Se debe combatir el auge de salideras bancarias que azota a la Región

En los últimos años se ha instalado en nuestra región una modalidad delictiva conocida como salidera, consistente en asaltar a quienes están por realizar algún depósito o, con más frecuencia, a los que terminan de retirar alguna suma de dinero de una entidad bancaria.

Como se sabe, días atrás, luego de una espectacular persecución, se logró detener a una banda que acababa de robarle una importante suma de dinero a un hombre y una mujer, comprobándose luego que se trataba de ex convictos que contaban con varios antecedentes en este tipo de delitos. Pero este final no es, lamentablemente, representativo con lo que ocurre con la mayoría de las salideras, que permanecen sin esclarecimiento.

Si bien es cierto que, en una buena cantidad de casos, las salideras se traducían en arrebatos realizados contra las víctimas, por personas que se desplazaban en motos y se daban de inmediato a la fuga, en los últimos tiempos las crónicas policiales están dando aviso de un tipo de accionar que necesariamente deja traslucir la existencia de muy detenidas tareas de inteligencia previa por parte de los delincuentes.

Antes de formular otras consideraciones, convendría señalar que en lo que va del año se han registrado en La Plata no menos de diez salideras denunciadas, en los que las víctimas fueron despojadas, no de sumas menores sino, por el contrario, de montos generalmente superiores a los 10 mil pesos. El año pasado en nuestra ciudad se computaron veinte salideras.

En la mayoría de los casos, las investigaciones realizadas permitieron deducir que los delincuentes contaron con información precisa sobre la cantidad de dinero que fue retirada del banco, o sobre la que se intentaba depositar. Sin embargo, hasta el momento no se conoce de que las pesquisas realizadas hayan corroborado esas presunciones.

Lo que sí resulta comprobado, además de llamativo, es el virtual desamparo con que hombres y mujeres enfrentan estas operaciones bancarias, que no deberían realizarse bajo el influjo de semejantes acechanzas. En primer lugar, no se advierte en los Bancos la adopción de medidas preventivas que parecieran imprescindibles. Una de ellas, la de alejar las ventanillas de pago de las miradas del público, tal como ocurre en muchos otros países. En cambio, aquí, decenas de personas pueden observar con detenimiento cuál es la suma de dinero que retiran quienes acuden a cobrar a las ventanillas, ya que las colas se extienden muy cerca de esos lugares de pago.

En tal sentido, si bien esta modalidad delictiva forma parte de la ola general de inseguridad pública en la que se vive en nuestra región, está claro que debe ser contrarrestada con medidas específicas, partiéndose de una eficiente tarea de inteligencia policial.

Más allá de las reformas estructurales que debieran realizar los Bancos, parece imprescindible que las autoridades policiales junto a los responsables de las entidades bancarias realicen un ajustado diagnóstico sobre la forma de operar de los delincuentes, procurándose al mismo tiempo detectar a los eventuales cómplices. Y a partir de allí diseñar un plan orientado a combatir el auge de las salideras, brindándoles protección a quienes retiran dinero.

Como se ha dicho reiteradamente en esta columna: lo que no puede permitirse es que nadie se resigne a la idea de que el peligro esté acechando a quien acude a los Bancos para realizar cualquier operación.