliero, tenía una impronta diferente. Esta nueva versión quisimos hacerla por puro deseo, por puro deseo de volver a esa puesta en boca de ese texto extraordinario, de esa correntada del inconsciente de Molly, de ese fluir, de esas asociaciones, de lo guarra que es Molly: es mucho más guarra esta Molly actual que la del 2012, creo que era más tímida en el 2012, y ahora me parece que estoy más cerca de esa Molly tan erotizada. Eso fue: el puro deseo de volver a hacerla es lo que nos hizo volver a hacerla.
- ¿Cómo es subir a escena y encarnar un personaje como esta Penélope desatada, infiel, erótica, guarra? ¿Es un acto de liberación?
- Es absolutamente un acto de liberación. Creo que soy, como actriz, mucho más libre ahora. Creo que tengo muchas más herramientas para sostener, para galopar con ese pensamiento infinito, con esa epifanía del texto de poética extraordinaria de Joyce.
- El contexto del estreno de 2012 es muy distinto a este. Pasó esa revolución feminista, ahora vivimos en un tiempo de contraataques… ¿Cambia algo, en la recepción de un público, o en su manera de aproximarse a la puesta? ¿Esta Molly Bloom sigue siendo igual de desafiante entonces y ahora?
- Desde el 2012 hasta ahora, por supuesto, hubo cambios históricos fundamentales. El empoderamiento de los feminismos ha cambiado fundamentalmente la percepción de estos grandes textos transgresores y, por supuesto, me siento mucho más empoderada yo también, como persona y como actriz, para sostener esta partitura extraordinaria que es Molly Bloom. Esta nueva versión es mucho más audaz que la primera.
- Hablando de contexto, es un momento delicado para el teatro, al que le han retirado el apoyo. ¿Cómo es seguir haciendo, seguir poniendo el cuerpo, en estas circunstancias? ¿El arte puede dar respuesta a momentos así?
- El teatro es atacado como todos los ámbitos de la cultura, de la ciencia, de la educación, de la salud, en este país en el que compartimos tanta injusticia. El teatro siempre fue un espacio de resistencia, el teatro siempre fue un espacio de expresión y de comunicación insoslayable, único. En cuanto a poner el cuerpo, y creo que en esta versión pongo muchísimo más el cuerpo que en la primera, siento que sí: el arte puede dar respuesta, el arte siempre puede dar respuesta a momentos como este. El teatro siempre seguirá siendo, como lo es hace miles de años, un espacio de verdad, de comunión y de resistencia.
- Por último, quiero saber algo sobre el proyecto donde encarna a Yiya Murano. ¿Cómo es encarnar al personaje, cómo viene la producción?
- Me da mucho placer participar en esta producción sobre Yiya Murano, esta asesina serial. Yo hago la Yiya vieja, en el geriátrico, con una peluquita porque, bueno, Yiya tenía un agujero, le había quedado un agujero en el seno frontal de una operación de cerebro que le hicieron por un tumor que tuvo cuando estaba en la cárcel. Y estoy, creo, casi irreconocible. Es una hermosa producción dirigida por Mariano Hoyter y tengo todas mis escenas de los cinco capítulos de la serie con Pablo Rago, que es un actor fantástico. Julieta Zylberberg está haciendo un trabajo extraordinario como la Yiya joven. En estos tiempos en donde producir en Argentina es tan difícil, me siento honrada de ser parte de este proyecto. La grabación termina el viernes de la semana que viene.
“Encarnar a Molly es un acto de liberación. Creo que soy, como actriz, mucho más libre ahora”
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