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Información General |LA REALIDAD TRAS EL PROYECTO DE REPARACION APROBADO POR EL SENADO

La cara del drama que menos se ve

Tras la muerte de sus madres y con sus papás en prisión, los hijos de las víctimas hoy quedan muchas veces condenados a un cruel desamparo

La cara del drama que menos se ve

Julia Torres, asesinada en 2013 por su ex marido, a quien había denunciado 25 veces por golpearla, tenía cuatro hijos - la voz del interior

Por NICOLAS MALDONADO

6 de Junio de 2017 | 01:44
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Cuenta Noemí Toledo que una de las situaciones más difíciles que tuvo que enfrentar tras el asesinato de su hija Victoria fue explicarle a su nieta de 4 años que su mamá ya no iba a volver. Victoria tenía 20 años y estudiaba para convertirse en administradora de empresas cuando en mayo de 2011 su ex pareja y padre de su única hija, Leonardo Flores, la citó en una cochera y la mató. Seis años más tarde, mientras el femicida cumple condena a prisión perpetua, esa nena que en un mismo acto se quedó sin mamá ni papá, hoy sigue haciendo preguntas difíciles de responder.

En el inmenso drama que conforman los cerca de 250 femicidios registrados cada año en el país, los hijos de las víctimas son la cara que menos se ve. Sólo el año pasado 242 chicos perdieron a sus madres en situaciones de violencia de género, muchos de ellos a manos de sus papás

En el inmenso drama que conforman los cerca de 250 femicidios registrados cada año en Argentina, los hijos de las víctimas son la cara que menos se ve. Sólo el año pasado 242 chicos perdieron a sus madres en situaciones de violencia de género, muchos de ellos a manos de sus papás, que luego del crimen huyeron, se suicidaron a terminaron en prisión. Pese a ser la cifra más alta registrada hasta el momento en el país, ésta apenas permite vislumbrar el dolor, la impotencia y el desamparo que tiene detrás.

Aceptar la realidad de una ausencia tan dolorosa como atroz es con todo apenas el comienzo de una serie de dramas que las hijos de las víctimas de femicidios hoy enfrentan en la más absoluta soledad. Al dolor de la pérdida se le suma muchas veces la incapacidad material de sus entornos familiares para hacerse cargo de ellos -en particular cuando son muchos hermanos, lo que lleva a que terminen creciendo separados en distintos hogares o incluso institucionalizados- y la falta de apoyo institucional para ayudarlos a lidiar emocionalmente con lo que les pasó.

SIN CONTENCION

“Lo más duro en ese momento fue decirle que su mamá no iba a volver. Ella tenía cuatro años y no sabíamos cómo explicárselo sin que sintiera que la había abandonado. Yo tampoco sabía a quién recurrir. Se me ocurrió ir a pedir ayuda al Hospital de Niños, donde la gente del área de Psicología me dio algunas indicaciones para encarar la charla, pero varios meses después de que entendiera que ahora su mamá era una princesa que estaba en el cielo con su abuelo, ella nos seguía preguntando cuándo iba a volver”, cuenta Noemí.

“Incluso para nosotros, que dentro de todo tenemos ciertos recursos, fue una situación muy difícil de manejar -reconoce la mamá de Victoria al explicar que “la mayoría de las familias que atraviesan por esto no tienen a quién acudir”. “No hay ninguna estructura de apoyo o contención para los que quedamos; nadie se te acerca para ofrecerte ayuda institucional; y no sólo para decirte cómo hablar con los chicos sino para enfrentar todo lo que viene después”.

Eso que “viene después” es la crianza de nenes que tras haber sufrido un duro trauma suelen quedarse de un día a otro sin contención económica ni emocional. “Si bien en general quedan viviendo con una tía o una abuela, muchas veces sus familias no pueden hacerse cargo materialmente de todos ellos, por lo cual, cuando se trata de varios hermanitos, terminan creciendo en distintos hogares, incluso en distintos lugares del país”, explica Ada Rico, presidenta de la Casa del Encuentro, una organización civil que reclama al Estado hacerse cargo de esta realidad.

A través de un proyecto de ley que obtuvo sanción en la Cámara de Diputados el miércoles último, esta organización pide no sólo una reparación económica para los huérfanos de femicidios, sino además que se les brinde atención sanitaria integral hasta su mayoría de edad.

“Cuando no han presenciado la muerte de sus mamás a manos de sus papás han sido testigos de muchas situaciones de extrema violencia que les dejan cicatrices profundas. Las abuelas nos cuentan que suelen tener problemas de aprendizaje, arranques de irritabilidad y dificultades para dormir durante años”, cuenta Ada Rico al explicar la necesidad de que el Estado les preste ayuda profesional.

LA PESADILLA DE QUE VUELVA PAPA

Si bien la nieta de Noemí no estaba en el momento en que su papá asesinó a golpes a su mamá, “ella ya había visto para entonces un montón de situaciones que te marcan de por vida cuando sos chico”, reconoce su abuela al contar que por ese motivo, dos años más tarde, cuando llegó el momento del juicio, comenzó para ella otra pesadilla: la de imaginar que su padre pudiera quedar libre y quisiera llevársela a vivir con él.

“Como en casa nunca se menciona su nombre, ella creía que su papá había muerto también. Pero al escucharnos hablar del juicio preguntó y le explicamos que estaba preso porque se había portado muy mal. Con el tiempo, a pesar de que siempre la cuidamos mucho de lo que pueda leer en internet, ella misma terminó averiguando las circunstancias. Hoy la llena de angustia imaginar que quizás un día venga a buscarla para que viva con él”, cuenta Noemí.

“Aunque hoy los femicidas suelen ser detenidos casi de inmediato y los juicios salen en el transcurso de un año, los jueces no siempre aplican la agravante que desde 2012 establece penas de prisión perpetua para los que matan a una mujer por su condición. En muchos casos los agresores terminan recibiendo condenas bajas, de cinco a ocho años, por lo cual, si sus hijos son pequeños al momento del crimen, cabe la posibilidad de que queden libres antes de que éstos alcancen la mayoría de edad”, explica la presidenta de la ONG.

Justamente por esta situación es que en 2014 la Casa del Encuentro presentó un proyecto para que los padres femicidas, así como también aquellos que resulten culpables de su tentativa, queden privados de cualquier decisión sobre sus hijos por perder la patria potestad. Tres años más tarde, cuando esta figura ya no existe en el Código Penal, el Senado acaba de convertir en ley aquella iniciativa, por lo cual los femicidas verán suspendida a partir de ahora su responsabilidad parental.

 

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