Llegó la hora

“Llegó la hora de que decidamos qué Argentina queremos”. El volante, que recibo el viernes pasado, apenas antes de entrar al Monumental, no se refiere a la selección del Tata Martino. Si a la que había lucido en algunos partidos de la Copa América o a la que había caído ante Ecuador en su debut en las eliminatorias. Era, en realidad, una propaganda del candidato oficialista Daniel Scioli para las elecciones del domingo próximo. Ya en el palco de prensa del estadio de River, nos llegan las primeras imágenes desde París. Jugadores pasándose la pelota, sin saber qué hacer tras la primera explosión en pleno partido Francia-Alemania en el amistoso en el Stade de France. Ahora sabemos que el desastre podría haber sido aún mayor, porque detuvieron a tiempo a terroristas dispuestos a hacer explotar todo. “Acostumbrado a las canchas argentinas primero no pensé nada malo tras esa explosión, pero claro, todo terminó con escenas como de una guerra”, contaría luego a TN Gabriel Levinas, un argentino presente en la cancha que fue sede central del Mundial 98. Aquello fue una fiesta. Lo del viernes fue horror.

Un debate que, es cierto, se abre cuando el equipo no gana. Porque en el fútbol, suele decir el Maestro Oscar Tabárez, “el que gana tiene razón”.

Minutos después también se escuchan explosiones en el Monumental. Son fuegos artificiales inoportunos, a esa altura, de decidido mal gusto. Acto seguido, como si nada, por los altavoces se pide un minuto de silencio por los atentados en Francia. El zaguero brasileño David Luiz, muy religioso, se sabe, y jugador además del París Saint Germain, igual que Angel Di María, Ezequiel Lavezzi y Javier Pastore, levanta sus brazos y su vista al cielo. Está rezando. Su expulsión sobre el final del partido confirma la sensación que había dejado en el Mundial 2014. Es un jugador inmaduro. Una pena que la Argentina de Martino, que jugó un gran primer tiempo, no haya podido aprovechar las ventajas de un Brasil pobrísimo, que buscó toda la noche a Neymar para tener algo de respiro. Pero no lo encontró nunca. A ese Brasil del David Luiz inmaduro y de Neymar desaparecido, no pudo ganarle Argentina el viernes por la noche en River. Y ahora, el equipo de Martino llega hoy a Barranquilla penúltimo en la tabla. El 22 por ciento de eficacia marca el peor inicio histórico de la selección en eliminatorias mundialistas, exceptuando las de México 70. Claro, aquella serie comenzó con dos derrotas. Argentina, se sabe, no se clasificó a ese Mundial mexicano que terminó coronando tricampeón al Brasil de Pelé.

No habría por qué ser alarmistas. Apenas van tres fechas de una larga eliminatoria. Después de la derrota en la final de la Copa América de Chile, se dijo que el nuevo objetivo eran las eliminatorias de Rusia 2018. Casi todas las voces restaron importancia a lo que se venía. Daban por descontada una clasificación que, ahora, tras estos primeros resultados difíciles, se anuncia como la más difícil de todos los tiempos. En la que cada punto será clave. De ahí el lamento por el empate del viernes en River. Porque Argentina tenía todo para ganar. Porque era Brasil. Y porque habría significado un golpe de confianza para recomenzar una serie que, según lo que suceda hoy en Barranquilla, podría provocar debates fuertes y hasta complicar seriamente la continuidad de Martino. Se escucharon muchos rumores el mismo viernes en el Monumental, antes y más aún después del clásico contra Brasil.

