Venta ambulante: en la periferia platense es puerta a puerta y en cómodas cuotas

Hay espejos, sillones con personajes de Disney para los chicos, cajoneras de pino macizo y hasta modulares revestidos en fórmica. Pero también hornos eléctricos, planchas, multiprocesadoras y equipos de música. El valor de cada cosa se ofrece puerta por puerta y toda la mercadería, arrumbada como un bazar ambulante, se expone sobre un carro remolcado por motos de baja cilindrada o por personas de a pie. En el último tiempo, distintos barrios de la periferia de la Ciudad se convirtieron en el escenario elegido por los llamados “muebleros ambulantes”, una organización de vendedores cuya clave del éxito radicaría en el sistema de cuotas que ofrece y en la venta de sus productos a domicilio.

“Te golpean la puerta y te ofrecen lo que tienen, sobre todo los fines de semana, y las comodidades que te dan para pagar son casi siempre las que proponga uno”. El que habla es Pablo, un vecino de Altos de San Lorenzo que en las últimas semanas compró por este sistema un equipo de música de segunda marca y una mesita de luz. Por el primero, cuenta, arregló un pago de 12 cuotas de 130 pesos y le dieron una garantía de un año. “El equipo vino embalado y con su garantía adentro, igual a como te lo dan en cualquier casa de electrodomésticos”.

Algunos creen ver en los muebleros ambulantes la cara visible del trabajo esclavo que se escondería en los talleres clandestinos

Si bien las zonas donde operan son varias y pueden cambiar semana a semana -Villa Elvira, Los Hornos, Olmos, Romero y hasta Ignacio Correa- es en el sector de 19 a 23 y de 76 a 90, en Altos de San Lorenzo, donde en los últimos meses más operaciones de este tipo se habrían realizado.

“Los que trabajan acá son tres grupos -detalla Marcelo, un vecino de la zona de 81 y 23 que compró un roperito en 15 cuotas-. Al principio el negocio lo manejaba un grupo de vendedores colombianos. Venían a tu casa y te ofrecían también préstamos. Yo nunca saqué, pero se que en el barrio hubo gente que se enganchó. Algunos, cuentan, hasta se hicieron algunos arreglos en la casa con la plata que le dieron los colombianos”.

Según se desprende del relato de los propios vecinos, estos vendedores nunca trabajan por pedido y, como se dijo, van casa por casa en carros donde ofrecen la mercadería y con varias opciones de pago. La clave de su popularidad, lo argumentan la propia gente, se debe a a las ventajas que tiene el sistema de cuotas que ofrecen. Un sistema que, con un interés que ronda entre el 10 y el 15 por ciento- hace que la financiación se pueda extender por varios meses, según le convenga al comprador. En Altos de San Lorenzo, por ejemplo, muchos lo llaman el sistema “del cartoncito amarillo” o el “gota a gota”, pero que en todos los casos incluye cómodas cuotas que pueden arreglarse de manera mensual, quincenal, semanal e incluso diaria y por valores que para muchos pueden ser módicos, como 15 o 20 pesos. Una vez que la venta se acordó, se explica, los cobradores regresan al mes o al día siguiente para empezar a cobrar. “Mi vieja se compró un hornito eléctrico y lo terminó pagando 20 pesos por día -cuenta Pablo-. Pero en su caso eran vendedores argentinos y los cobradores paraguayos. Los colombianos por lo general no venden electrodomésticos: ellos, al menos hasta hace un par de semanas, se encargaban únicamente de la venta de muebles”.

Muchos de quienes ya conocieron el sistema, cuentan, saben que el principal beneficio para los vendedores reside en los intereses que se aplican sobre cada cuota al final del pago. Si bien se puede pactar diez, doce o hasta quince cuotas sin intereses, la mayoría de los vecinos opta por el sistema de cuotas diarias y así, se explica, una vez cancelada la deuda, los muebleros obtienen un beneficio muy por encima de cualquier tasa que estipule el mercado legal. Además, claro, la transacción se establece siempre dentro de un mercado informal.

“Te dan una tarjetita amarilla”, cuenta Miriam, una vecina de Villa Elvira que compró dos sillones para sus nietas por el sistema del pago día a día. A principios de año, además, Miriam compró en seis pagos un modular de fórmica a los vendedores colombianos, aunque ahora admite que desde hace dos o tres semanas a ese grupo también se lo dejó de ver por su barrio. “Antes pasaban casi todos los días y después se los empezó a ver durante los fines de semana -recuerda la vecina-, pero desde hace unos días desaparecieron y ya no se los vio más. Por lo que tengo entendido, las cuotas que tenían que cobrar en el barrio las cobraron todas”.

Al margen de la evasión de impuestos lógica que supone el comercio clandestino, muchos creen ver detrás del negocio de los muebleros colombianos una fachada al verdadero mecanismo delictivo: el de la usura. En distintas provincias, de hecho, ya se conocieron varias denuncias por estos casos (ver aparte). Y si bien en nuestra región nadie denunció hasta ahora ningún problema con los vendedores de nacionalidad colombiana, algunos vecinos, como se dijo, confiaron que hay cobradores que suelen ofrecer un sistema de préstamos donde el dinero se devuelve en menos de un mes y con un interés que ronda el 20 por ciento. “Los vendedores clandestinos que hemos detectado hasta ahora son de nacionalidad argentina”, precisaron fuentes de Control Urbano comunal, cuyos inspectores confiscaron esta semana en Ignacio Correa cinco sillas, doce armarios, ocho espejos y nueve sillones.

“Sabemos que ofrecen garantía en algunos productos pero los vendedores a los que se les secuestró la mercadería se niegan a dar información sobre el servicio técnico o el respaldo con el que cuentan para hacerlo”, confió Gustavo Luzardo, titular de Control Urbano y quien admite que bajo este sistema “es evidente que se esconde un grupo numeroso de personas, sobre todo por la cantidad de vendedores interceptados en este último tiempo y por las evidencias fotográficas que los propios inspectores nos acercan”.

Uno de los grandes interrogantes está relacionado con el origen de la mercadería. Si bien en Control Urbano admiten no tener ninguna evidencia que los vincule con talleres clandestinos en nuestra región, algunos creen ver en los muebleros ambulantes la cara visible de este forma de trabajo esclavo. En su caso, se apunta, suelen aparecer en grupos casi siempre itinerantes. Tocan algunas ciudades por un tiempo, recorren y se hacen conocidos en el barrio y, una vez que ya no tienen más cuotas por cobrar, se mudan sin dejar rastros.

En los últimos meses, algunas ciudades bonaerenses -como Luján, donde se conoció un sistema de ventas idéntico al de nuestro región llevado a cabo por vendedores llegados de Cali y Bogotá- ya alertaron sobre el fenómeno de los “muebleros colombianos” en sus calles. Por lo general, se explica, ocupan viejos galpones y la gente del barrio piensa que se va a instalar allí una especie de feria, pero a los meses desmontan todo y, rápidos y como si acaso estuviesen alertados que su presencia resulta cada vez más incómoda, desaparecen con la misma rapidez con la que llegaron.