Patricio Loustau tuvo un trabajo casi impecable

ANALISIS
Por NICOLAS NARDINI

Arbitrar un clásico platense está entre los desafíos más complicados que puede afrontar un juez argentino. Y Patricio Loustau salió muy bien parado después de llevar con gran pericia las riendas disciplinarias de un encuentro de trámite caliente, que no se desdibujó, principalmente, por el acierto en la gran mayoría de sus decisiones. Un solo lunar tuvo en su trabajo: no observó -tampoco sus colaboradores- un cabezazo de Licht sobre Damonte merecedor de roja.

En el contexto del pésimo comportamiento general de los jugadores, que con chicanas, arrebatos, gestos y pechazos, tanto de un lado como del otro, no contribuyeron en lo más mínimo al normal desarrollo del partido, toma más relevancia la prestancia de Loustau para manejar un encuentro en el que sobraron ribetes calientes.

A RIENDA CORTA

El árbitro arrancó de movida con dos aciertos en el plano disciplinario, que le permitieron encarrilar el resto del partido: las amarillas a Mussis y Pouso por juego brusco. Esas dos tarjetas fueron una señal para el resto de los protagonistas, que entendieron que si seguían por el camino de la pierna fuerte continuarían siendo sancionados con la amonestación. Al cabo del partido, fueron trece las tarjetas: nueve amarillas y dos rojas .

Acertó en una de las pocas polémicas de juego, a los 15 minutos, cuando desde el banco visitante se pidió penal de Monetti sobre Silva: no fue pena máxima y sí simulación del defensor, que se ganó la amarilla.

UN LUNAR Y EL BOCHORNO

El único lunar en su trabajo fue no haber visto un cabezazo de Licht a Damonte. Tampoco lo ayudaron sus colaboradores.

En el bochornoso final, donde los jugadores calentaron el ambiente de modo irresponsable, tuvo el temple suficiente para pacificar, con las dos rojas ante protagonistas desaforados. Loustau sacó un aprobado.