Facundo Roncaglia anuló a Neymar, Nicolás Otamendi y Ramiro Funes Mori fueron agresivos y hasta rápidos para pasar al ataque, Marcos Rojo se proyectó bien, Javier Mascherano y Lucas Biglia se adueñaron del medio, Ever Banega lideró la planificación ofensiva, Di María fue el desequilibrio, Gonzalo Higuaín mantuvo el tono y Ezequiel Lavezzi confirmó que, al menos en la selección, él es más valioso que Carlos Tevez, aunque no tenga el mismo ruido mediático que el de Boca. Sergio Romero perdió firmeza apenas una vez. Bastó para que Brasil se llevara un empate injusto. Y para que volvieran las dudas. Sucedió apenas después de que Banega estrellara un tiro en el poste, que podría haber sido el 2-0 y que la historia fuera hoy bien diferente. Como siempre, es cuestión de elegir ahora con qué mitad del vaso quedarse. Con la media llena que dejó el equipo por su gran primer tiempo, aún con seis bajas de peso. O con la media vacía porque no supo rematar el cotejo. Y porque tampoco tuvo luego buen fútbol para reaccionar tras el empate. Mostró garra en esos minutos finales, cuando arrinconó a Brasil en su área. Pero le faltó juego.

¿Se quedó el equipo sin resto físico en el segundo tiempo? Si fue así, el dato es preocupante. Porque hoy se juega otro partido dificilísimo en el calor y la humedad de Barranquilla ante la Colombia de José Pekerman y de James Rodríguez, que el jueves igualó 1-1 contra Chile en Santiago. Y porque, en medio de tantas bajas, Martino tiene menos recambio. El problema se vio el mismo viernes contra Brasil. Los ingresos de Erik Lamela, Paulo Dybala y Nicolás Gaitán no tuvieron efecto. Martino, sin ropa deportiva, como siempre, sino de saco y corbata, estrujó con furia una botella de plástico tras el gol del empate de Brasil. No fue su único cambio. Su equipo dejó de insistir con la salida de toque desde abajo. Eligió el pelotazo cada vez que Brasil presionó. Sigue sin aparecer clara la identidad del equipo. Un debate que, es cierto, se abre cuando el equipo no gana. Porque en el fútbol, suele decir el Maestro Oscar Tabárez, “el que gana tiene razón”.

La “razón” hoy en el fútbol sudamericano no la tienen ya los dos colosos históricos, ni Argentina ni Brasil, ambos complicados

La “razón” hoy en el fútbol sudamericano no la tienen ya los dos colosos históricos, ni Argentina ni Brasil, ambos complicados en una eliminatoria que, por primera vez después de muchos años, iniciaron con un fixture menos cómodo. Argentina y Brasil dejaron de ser colosos también afuera de la cancha. Julio Grondona murió y Ricardo Teixeira se fue. Los países que parecían asumir el nuevo liderazgo en la Conmebol sufrieron duros golpes en esta última semana. Chile y Colombia perdieron a los presidentes de sus Federaciones respectivas, Sergio Jadúe y Luis Bedoya. Consecuencias de una corrupción que no termina y que obligaría a un nuevo recambio de autoridades en la Conmebol. Y que, además, se traslada al juego. Sus selecciones jugaron el jueves en Santiago en medio de rumores de que también podrían irse sus dos técnicos, Jorge Sampaoli en Chile y Pekerman en Colombia. Ambos argentinos. Curioso. Pekerman y Martino igualaron sus últimos partidos. Si no ganan hoy, inevitable, crecerán los rumores de eventuales partidas.

Barranquilla será más difícil que el Monumental. La ciudad colombiana puede ofrecernos buenos recuerdos. Marcó un antes y un después para la selección de Carlos Bilardo en su gira previa al Mundial que terminó ganando en México 86. El equipo sufría divisiones y una reunión del plantel, con el cuerpo técnico excluído, selló el acuerdo. Fue también en Barranquilla donde la selección de Alejandro Sabella enderezó una eliminatoria que terminó llevándonos a la final de Brasil 2014. Claro, no está Diego Maradona. Y tampoco están siquiera Leo Messi y Kun Agüero, líderes de la última reacción. Hay un equipo, eso sí, que jugó un gran primer tiempo el viernes en el Monumental. Y que hoy debería comenzar a ganar.