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Por MARIANO SPEZZAPRIA
Twitter: @mnspezzapria
Sucedió en La Plata y podría volver a pasar en cualquier centro urbano del país. El cambio climático ya es una realidad y provoca graves daños al medioambiente y a la población. Los especialistas lo vienen advirtiendo hace un tiempo considerable, con escaso eco entre los gobernantes de turno. Ahora, ante los trágicos hechos consumados, se impone la necesidad de proyectar políticas de Estado que adecuen la infraestructura básica sobre la que se asienta la sociedad, con la mira puesta en las décadas por venir.
Hasta aquí, todos de acuerdo: con más o menos palabras, la dirigencia argentina traza por estos días un diagnóstico uniforme sobre los desafíos que plantea el futuro luego de la catástrofe de la capital bonaerense, tal vez como una manera de evitar la autocrítica inmediata. Pero este nuevo escenario, surgido entre imágenes de desolación y profundo dolor, requiere de acuerdos políticos y de coordinación entre las distintas instancias de gobierno, más allá de las diferencias partidarias a la vista de todos.
En este punto radica el “problema argentino”, aunque la propia Cristina Kirchner ya puso el debate sobre la mesa en su mensaje por cadena nacional del viernes por la noche. Rápida de reflejos, la Presidenta hizo un llamado al trabajo conjunto entre las distintas jurisdicciones -la Nación, las provincias y los municipios- en medio de crecientes cuestionamientos por la falta de coordinación gubernamental. Del dicho al hecho, sin embargo, hay un largo tramo de camino que aún no fue transitado.
La jefa de Estado visitó la zona del desastre tanto en La Plata como en la Capital Federal, prescindiendo de la compañía de las autoridades locales. Evidenció un notorio cambio de actitud frente a otras tragedias -como la de Cromañón o la más reciente de Once- e hizo llegar un mensaje de aliento, de tono humano, que no había ensayado durante su estadía en el poder salvo para referirse a Néstor Kirchner, tras su fallecimiento. Su presencia fue importante, porque marcó una referencia política y social.
Pero las acusaciones políticas -abiertas o veladas- del kirchnerismo hacia los intendentes Mauricio Macri y Pablo Bruera no contribuyen a crear el clima necesario para la reconstrucción. Y menos para la imperiosa proyección de mediano y largo plazo. En medio de las críticas también quedó Daniel Scioli, quien pasó del aislamiento total de la Casa Rosada al contacto cotidiano con funcionarios nacionales como Sergio Berni o Alicia Kirchner. Y hasta con la propia Presidenta, que concurrió a la Gobernación.
Por cierto que las autoridades locales tienen responsabilidad sobre los territorios que gobiernan -por caso, Macri no atendió el reclamo de vecinos contra un shopping que se desagota, literalmente, en su barrio-, aunque hay problemáticas que las exceden largamente. Una de ellas es la de la infraestructura. Y la parte más importante de las obras que se requieren están debajo de la tierra, fuera del alcance visual. Como los cimientos de una casa, que no lucen pero son indispensables para sostenerla.
LA NECESIDAD DEL DIaLOGO
Por eso parece haber llegado la hora de dar un salto de calidad para la democracia argentina. A los últimos diez años de crecimiento económico, hay que agregarle diálogo para gestar los consensos que potencien el desarrollo. Una señal más que interesante en este sentido la darían Cristina, Scioli y Macri -los tres gobernantes de mayor envergadura política- si se sentaran a una misma mesa para abordar la compleja problemática de la región metropolitana, la más densamente poblada del país.
Este, y no otro, es el mensaje del Papa Francisco para la Argentina. Lo sabe la Presidenta, que tuvo el valor de visitarlo y terminó saliendo airosa pese al distanciamiento público de los últimos años. Aunque en este caso su gesto sería más trascendente, porque incidiría directamente en la vida cotidiana de la población: no solamente hay que armar un nuevo plan hidráulico, sino también coordinar políticas de seguridad, transporte, salud, educación y medioambiente, enfrentando el problema de la basura.
La tragedia de La Plata paralizó en los últimos días -y así la mantendrá seguramente en los próximos- a la política nacional. Los peronistas disidentes, que se vienen reagrupando y están envalentonados por la victoria del gobernador Daniel Peralta sobre La Cámpora en la interna justicialista de Santa Cruz, debieron suspender un encuentro en Buenos Aires que iban a encabezar el mandatario cordobés José Manuel de la Sota, el ex ministro Roberto Lavagna y el jefe de la CGT Azopardo, Hugo Moyano.
A su vez, los kirchneristas postergaron por segunda vez un encuentro en La Matanza, con el cual buscaban ratificar su distanciamiento del sciolismo y dar una señal de apoyo al intendente Fernando Espinoza para asumir la conducción del PJ bonaerense. Por cierto, la actuación del jefe comunal tras el temporal dejó que desear: intentó que su distrito pasara inadvertido frente a las situaciones de La Plata y la Capital, pero la verdad es que padeció los mismos problemas de siempre.
La inundación profundizó las dudas de un sector del oficialismo sobre el encumbramiento de Alicia Kirchner como primera candidata a diputada nacional: “Si la campaña arrancó así, creo que vamos a estar en problemas”, advirtió un dirigente leal a la Presidenta mientras observaba la televisión en el momento en que la ministra de Desarrollo Social era increpada por vecinos en un centro de evacuados de La Plata. La funcionaria los caracterizó luego como “agitadores y violentos que no quieren que se los ayude”.
Una actitud de Berni habría encolerizado a los vecinos antes de la llegada de Alicia Kirchner y Scioli. El segundo de la ministra Nilda Garré hizo cuadrar a los gendarmes que custodiaban el lugar para saludarlo: “Buenos días señor secretario”, vociferaron. El funcionario recorrió la zona del desastre desde el comienzo, a bordo de un gomón en el que incluso participó de un operativo de rescate. Se mojó y se embarró. Aunque nunca estuvo en sus manos -ni lo va a estar- la resolución de los problemas de fondo.
OTROS MOTIVOS DE PREOCUPACIoN
La bronca de los platenses y de los porteños -que salieron a la calle para protestar porque la ayuda no llegaba y por los extensos cortes de luz tras el temporal- fue proporcional a la explosión de solidaridad que se registró en todo el país para tender una mano a los damnificados. La Presidenta dio cuenta del fenómeno en su mensaje por la cadena nacional, por lo que buscó dejar en claro que las acciones están encabezadas por el Estado y no por particulares o entidades religiosas, empresarias o sindicales.
Por cierto que Cristina Kirchner tiene otros motivos de preocupación: al conflicto irresuelto con los “fondos buitre” en los Estados Unidos, que mantiene en vilo al equipo económico, se sumó la reactivación del mercado del dólar paralelo, que cerró la semana en $ 8,40, y la desagradable declaración del presidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, que en el fondo revela el fastidio y la impotencia del socio menor del Mercosur frente a las crecientes trabas que impone la Argentina en el comercio regional.
La semana también transcurrió entre hechos llamativos como la detención del arquero Pablo Migliore por su presunta complicidad con barrabravas -en lo que se interpretó como un mensaje para Marcelo Tinelli porque se concretó en el estadio de San Lorenzo, frente a todas las cámaras- y la ausencia de una buena parte de la oposición y de la Mesa de Enlace de la discusión pública sobre las inundaciones. Pero eso resultó anecdótico frente a la magnitud de la tragedia y a la evidente necesidad de repensar el futuro.
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