Revalorizar la docencia de grado

ANA MARIA BARLETTA

Por ANA MARIA BARLETTA (*)

Nuestra Universidad siempre ha exhibido preocupación por la inclusión universitaria y lo ha demostrado facilitando las condiciones de ingreso de los estudiantes a través de programas de integración que realizan las Facultades. A pesar de ello, no siempre se lograron los objetivos propuestos. Persiste un problema en dos momentos: el de la entrada a los estudios de grado y el de la salida de la universidad. Nuestras carreras se alargan en un promedio general de 3 años para la obtención del título, a la vez que tenemos desgranamiento estudiantil en los 1eros. años. Las causas más tradicionales se centran en las condiciones de vida de los estudiantes, por eso la universidad ofrece servicios sociales que son notables en relación a lo escasamente existente en otras universidades: becas, comedor, atención médica y preventiva. Muchos de nuestros estudiantes son trabajadores con responsabilidades familiares, a la vez que ingresan prematuramente al campo laboral, antes de la obtención del título. Junto a fortalecer el trabajo docente en los primeros años, se trabaja en la reinclusión de alumnos demorados y en el acompañamiento de los estudiantes de los últimos años, atendiendo a la dificultad que genera la elaboración de la tesis o de los trabajos y prácticas profesionales al final de algunas carreras. Pero más allá de nuestras diferentes disciplinas y carreras, lo central podría ubicarse en promover la autorreflexión sobre un cambio de cultura institucional capaz de revalorizar la función docente en el grado, una función que no siempre ha sido considerada prestigiosa en relación a otras que en los últimos años se han consolidado a través de políticas nacionales de promoción e incentivos. Volver a pensar en qué medida el ambiente científico predominante ha ido en contra de la dedicación a la docencia y proponer modificaciones internas para valorizarla, desplazada como está de su antiguo prestigio por la investigación, el posgrado y la extensión. Sólo con detenernos en la expresión “carga de docencia” que usamos para referirnos a las horas exigidas de nuestra dedicación, delata una forma de concebir la función docente que pretendemos modificar. En suma, apuntar a la calidad de los docentes, a su formación y compromiso, a las estrategias de comunicación y a la calidad de sus clases porque es, justamente, lo que nuestros estudiantes buscan y no, meramente, como muchas veces se cree, facilidades en los trayectos y en la evaluación. Apostar, entonces, a que la educación universitaria como derecho universal deje de ser sólo un slogan de política pública y sea una meta lograda en nuestra Universidad.

(*) Vicepresidente Académica de la UNLP