El volcán afloja, pero igual mantienen la alerta máxima

JAVIER ALVAREZ, EL ÚNICO CIVIL QUE SIGUE VIVIENDO EN CAVIAHUE, LA VILLA TURÍSTICA EVACUADA

Si bien el volcán Copahue se mostró en las últimas horas con una actividad estable y decreciente, las autoridades decidieron mantener la alerta roja y la evacuación de la zona “hasta nuevo aviso”.

El Comité Operativo de Emergencia (COE), que emite un informe diario realizado por el vulcanólogo Alberto Caselli, señaló ayer que en función del ascenso del cuerpo magmático, la sismicidad y otros indicadores, se recomendaba mantener el alerta rojo hasta que cambien esos datos.

El domingo comenzó con las expectativas puestas en la disminución del nivel de alerta, pero sin embargo la situación de restricción se mantuvo todo el día sin cambios, y se realizaron dos nuevos viajes “en caravana” para que vecinos de Caviahue alimenten a sus mascotas, recorran sus viviendas y comercios y regresen con los alimentos y enseres necesarios para continuar lejos de sus viviendas.

Las visitas coincidieron con la recorrida de técnicos de organismos provinciales y nacionales, quienes además de hacer reparaciones de estructura afectada por las nevadas y los fuertes vientos, instalaron un segundo sismógrafo del Servicio Nacional de Geología y Minería (SEGEMAR) y otros equipos de monitoreo.

LA VIDA DE LOS EVACUADOS

Mientras tanto, las visitas a las casas dejadas en la evacuación de Caviahue se repiten a diario y con las mismas características: están tal cual las dejaron el lunes, aunque oscuras y heladas, y sus moradores expresan cada vez más nostalgia y deseo de regresar.

Es el caso del profesor y músico Ernesto Moreno y su pareja Silvana Martínez, también docente, aunque designada directora de un colegio en Neuquén, a 350 kilómetros, a donde vive de lunes a viernes y regresa los fines de semana.

Ahora la casa está cerrada, la calefacción apagada y las ventanas tapadas para evitar que los fuertes vientos ensucien y dañen el interior, y la temperatura allí se acerca a los cero grados.

“Acá no cambia nada, no hay ningún problema, venimos para alimentar al perro y mirar un poco como está todo, porque extrañamos mucho”, expresó Silvana.

“En 2000 hubo otra erupción, y mucha gente con poco conocimiento de la vida junto a un volcán entró en pánico. Dejaban todo y huían, y algunos no volvieron más. Pero gracias a la prevención y la organización, eso no sucede más”, explicó.

En cada visita “en caravana”, los coordinadores repasan las instrucciones ante la eventual emergencia. “Si suena la sirena, todos debemos ir en el acto al campamento de Vialidad, al final del pueblo, y armar la caravana para bajar”, señaló Ernesto.

Los ejercicios de evacuación realizados anteriormente lograron vaciar el pueblo en media hora, y la evacuación del lunes, con la sola amenaza de la erupción, fue de una hora.