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Información General |El misterio de Rut

Incertidumbre y angustia detrás del caso de la estudiante de Ingeniería desaparecida

Rut Avila Zambrana, de 19 años, salió de su casa para ir a cursar y nunca más volvió. El tormento y la sospecha de la familia

28 de Agosto de 2015 | 02:41

El martes de la semana pasada, a las 7,30 de la mañana, Rut Avila Zambrana (19) salió de su casa para ir a la facultad de Ingeniería y, luego de tomarse el micro 19 de la línea Oeste, nunca más volvió. Desde entonces, sus familiares y amigos viven una espera que se va convirtiendo en pesadilla e incertidumbre a medida que pasan las horas y los días. ¿Dónde está Rut?, se preguntan una y otra vez. Por ahora los investigadores de la DDI local no tienen la respuesta. Por ahora, dicen, su desaparición es todo un misterio.

“Estamos desesperados -contó Andrés, el papá-. Ella nunca fue de irse. Siempre fue una chica obediente que cursaba todos los días su carrera y que los fines de semana le gustaba ir a la iglesia”.

Todo aquel que pueda aportar información deberá comunicarse con el 911. Los familiares de la joven también habilitaron una línea telefónica: 15 5429717

La iglesia a la que se refiere Andrés está a unas pocas cuadras de su casa, en 523 entre 144 y 145, y se trata del templo evangelista “Nueva Vida”, donde Rut solía tocar el violín. “Eso es lo que más le gusta -cuenta el padre-. Ella tiene dos violines y lo raro es que uno falta. Se ve que se lo llevó, porque justo es el que más usaba”.

La mayor de cinco hermanos e hija de una familia de inmigrantes bolivianos que llegó a la Ciudad y se asentó en el barrio de La Granja hace ya casi dos décadas, Rut estudió en el conservatorio Gilardo Gilardi antes de ingresar a la UNLP y ahora, antes de desaparecer, repartía sus horas entre el estudio de ingeniería electromecánica, donde cursa el segundo año de la carrera, y la iglesia evangélica del barrio.

“Es una chica más bien tímida -la describe Mery, su prima-. No tiene muchos amigos y nunca anduvo de novia. Jamás. Su mayor pasión es la música cristiana y el violín. Se la pasaba tocando y, durante los fines de semana, cuando no tenía que rendir algún examen, le gustaba participar de los campamentos cristianos que organiza el templo. Ella no se iría por su cuenta, jamás lo hizo y no tenía ningún motivo para hacerlo ahora. Por eso estamos seguros de que a ella en estos momentos alguien la tiene privada de su libertad”.

No creo que haya desaparecido por su cuenta. Para mí, alguien la tiene privada de su libertad” Papá de Rut

Pese a las sospechas de Mery, que son también las de Andrés, la madre de Rut, Estefanía Zambrana, le contó a este medio que en los últimos días la relación con su hija venía “un poco floja”. Aunque el padre se niega a creer que su hija se haya ido enojada, relata algunos chispazos que tenían con Rut en el último tiempo. “Le recriminábamos que perdía mucho tiempo entreteniéndose con su teléfono celular”, cuenta, y agrega como detalle extraño: “Lo raro es que ese martes ella se fue bien temprano y cuando estábamos durmiendo, sin saludarnos como lo hace siempre. Pero es raro, nada más. De ahí a que se haya querido ir me parece demasiado”.

Disgustada por los reproches que su madre le hacía en los últimos días, el enojo de la joven fue todavía mayor cuando, según cuenta la propia Estefanía, el día anterior a que abandonara la casa del barrio La Granja para ir a la facultad “le sacamos el celular porque se la pasaba hablando con amigas”.

Para Mery, sin embargo, como para el resto de la familia Zambrana, “es demasiado raro que Rut se haya ido por su cuenta y en todo este tiempo no haya avisado nada. Ella jamás haría eso, ni aunque estuviese muy enojada. Siempre ayudó en la casa y para sus hermanos era casi como una madre. Siempre estaba dispuesta a colaborar y se preocupaba para que todo en la casa estuviese bien. Ella es muy responsable y muy creyente. No me cierra que se haya ido así, de la nada, y no de señal de vida en más de una semana”.

Entrecortado y con los ojos llorosos, angustiado como su esposa y sus hijos más pequeños, Andrés asiente y cuenta que su hija mayor jamás le trajo un disgusto. “Por eso estoy desconcertado -repite, con la mirada perdida y repleta de impotencia y temor-. La verdad es que no entiendo nada y no se ya qué pensar. No se en qué creer. Pienso, como dice Mery, que a ella alguien la tiene secuestrada. Hay alguien que no la deja volver a su casa”.

En los últimos días se organizaron marchas desde la propia facultad para pedir por el paradero de la chica y su carita adolescente es una de las tantas en el mosaico de rostros que, de manera siempre escalofriante, forman parte de la larga lista de chicos perdidos de la región y el país.

“Lo único que quiero es que vuelva”, dice el padre, con la voz ahogada y en un ruego que por momentos se torna una letanía. Una letanía desesperada ante tanta incertidumbre y misterio.

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