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Espectáculos |La vigencia de un clasico

Hace 25 años se apagaba la vida de Atahualpa Yupanqui

Se cumple hoy un cuarto de siglo de su muerte, sin embargo, su legado continúa siendo un faro para las nuevas generaciones

Hace 25 años se apagaba la vida de Atahualpa Yupanqui

Nacido el 31 de enero de 1908 en Pergamino, falleció el 23 de mayo de 1992 en Nimes, Francia. Sus cenizas fueron esparcidas en el Cerro Colorado - ARCHIVO

23 de Mayo de 2017 | 04:05
Edición impresa

Referente indiscutible de las posibilidades expresivas del folclore, Atahualpa Yupanqui apagaba hace hoy 25 años su vida, aunque su legado, todavía sigue siendo un faro para las posteriores generaciones, como una personalidad artística única e inobjetable.

Nacido el 31 de enero de 1908 en un paraje del partido bonaerense de Pergamino, la música de Don Ata abrazó, sin embargo, acentos regionales que desbordaron a la zona pampeana.

Con la guitarra sin adornos y la poesía en un estado de salvaje belleza, Yupanqui retrató profundamente su hábitat en unas 1.200 composiciones y media docena de libros donde aborda la insignificancia del hombre ante el vasto mundo, ante el paso del tiempo, ante la acechanza de la soledad.

En la amplia producción artística del creador se cuentan zambas, canciones, milongas, chacareras, vidalas y estilos que constituyen una sólida columna vertebral para cualquier antología del arte criollo.

Su nombre real fue Héctor Roberto Chavero Haram, pero desde la infancia se bautizó como Atahualpa en referencia al cacique inca; el apellido Yupanqui se incorporó luego y su sonoridad remite, en quechua, al que viene de tierras lejanas para decir algo.

VIDA Y OBRA

Hijo de padre ferroviario, Atahualpa estudió violín y guitarra desde los seis años con el profesor Bautista Almirón, que le presentó un horizonte distante del mundo rural que lo circundaba.

Los preludios de Fernando Sor y las transcripciones de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann lo encandilaron de inmediato.

Sin embargo, Yupanqui iba a formar un lenguaje propio con el que alcanzó a atrapar caminos, paisajes, relatos de la vida cotidiana. “Los días de mi infancia transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en revelación”, recordó alguna vez.

A los 19 compuso “Camino del indio”, una canción simple de su infancia tucumana que luego se convirtió en un himno de la indianidad. Y más tarde, en tiempos del primer peronismo, fue perseguido y encarcelado por su afiliación al Partido Comunista, que declinó años después.

“Estuve varios años sin poder trabajar en Argentina… Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Buscaban deshacerme la mano pero no se percataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el Si menor que me cuesta hacerlos”, relató años más tarde.

En aquel tiempo de hostilidades alumbró “El payador perseguido”, una de sus obras más recordadas. “Por fuerza de mi canto/ conozco celda y penal/Con fiereza sin igual/más de una vez fui golpeao y al calabozo tirao/como tarro al basural”, escribió allí.

NUEVOS AIRES

En 1949 buscó un aire nuevo en tierras europeas, donde logró el cobijo artístico de Edith Piaf y encontró el éxito internacional. La obra de Atahualpa se popularizó a nivel local en los años 60 con el impulso de Jorge Cafrune y Mercedes Sosa, quienes grabaron sus composiciones.

Registró 325 canciones entre las que sobresalen “La alabanza”, “El arriero”, “Basta ya”, “Los ejes de mi carreta”, “Le tengo rabia al silencio”, “Piedra y camino”, “Viene clareando”, “Chacarera de las piedras”, “La hermanita perdida”, “Camino del indio”, “Zamba del grillo”, “Milonga del peón de campo”, “Luna tucumana”, “La añera”, “La pobrecita”, “La flecha”, “El alazán”, “Madre del monte”, “A qué le llaman distancia” y “Milonga del solitario”.

Alumbró también la novela “Cerro Bayo”, luego tomada como guión para la película “Horizontes de Piedra” con papel protagónico del propio Yupanqui.

En 1992 viajó a Francia para actuar en Nimes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Sus cenizas fueron esparcidas en Cerro Colorado.

 

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