Provincia inundada: la situación es dramática

Enviados especiales

Hipólito Sanzone (textos)

Dolores Ripoll (fotos)

La bronca y la desesperación se turnan para ocupar el ánimo de miles de pobladores del centro-oeste bonaerense donde hace ya 20 días que la inundación no les da respiro. Los productores van y vienen por las rutas amenazadas y se detienen junto a los caminos rurales cortados por el agua a improvisar reuniones ante la emergencia. A todos los corre el mismo apuro y los ronda el mismo fantasma. Ayer la situación en los 17 distritos declarados en emergencia seguía siendo crítica.

Pehuajó amaneció con casi el 80% de su territorio inundado y a esta altura en toda la zona se la menciona como la más castigada por las lluvias, junto con Trenque Lauquen y Bolívar, donde el agua ya besa la barrera de la Ruta 205.

EL SOL NO ALCANZA

El panorama no es bueno, cuentan, porque no depende solamente de que se corran las nubes y brille el sol, como ocurrió ayer en buena parte del día. La mejoría depende de que se retiren, en un proceso cada véz más demorado, las agua que se salieron del río Salado, que desbordaron en cuestión de horas los arroyos que le tributan y que se metieron en los campos de engorde y en los tambos.

En Pehuajó ronda el fantasma de la mortandad de ganado. Por ahora no es una realidad, aseguran, pero ya hay vacas que han tenido que parir en medio del agua y eso es como una sentencia de muerte para ellas y sus crías.

La inundación golpea en los campos y, por ahora, deja a salvo a las ciudades donde, sin embargo, hay una treintena de evacuados y muchos que por voluntad propia dejaron sus casas en el campo y esperan impacientes en los hoteles o en refugios abiertos por parientes y amigos.

Entre las postales del desastre asoman los arcos del campo de juego del Club KDT. Son dos marcas blanquecinas entre la masa oscura de agua que tiembla con el viento formando pequeñas olas.

EN LANCHA POR EL CAMPO

En Bolívar el panorama es desolador. Entre los kilómetros 275 y 265 de la Ruta 205 el agua casi llega hasta el asfalto. Sobre los campos se oyen ruidos de motores. Son lanchas que van y vienen tratando de salvar a los terneros recién nacidos en un establecimiento que alguna vez formó parte de la estancia Los Manantiales. En esa zona se calcula que hay unas 3,.000 cabezas de ganado rodeadas por el agua.

Los productores saben que las pérdidas ya son irreparables. Pero temen que la situación, notoriamente agravada en los últimos días, se torne aún más complicada si vuelve a llover. “Lo único que nos queda ahora es rezar... esperemos que por lo menos podamos salvar algo”, decía ayer un parroquiano.