“Todavía no me acostumbro a vivir sin él”

PURA FORTALEZA. GISELLE CABELLO, VIUDA DEL FUTBOLISTA JAVIER DÍAZ, FALLECIDO EL TRÁGICO 2 DE ABRIL, JURA QUE SUS TRES HIJOS SON LOS MOTORES DE LOS QUE SE NUTRE DÍA A DÍA PARA SEGUIR ADELANTE

Hace un año que lo perdió y el dolor sigue intacto, igual que en aquel momento en que le dieron la noticia más desgarradora de su vida. “Todavía no me acostumbró a vivir sin él”, dice Giselle Cabello, la viuda de Javier Díaz, el ex jugador de Estudiantes que desapareció junto al terraplén que la furiosa corriente de agua volteó hace un año en 31 y 78.

En sólo un año, la joven vivenció la mayor de las desgracias y el más maravilloso de los acontecimientos vitales: a los seis meses de la muerte de Javier nació el tercer hijo de la pareja - Javier -. El deportista no alcanzó a enterarse de su nueva paternidad.

Son ese bebé y los nenes más grandes, Santino (8) y Benjamín (2) los motores de los que se nutre Giselle para salir adelante. “Por ellos, para que sufran la falta del papá lo menos posible, es que tengo que ser fuerte”, cuenta a la vez que, bajando la mirada, confiesa: “Hay días en que lo extraño tanto que parece que me vengo abajo, pero al final me levanto”.

Hoy, la casa de 78 entre 134 bis y 135, “vuelta a hacer” por un programa de televisión de un canal norteamericano que seleccionó la historia de Giselle y transformó por completo la vivienda de la joven, es un revuelo de chicos, de juguetes por todos lados, de mamaderas, de llantos y demandas, y esa mamá, que por momentos se cae pero que de inmediato se enfrenta a esta realidad, le agradece a la vida por el milagro del pequeño Javier,

“Parece una ironía, porque este hijo es lo último que me quedó de Javier y todavía no pude darle su apellido; tengo que hacer el ADN. Tampoco consigo que me otorguen la pensión que me corresponde”, concluye.

Díaz, que tenía 30 años en el momento de la tragedia, había llegado hasta la cuadra fatal del barrio Cementerio, desesperado, para rescatar a sus padres de los estragos de la inundación. Pudo salvarlos, pero no consiguió, a pesar de las ventajas de un estado físico inmejorable, salvarse a sí mismo.