Las peleas entre adolescentes reclaman respuestas educativas de los padres y de las escuelas

Una vez más, tal como suele ocurrir en fechas coincidentes con días feriados o en períodos vacacionales o vísperas de fin de semana, grupos juveniles protagonizaron en el centro de nuestra ciudad graves incidentes, que dejaron el saldo de cuatro personas detenidas y tres con heridas leves, en una situación que mantuvo en vilo durante una hora o más a comerciantes, clientes y transeúntes que en buena cantidad se encontraban en lesa zona.

Según lo que informó este diario, una primera batalla campal se desató en 8 y 50 cuando se cruzaron dos grupos de jóvenes. Según una de las versiones la refriega -en la que volaron sillas y elementos del mobiliario urbano-, se habría desatado cuando policías intentaron demorar a dos menores que, al parecer, habían cometido un arrebato en 12 y 51. Al llegar a 8 y 50 se habría desatado la gresca, cuando un grupo de jóvenes salió en defensa de los sospechosos. Las corridas, insultos y empellones entre dos pandillas comenzaron a agravarse hasta que la intervención policial y la propia dinámica de la batahola, pasado su pico, descomprimieron la situación. Sin embargo, según el relato de algunos testigos, también hubo focos de disturbios en la esquina de 11 y 54, y luego en la plaza Moreno, que se convirtió en improvisado campo de batalla.

Con posterioridad, desde la Municipalidad se informó que las cámaras del MOPU captaron las principales instancias de la gresca, por lo que ahora se está compilando el material para aportarlo a la causa que lleva adelante la fiscal Betina Lacki, con intervención del juez de Garantías Juan Pablo Masi.

No es la primera vez que ocurren estos incidentes. Algo similar sucedió en años anteriores y, más precisamente, al festejarse el Día del Amigo, cuando una verdadera batalla se desató entre grupos juveniles en el exterior del Teatro Argentino, cuyo edificio resultó dañado por pedradas que causaron la rotura de vidrios de las barandas, al tiempo que algunos autos estacionados en esa zona también sufrieron diversas roturas.

Bien se conoce que muchas veces los boliches, los recitales y también, en oportunidades, las mismas escuelas, suelen ser los escenarios centrales en los que se desatan con dolorosa frecuencia episodios violentos que tienen a los adolescentes como víctimas y victimarios. Y en ese marco, seguramente, un principio para comenzar a encontrar soluciones a esta problemática signada por las agresiones entre jóvenes, sería advertir que estamos ante una generación que se desarrolla en lo que podría calificarse como una cultura de la violencia.

Mientras tanto, sin ninguna duda, padres y educadores deben tomar debida nota de las crecientes expresiones violentas que signan en este tiempo las relaciones entre los jóvenes, para encontrar el modo de que esa tendencia comience ya a ser revertida.

No cabe dudas de que son la familia y la escuela a quienes les cabe hoy una tarea esencial -e irremplazable- ante esta problemática, en tanto que los organismos afines de las diversas jurisdicciones del Estado deben aportar a padres y docentes las herramientas necesarias para que estos puedan desarrollar la misión con los conocimientos y medios necesarios. Los actores, sin embargo, parecen mirar para otro lado, como si el problema fuera de otros, mientras en el centro de la Ciudad se reiteran episodios que pueden terminar en tragedia.