En medio del drama, historias de heroísmo en todos los barrios

No sólo el agua lo cubrió todo. También la solidaridad. Ni bien las aguas empezaron a bajar y la Ciudad comenzó a recuperar su ritmo habitual, se conocieron un sinfín de historias de solidarias y ayuda en medio del desastre.

En La Loma, en el centro, en Tolosa, en Ringuelet, en Villa Elvira. Donde sea. La solidaridad platense dijo presente y fue, de hecho, de las pocas cosas que pudieron rescatarse en medio de tanta tragedia.

Entre las tantas historias que pueden recordarse -y de las que este diario dio cuenta en su momento- figuran las de Cristián Duarte, un policía de 27 años que ayudó a 20 personas que habían quedado atrapadas en un micro de la Línea 307 a salvar sus vidas en plena inundación.

En el micro viajaban cinco chicos de entre 5 y 7 años y fue a ellos a quienes primero quiso poner a resguardo. Sabía que en cuestión de minutos debía sacarlos del transporte para llevarlos a algún lugar alto, difícil de conseguir en las viviendas de planta baja más cercanas.

Sin embargo, Duarte observó a l vecino Alan Seabherston que desde el tercer piso de un edificio seguía de cerca todas las peripecias que pasaban los pasajeros. Fue en ese momento cuando se le ocurrió pedirle que les diera refugio a los niños. El vecino no dudó en bajar a recibirlos para darles contención y mantenerlos en un lugar seguro como era su casa.

El agua ya estaba a la altura de los asientos, pero con el correr de los minutos empezó a llegar al pecho del joven policía que mide 1,82. La situación se ponía peligrosa para el resto de los pasajeros.

Entonces no les quedó otra alternativa que evacuar el micro y recurrir una vez más al vecino solidario. Con alambres hicieron un corredor para que al salir del micro las personas pudieran asirse de esa pasarela y recorrer de manera segura el tramo que iba desde el micro hasta el departamento ubicado en la esquina de 18 y 49. Cuando el agua ya casi completaba la altura del micro por dentro y por fuera, el policía empezó a rescatar a caballito al resto del pasaje, fundamentalmente a las mujeres.

También puede mencionarse el caso de Alan Faucheux, un guardavidas de 23 años que vive en 527 entre 13 y 14, y que salvó a quince vecinos y seis perros de la cuadra del devastador diluvio que inundó casas y convirtió en furiosos ríos a las calles del barrio.

O también a Lucas Merlo, que con apenas 15 años se valió él solo para rescatar del agua a su tía de 84 años y una amiga de ella, de 74. Cuando el cielo se venía abajo y la lluvia caía como si fuera un metal líquido, el agua empezó a entrar en su casa de 34 entre 14 y 15 y lo primero que atinó a hacer Lucas fue sacarla con un balde. Una, dos, tres y más veces. Pero era imposible. El agua ya les llegaba a las rodillas y las dos señoras eran a esa hora una descarga de nervios, gritos y llantos. Solito, por las suyas, Lucas salió a la calle a buscar ayuda. “Estaba muy nervioso”, recuerda de aquel día. La correntada que bajaba por la 34 lo arrastró un poco pero, finalmente, pudo agarrarse a una camioneta para incorporarse en medio de ese río y, así, nadando y caminando contra la corriente, llegar a un edificio cercano para pedir ayuda. En ese lugar encontró a Luciano, otro vecino solidario que bajó a darle una mano para cargar a las señoras y ubicarlas en un lugar seguro. Esa noche durmieron todos en la casa de Luciano. Esa noche fue todo angustia y nervios, es cierto. Pero también enorme solidaridad.