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La Ciudad |MAESTRAS Y BIBLIOTECARIAS AL RESCATE DE RELATOS E HISTORIAS

Escuelas en busca de la lectura perdida

Distintas experiencias en establecimientos educativos platenses apuestan a incentivar en los niños la pasión por los libros

22 de Marzo de 2015 | 02:21

“Hemos comprobado que merced a la profunda preocupación e interés de los docentes y bibliotecarios por incentivar el hábito de la lectura en los chicos, y al trabajo de hormiga que han realizado en los últimos años, cada vez más alumnos de primaria se acercan a las bibliotecas de sus escuelas. Y este año iniciaremos un estudio para cuantificar ese fenómeno”.

Lo afirma a pie juntillas la coordinadora del plan provincial de lectura, María Cristina Planas. ¿Leen los niños? Trazar un panorama general es imposible, cuando recién comenzará un relevamiento oficial para acercarse a la realidad. Pero sí es verdad que en numerosas escuelas llevan adelante desde hace tiempo iniciativas que buscan inculcar la sana y necesaria costumbre de leer en los pequeños. Y los resultados son buenos, aseguran en dos colegios platenses con distintas realidades que, por lo tanto, han encarado la problemática con diferentes herramientas. Dos ejemplos exitosos; sin duda que entre muchos otros. O para imitar, allí donde están buscando el camino de poner en contacto a los chicos con los libros.

Pero antes de entrar a sendos edificios escolares, vale detenerse en una afirmación de Cristina Planas: “No se puede pensar en ningún proyecto de promoción de la lectura en los colegios sin la figura de la bibliotecaria. Es clave, central. Es una gestora cultural en su sentido más amplio, porque hoy propone, lee, acerca el libro a los chicos, genera ambientes particulares. Hay bibliotecas con almohadones, y con bullicio, un sano bullicio que indica que hay chicos realizando actividades”, enfatiza.

En la histórica Escuela Nº 19 de 41 y 22, Andrea Pauloni hace siete años que viene desarrollando aquel trabajo de hormiga para que los niños se apropien de los 7.000 ejemplares que se encuentran prolijamente distribuidos en decenas de estantes. Es la bibliotecaria del turno mañana. Por la tarde -aclara ella- el trabajo queda en manos de Ana María Espósito.

¿Los chicos leen? Andrea deja en claro que no se puede generalizar. “Hay algunos que están muy motivados, y otros, nada, a tal punto que les llama la atención que uno les lea”, cuenta. Y Andrea les lee. Como mínimo, una vez por semana a cada grado del ciclo inferior. Podría hacerlo en el aula, pero ella prefiere ir a buscarlos y llevarlos a la biblioteca, para que se adueñen de ese espacio.

La tarea de la bibliotecaria -siempre en coordinación con la maestra- adquiere aún más relevancia en una escuela como la Nº 19 donde el proyecto institucional se basa en la literatura.

¿Cómo se traduce eso en el aula? “Cada grado debe leer y analizar por lo menos tres libros al año”, explica Andrea, y apunta que siempre se va buscando renovar la propuesta. Por ejemplo, en 2015 se decidió que cada grado aborde un subgénero literario.

TODOS LOS DIAS, O NO SIRVE

La bibliotecaria de la 19 subraya que “lo importante es que la biblioteca esté siempre abierta. Nosotras vamos a buscar a los chicos, para que vengan acá, que se familiaricen con este ámbito desde primer grado. Es un lugar distinto desde el cual se apoya la tarea del docente”, cuenta y dice que “el trabajo debe ser sistemático, si no es imposible. Pero da resultados. Tanto que casi todos los chicos de la secundaria (que funciona en planta alta) que vienen a buscar libros son ex alumnos de la Escuela 19”, afirma orgullosa.

Y resalta el hecho de que su rol y el de sus colegas ya no es solo prestar libros. Y lo grafica: “Cada vez que los nenes me cruzan por los pasillos me preguntan cuándo les voy a leer, eso es síntoma de que algo va bien”, considera.

ARTESANOS DE LA LECTURA

Las bibliotecarias escolares se reúnen periódicamente. Para capacitarse -algo bastante frecuente, reconocen- y para intercambiar experiencias. Buenas y malas, como cuando algunas cuentan que en sus colegios no hay biblioteca. ¿No hay libros? Libros puede haber, pero en un pasillo, en la dirección, no existe el espacio físico “biblioteca”, tan necesario como se ve en la experiencia de la Escuela 19.

Donde no había libros era en las casas de los alumnos de la Primaria Nº 40 de Altos de San Lorenzo. Con una población altamente vulnerable, esa problemática comenzó a traducirse en una “muy escasa lectura” y en todos los problemas que ello acarrea consigo.

Fue entonces que, hace 10 años, bajo la gestión de María Inés Giusto, surgió una iniciativa que terminó arrojando excelentes resultados: la elaboración por parte de los chicos de libros artesanales.

La actual directora, María Laura Chaves, entonces era maestra, y la vice, Myriam Purdie, era secretaria. Cuentan que “todo el plantel docente se comprometió con el proyecto, que no sólo se mantiene hasta la actualidad sino que fue creciendo, al punto que en octubre, cuando los niños presentan los libros (que luego se llevan a sus casas) la escuela rebalsa de padres entusiastas que hasta toman fotos”. Ya es una tradición. Sana por cierto.

“Se empieza a trabajar en marzo, definiendo la temática. En cada grado la maestra propone varias alternativas y los alumnos votan”, cuentan Laura y Myriam, y se entusiasman tanto o más que los papás al comentar que “la experiencia se desarrolla todo el año y se le dedica al menos dos horas por semana”.

Subrayan: “Es que desde ese trabajo se aborda la investigación, y, por lo tanto, la lectura; la escritura, pues los chicos escriben sus propias historias a partir de lo que han investigado; también conocen al pie de la letra las partes de un libro porque hacen el índice, las recomendaciones, la tapa y contratapa -en artística-, y además, los padres participan activamente”.

Dos casos distintos. Pero los dos exitosos. Todo por la lectura.

Clave
“Hay que leerles y hacerlos leer cada día y de primero a sexto grado. Esa es la clave, si no, no tiene sentido”, dicen en la Escuela 19

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