Los abogados del diablo

Francisco Lagomarsino

Sometiendo a electrólisis fragmentos de metal bailable y pop gótico, La Secta revela en su flamante “Somos normales” una oncena de canciones de fragua industrial con estructuras clásicas... y chispas de fogón. Séptima hija de una discografía que incluye un volumen en vivo y otro de versiones, la obra otorga puntos extra de consistencia al trabajo de la banda platense en todos los rubros, desde el sonido al arte de tapa, sumando contundencia a los beats, épica a los estribillos y gracia a sus acostumbradas derivas estilísticas.

“’Somos normales’ es el disco más laburado y prolijo, y también, aunque hay electricidad y furia, el menos extremo en razón de que hay mas estructuras de canción” admite Gastón Cingolani, uno de los cantantes del quinteto que integra junto a Alejandro Arecha -voz-, Hugo Fernández -guitarra-, Emilio Pascolini -batería- y Marcos Scarafoni -bajo y programaciones-: “además, ‘Peccata mundi’ y ‘Drama’, los previos, son muy corporales y sexuales; éste es más metafísico”.

“La composición fue diferente a todo lo anterior” interviene Scarafoni, “porque se hizo antes de ser tocado; hay pistas enteras que salieron de impromptu, de un tirón en el estudio. El demo de ‘Suspendido’, por otro lado, es del primer año de La Secta. Nos divierte agarrar las cosas y hacerlas ser otras... A lo largo de los discos hay un par de canciones que son literalmente las mismas, pero reorganizadas”.

Grabado y mezclado por Scarafoni en el “home-studio” Cucuso Records, producido por sus autores y masterizado por Steve Corrao en Sage Audio (Nashville), el álbum apuesta a imponer condiciones desde la singularidad. “Nunca nos pegamos a una estética” aclara Cingolani: “diría que en algún sentido somos más posmodernos -lo que a esta altura ya suena un poco anacrónico- que contemporáneos, porque en el disco y el repertorio en general hay mucho reciclaje de citas pop, sin intención política ni parodia pero sí criticando desde la ironía las convenciones del rock”.