Sin clases, los padres tienen que hacer malabares

MARÍA PAZ Y SU HIJA MAYDA, QUIEN AÚN NO PUDO REGRESAR A LA ESCUELA. SU MADRE TUVO QUE DEJAR TRABAJOS EN CASAS DE FAMILIA PARA PODER CUIDARLA. “SI ESTO SIGUE ASÍ, NO SÉ QUE VOY A HACER”, DIJO

Las familias padecen los paros docentes por partida doble. Por un lado, ven como los chicos pierden días de clase. Por el otro, los padres tienen que hacer auténticos malabares para poder ir a trabajar con la seguridad de que sus hijos quedan en buenas manos, lejos de la calle.

La primera opción siempre son los abuelos. Pero Agustina, mamá de Mateo (8) y de Carolina (6), hace notar que hoy en día hay un inconveniente adicional que debe afrontar: “Sus abuelos son jóvenes y también trabajan, de modo que si no puede ayudarme alguna amiga o vecina no tengo con quien dejarlos. Lo mismo le pasa a muchas compañeras de la oficina”, afirma la joven administrativa.

Así las cosas, no son pocas las madres que deben pedir licencia o un cambio de horario en el trabajo. Aunque no todas cuentan con esa posibilidad y apelan al último recurso: llevar a sus hijos a cuestas. Eso sí, siempre y cuando el tipo de empleo se los permita.

Lo cierto es que, más allá de los diferentes casos, los paros docentes revolucionan el funcionamiento de todas las familias.

“Y perjudican sobre todo a los chicos. Yo estoy pensando en enviarlo a una maestra particular, porque el año pasado hizo primer grado y tuvo muy pocas clases, y ahora no tengo idea de qué va a pasar”, comentó Fernanda, madre de Lucas (7).

Mamá de Alan (12) y Mayda (7), María Paz Belaunzarán -que es empleada doméstica y vive en Los Hornos- cuenta que está “haciendo malabares” para tratar de sostener su trabajo mientras se demora el comienzo del ciclo escolar.

“Mayda arrancaba su tercer grado el miércoles, pero al no empezar voy con ella para todos lados como una mochila porque no tengo con quien dejarla”, relata María Paz, para traer a colación una de las consecuencias más graves que afrontan quienes no cuentan con empleos fijos.

“Ella es una santa y se entretiene con cualquier cosa, pero el problema es que no puedo llevarla a todas las casas adonde voy, así que tuve que suspender algunos trabajos”, se lamenta la vecina de Los Hornos.

Resalta, asimismo, que “el drama mío es que no puedo dejar de trabajar, porque deja de entrar dinero a casa, y mi esposo, que es empleado del Servicio Penitenciario, no siempre puede ocuparse de los chicos”.

“En el barrio están todos igual”, asegura, y cuenta con visible preocupación que “los chicos andan todo el día en la calle porque no tienen adonde ir”.

“NO SE QUE VOY A HACER”

María Paz da cuenta de cómo la huelga afecta a los niños y adolescentes. “Mi hijo, que está entusiasmado por comenzar la secundaria en el industrial, hace unos días fue a una charla para los ingresantes. Pero ahora espera, porque al parecer esto viene para largo”. “El problema es que los docentes hacen paro, pero los padres no tenemos forma de protestar. No sé que voy a hacer”, remata.