La crisis de Cataluña pone en un serio aprieto a la Unión Europea

La situación de Cataluña, que insiste en sus intentos separatistas, ha dejado en una posición incómoda a la Unión Europea (UE) y a sus integrantes, que apoyan la postura española de unidad no sólo por motivos de respeto a políticas internas de la nación ibérica. En realidad, temen que si prospera la causa catalana, avance una marea de referendos separatistas que podrían desmoronar al bloque.

Varias regiones exteriorizan en la UE aspiraciones similares a la de Cataluña, como el País Vasco en España o Flandes en Bélgica.

La tensión independentista disminuyó en el País Vasco, que se divide entre España y Francia, desde la disolución de Batasuna, brazo político de ETA, en enero de 2013. En octubre de 2011, el movimiento armado vasco ETA renunció a la lucha armada, tras 40 años de violencia con un saldo de 829 muertos.

Sin embargo, el separatismo vasco no desapareció. La coalición de izquierda independentista EH Bildu es la segunda fuerza política local. El País Vasco goza en España de una autonomía fiscal muy ventajosa, un sistema que reclaman los catalanes. El 24 de septiembre pasado, el presidente regional vasco Iñigo Urkullu, nacionalista conservador, llamó al reconocimiento de las naciones vasca y catalana.

ABANICO DE DESAFIOS

Córcega, en tanto, es la única colectividad en Francia -fuera de los territorios ultramarinos- que dispone de un estatuto particular. En 2014, el Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC) anunció que deponía las armas tras años de atentados y ataques armados.

En 2015, una alianza de independentistas moderados accedió al gobierno de la Asamblea Territorial. En junio de 2017, Córcega eligió por primera vez tres diputados nacionalistas. La Asamblea de Córcega reclama que el corso sea reconocido como idioma oficial junto al francés, y un estatuto fiscal específico.

Pero el gobierno central sólo accedió a la instauración de una colectividad única a partir de enero de 2018, en sustitución de los dos departamentos actuales. El 22 de septiembre, la Asamblea de Córcega destacó “la legitimidad incontestable del gobierno de Cataluña”.

Reino unido también enfrenta un desafío con Escocia, un región semiautónoma desde 1998, que tiene un parlamento con un amplio abanico de competencias, salvo la diplomacia y la defensa, áreas exclusivas del gobierno británico.

En 2014, Escocia celebró un referendo de autodeterminación en el que 55% de los votantes dijo no a la independencia.

El triunfo del Brexit (salida del Reino Unido de la UE) reactivó la idea de un nuevo referendo en 2018, pero los malos resultados obtenidos en las legislativas de junio pasado por el Partido Nacional Escocés (SNP) llevaron a que la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon (que apoya la independencia catalana) aplazara la decisión.

En Flandes, región del norte de Bélgica, el partido nacionalista Nueva Alianza Flamenca (N-VA) reivindica la creación de una República Flamenca. En las legislativas belgas de 2014, N-Va se convirtió en el principal partido de Bélgica y piedra angular del gobierno federal del francófono Charles Michel.

Las regiones de Lombardía y Véneto (norte de Italia) también están trabajando para lograr una mayor autonomía.

En tanto, las Islas Feroe (archipiélago de Dinamarca en el Atlántico Norte) celebrarán en abril de 2018 un referendo sobre una nueva Constitución que contempla el derecho a la autodeterminación. Ese territorio, que logró su autonomía en 1948, tiene un parlamento y soberanía sobre las aguas territoriales. Sin embargo, la diplomacia y la defensa siguen en manos del gobierno central danés.

Algo que deja claro la sensibilidad hacia el separatismo regional es que, todavía hasta hoy, 5 de los 28 Estados miembro de la UE –entre ellos España– no reconocen la independencia de Kosovo (declarada en 2008), pese a que la misma OTAN estuvo en contra de los esfuerzos serbios para mantener control sobre el territorio.