Un economista para la AFA

Es viernes 19 de junio de 1936 en Nueva York. El reloj marca las 21 de una noche insoportablemente calurosa en el Yankee Stadium. Después de 37 minutos de intensa pelea, Max Scmelling, campeón alemán de los pesos pesados, le asesta un derechazo furibundo a la mandíbula al Bombardero Marrón, el hasta entonces invicto y gran favorito Joe Louis.

El inesperado resultado de la primera pelea generó una expectativa extraordinaria en la revancha con más de 70.000 espectadores colmando las instalaciones y una recaudación de un millón de dólares -unos 16 millones a valores actuales-, cifra impensada para la época.

Louis finalmente ganó el segundo enfrentamiento y 26 años más tarde, el economista Walter Neale, en un extraordinario artículo del Quarterly Journal of Economics, acuñó el concepto de `Paradoja de Louis-Schmelling` para referirse al balance competitivo que debe existir en los deportes para que la competencia resulte atractiva para los espectadores, puesto que toda vez que el resultado de una contienda pueda descontarse de antemano, la gente deja de tener interés en pagar una entrada para ver algo que ya sabe cómo terminará.

EL FACTOR DEL AZAR

La anécdota de la famosa pelea nos enseña que en materia deportiva siempre hay lugar para el azar del golpe milagroso, como el que encontró el Roña Castro en aquel 10 de diciembre de 1994 en Monterrey, México, ante un seguro David Jackson, o de la pelota que pega en el palo o rebota en un jugador y se cuela entre las manos sorprendidas del arquero, como le sucedió al flaco Schiavi en enero pasado, dándole a Independiente la Copa de Oro del verano.

En rigor, como puede haber comprobado cualquiera que haya jugado alguna vez una boleta del famoso PRODE, los resultados insólitos y los partidos que se ganan de carambola son una cosa mucho más común que lo que el prejuicio del hincha está dispuesto a aceptar.

En una investigación de Ben Naim, Vazquez y Redner, de las universidades de Boston y Los Alamos, los autores prueban con un sofisticado modelo matemático y estadístico, que el 45,2% de los resultados de los partidos de la Premier League, en Inglaterra, son inesperados y van en contra de las predicciones de las casas de apuestas.

EL FUTBOL LOCAL

En nuestro país, Clauss Bittner y José Saracut, de la Universidad Di Tella, compilaron los datos de 10 torneos de la segunda mitad de la década del '90. Aunque el estudio se hizo con el objeto de determinar el impacto de la performance en las recaudaciones (los ingresos por entradas de Boca caen un 9,7% por cada posición que pierde en el campeonato, los de River 11,83%, los de Estudiantes 3,67% y los de Gimnasia no cambian con la posición), por gentileza del profesor Ernesto Schargrodsky, que coordinó el trabajo, pude acceder a la base de datos.

Resulta que cuando se enfrentan dos equipos con similar posición en la tabla, el local gana 38% de las veces, mientras que el visitante lo hace en 32% de las oportunidades, pero cuando el local llega al partido mejor posicionado que el visitante, triunfa en el 52% de los partidos, relegando al visitante que sólo se lleva los 3 puntos un 20% de las veces, de modo que predecir que va a ganar el favorito implica errarle 47% de las veces, lo que indica que nuestra liga es ligeramente más competitiva que la inglesa. Cuando el favorito es el visitante, por su parte, gana sólo el 34% de los partidos (empata el 33%), de modo que pronosticar su triunfo implica una equivocación en el 66% de los casos, al tiempo que poner un doble apostando a que gane o empate, aún nos haría perder plata el 33% de las veces.

CASUALIDAD Y TORNEOS CORTOS

En cualquier deporte en el que exista una cuota de azar tan importante, la diferencia entre un participante más talentoso que otro sólo puede emerger sistemáticamente al cabo de numerosos enfrentamientos y por esa razón la AFA organizó los torneos cortos de 19 fechas, puesto que así la casualidad juega un papel muy importante y prácticamente cualquiera puede salir campeón, garantizando que la liga sea más balanceada y competitiva que las europeas de 38 partidos.

El problema es cuando esa aleatoriedad se aplica para decidir qué clubes son los peores, puesto que el descenso a la B es vivido con mucho mayor sufrimiento y tiene un peso psicológico en el hincha, mucho más grande que la frustración por no salir campeón. Por esta razón, y con buen tino, la AFA introdujo en 1983 el sistema de descensos, que al promediar los resultados de tres temporadas completas (seis torneos actuales) baja drásticamente el efecto del azar, disminuyendo las chances de que un equipo descienda sólo por haber tenido mala suerte en un torneo.

La reciente reforma discutida esta semana en la AFA, resulta entonces doblemente perjudicial. En primer lugar porque al anualizar el torneo, reduce el balance competitivo haciendo mucho más difícil que se cuele el azar y limitando así las chances de que los equipos medianos y chicos puedan salir campeones.

Respecto a la propuesta para el descenso, de acuerdo a los datos de los últimos 20 torneos jugaría la zona permanencia cualquier equipo que sacara menos de 25 puntos, e incluso Rosario Central habría caído en el apertura del 2009 con 31 puntos. Lo notable es que aún para cualquier equipo de los mejores es perfectamente posible sacar menos de 25 puntos solamente por mala suerte, incluso habiendo jugado de manera aceptable todo el torneo.

Con la reforma, salir campeón sería más la consecuencia del mérito deportivo, pero irse a la B en 38 fechas sería un resultado perfectamente factible de los caprichos del azar.