“Wheelie-chorros”, la modalidad delictiva que irrumpe en la Ciudad

Un ladrón se sienta firme en el asiento de una moto, acelera con una carrera corta levantando una rueda -práctica conocida como “wheelie”-y le apunta a la puerta de una casa donde quiere entrar como para romperla. Ayer hubo cuatro robos que comenzaron así. La modalidad ya había ocurrido en la Ciudad, aunque esta seguidilla indica que ahora irrumpió con más fuerza.

Todo pasó entre las 4 y las 5 de la madrugada, cuando el factor sorpresa por la aparición de ladrones es todavía más fuerte. Las familias afectadas vieron cortadas sus horas de descanso en el medio de la incertidumbre y el pánico.

Los primeros casos se dieron en 22 entre 59 y 60 y en 60 entre 21 y 22, con 50 metros de distancia. Stella Maris sintió dos golpes, que para ella fueron patadas, que la hicieron saltar de la cama y empezar a gritarle a su familia que llamara a la policía. Los ladrones -dos o tres, según las estimaciones principales- destrozaron la mitad inferior de la abertura de madera, contó la víctima, que vive sobre 22.

Tanto Stella Maris como su familia escucharon voces ajenas dentro de la casa pero no vieron a nadie. Aparentemente, los intrusos se dieron cuenta de que fueron descubiertos y decidieron que era mejor irse rápido, sin robar nada. Por las dudas, ella corrió a tapar el espacio abierto con un mueble y un piano, a modo de obstáculos.

Por lo que pudieron reconstruir fuentes policiales, esos mismos delincuentes pretendieron ingresar de la misma forma en una casa de 60 entre 21 y 22, en la misma manzana. Los voceros se limitaron a decir que de ahí tampoco se llevaron elementos sustraídos.

Uno de los lugares donde más tensión hubo fue en 55 y 29. “Le pegaron a la puerta con la moto y la abrieron casi hasta partirla. Nos despertamos con mi marido y con mi bebé. Tuvimos que ir a sostenerla desde adentro para que no se metieran”, aseguró una mujer que vive ahí, que horas después seguía muerta de miedo.

La pareja empezó a gritar desaforada y la abertura quedó parcialmente trabada por un pasador, más la fuerza que hacían las víctimas. Esas tres circunstancias hicieron que los delincuentes decidieran irse sin entrar ni robar nada. “Si no, capaz que no la contamos. Tenían mucha saña. Intentaron entrar un par de minutos y se escaparon”, contaron en ese domicilio.

A diez cuadras de distancia, ya en La Loma, se vivió la misma situación en 45 entre 30 y 31. Verónica (42) estaba con sus hijas de 7 y 9 años. También oyeron un estruendo a la madrugada.

Los delincuentes sí entraron a la casa y “arrancaron un televisor, con cables y todo, que hizo que se cortara la fase y nos quedáramos sin luz”, explicó la mujer.

En el lugar también empezó a sonar la alarma. Por ende, la chicharra estridente más la oscuridad total hicieron que los ladrones huyeran.

Verónica nunca se cruzó con los sujetos, aunque se enteró de que “había dos autos de apoyo” en colaboración con ellos. “Se quedó un patrullero de custodia, pero solamente un rato. El susto no se lo deseo a nadie”, señaló.

En 55 y 29 tuvieron que pedir plata prestada para los arreglos, faltar al trabajo para cuidar la casa y quedarse “solos todo el tiempo”, con el temor de que los delincuentes volvieran. Allí, además, se quejaron por la inseguridad, cada vez más violenta.