Hasta el pan contamina

“Más bueno que el pan” es el dicho popular, pero parece que en la actualidad, estas palabras ya no tendrían la misma validez.

Este alimento milenario, base de la pirámide nutricional de millones de personas en todo el mundo ha dejado de ser un producto inocuo para la ecología y la salud.

Es que un nuevo estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Sheffield, de South Yorkshire, Inglaterra, ha analizado el impacto que la fabricación del pan tiene cada día en la medio ambiente local y mundial.

El estudio en cuestión, publicado en la revista “Nature Plants”, buscaba analizar todo el proceso de producción de un pan, desde el cultivo y la recolección del trigo, hasta la molienda del grano, la producción de la harina, el horneado y la presentación final. Los resultados mostraron que el uso de fertilizantes con base de nitrato de amonio en el cultivo del trigo aporta un 43% de emisiones de gases de efecto invernadero, lo cual según Liam Goucher -principal autor de la investigación- empequeñece el impacto que puedan llegar a tener los demás procesos en la cadena de suministros.

Goucher recalcó que la contribución al medio ambiente de los fertilizantes que se emplean para aumentar las cosechas de trigo es “muy preocupante y poco conocido”. El investigador advirtió que: “encontramos en cada pan un impacto directo en el ambiente que proviene del fertilizante aplicado a los campos de los agricultores para aumentar su cosecha de trigo, con consecuencias nefastas dado el grado de liberación de gas nitroso que se produce cuando el suelo se degrada”.

Es decir que no importa tanto que la producción sea casera o industrial, ya que el proceso de obtención de la materia prima es altamente contaminante.

Desde la misma universidad, Peter Horton, co-autor del estudio mencionado, destaca que se han enfocado en el desafío que el pan representa para la seguridad alimentaria y para la sustentabilidad del planeta. La idea es entonces, resolver los principales conflictos en el sistema agroalimentario, cuyo objetivo primordial es hacer dinero: “La alta productividad agrícola, necesaria para obtener ganancias para los agricultores, las agroempresas y los minoristas de alimentos y al mismo tiempo mantener precios bajos al consumidor final requiere de la aplicación de fertilizantes relativamente baratos, pero en nada sostenibles”.

Horton afirmó que las más de 100 millones de toneladas de fertilizantes que se usan cada año para apoyar la producción agrícola producen un fatídico impacto en el aire y los suelos a nivel local y global. Las soluciones para disminuir dicho impacto comienzan con la aplicación de mejores prácticas agronómicas que aprovechen la agricultura orgánica combinándola con nuevas tecnologías que mejoren el monitoreo del estado nutricional de los suelos y plantas y reciclar los desechos de la manera más adecuada.