Las voces libres, jamás derrotadas por los muros de una cárcel

Presos por su condición homosexual, por deudas o por oponerse y combatir a tiranías de derecha o de izquierda, nunca faltaron motivos ni excusas para encerrar a los escritores entre los muros de una cárcel. En algunos casos, el sólo sostenimiento de una idea –desprovista de toda acción insurgente- bastó para que el príncipe de turno ordenara detenerlos. Sometidos a las torturas y horrores sempiternos de los presidios, separados de los suyos, privados de sus condiciones humanas esenciales, fueron muchos y muy grandes los escritores que, desde el encierro, crearon obras que se convirtieron en cumbres de la literatura universal.

El primer ejemplo para los hispanohablantes, el más sublime de todos, es el de Miguel de Cervantes. Durante un viaje por el Mediterráneo, de regreso desde Nápoles a España, la galera Sol que lo transportaba fue atacada el 26 de septiembre de 1575 por una flotilla turca que tomó presos a todos los pasajeros, entre ellos a Cervantes y a su hermano Rodrigo. Capturados a la altura de Cadaqués fueron llevados a Argel y Cervantes adjudicado como esclavo a un renegado griego, que lo creyó importante porque le encontraron cartas de recomendación de nobles españoles. Pensaron entonces que Cervantes era una persona de relieve, por la que podrían obtener un buen rescate. Fijaron entonces en quinientos escudos de oro el precio de su libertad.

Fueron cinco los años en que estuvo preso y cuatro las ocasiones en que intentó escapar. Finalmente llegaron a Argel los padres trinitarios –una orden que se ocupaba de liberar cautivos- y en forma azarosa lograron juntar los 500 escudos, encontrándose poco después con Cervantes que estaba atado con dos cadenas y un grillo.

Existe consenso entre los especialistas en el sentido de que Cervantes escribió en esos años de cautiverio “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, valiéndose, como fundamento, de las palabras que incluyó en el prólogo en las que, aseguran, quiso marcar las circunstancias en que se originó la novela: “¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?»

MIGUEL HERNANDEZ

En España existe otro ejemplo ilustre y acaso más doloroso: el del poeta alicantino Miguel Hernández, sometido por el franquismo al calvario de una sucesión de cárceles, para morir finalmente en una celda en 1942, cuando sólo tenía 32 años de edad. Hace pocos años la Asociación de Amigos de Miguel Hernández organizó un encuentro con algunos de sus compañeros de cárcel y cada uno de ellos recordó anécdotas de la permanencia del poeta en prisión. Pero la definición que más conmovió fue la del ex recluso Juan Antonio Areste, detenido por comunista durante la Guerra Civil Española. Dijo de Hernández: “Tenía la inocencia del primer hombre”.

El franquismo lo acusó de haber militado para la República. Fue detenido una primera vez por la Guardia Civil en una cárcel madrileña. Fue preso una segunda vez y allí le escribe a su hijo Manuel las inolvidables “Nanas de la cebolla”: “Tu risa me hace libre/ me pone alas/ soledades me quita/ cárcel me arranca”. Poco después es liberado y le ofrecen refugiarse en la embajada de Chile, por influencia de Pablo Neruda. Pero el poeta prefiere ir a su pueblo de Orihuela, con su mujer y su hijo.

Allí lo vuelven a detener, lo envían a la cárcel de Palencia y luego a la de Conde de Toreno, en Madrid. Después irá al penal de Ocaña y terminará, muerto, sus días de preso en Alicante. Mientras tanto, como pudo, escribió libros inmortales como “El rayo que no cesa”, “Viento del Pueblo” y “Cancionero y romancero de ausencias”.

Cuando murió no pudieron cerrar sus ojos. Así lo dice el médico en el certificado de defunción. En su último calabozo carecía de lápices y de papel. Alguno de sus últimos poemas los escribió sobre papel higiénico. Poco antes del último suspiro, tomó un carbón y escribió sobre el muro del calabozo: “Adiós hermanos, camaradas, amigos/ despedidme del sol y de los trigos”.

TOMAS MORo

Pensador, teólogo, político y escritor, el británico Tomás Moro escribió “Utopía”, un magistral trabajo sobre la forma de existencia de una sociedad ideal. Sin embargo, la sociedad –o más precisamente el autoritario Enrique VIII- lo detuvieron y acusaron de alta traición, por haberse negado a prestar el juramento antipapista, en los días en que nacía la iglesia anglicana. Además, se opuso al divorcio del rey y no aceptó convalidar el acta de supremacía que declaraba a Enrique VIII como cabeza de la nueva iglesia.

El hombre que más soñó en el progreso social, murió en 1535 decapitado en la Torre de Londres. Su infeliz destino no lo hizo desertar y poco antes de morir escribió: “El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral”. Exactamente 400 años después de su muerte fue canonizado en Roma por el Papa Pío XI.

SOLZHENITSYN

Premio Nóbel de Literatura en 1970, esencialmente por su obra “Archipiélago Gulag”, Alexander Solzhenitsyn personificó la figura del intelectual disidente ante la cruenta dictadura soviética liderada por Stalin. Como soldado del ejército ruso en la Segunda Guerra que combatía en el frente europeo, envió algunas cartas a sus amigos, que fueron interceptadas por el régimen, en las que habló de la forma en que vivían los granjeros occidentales. Esos conceptos le valieron la detención traducida en ocho años de trabajos forzados y a destierro perpetuo por sus opiniones antiestalinistas.

Usado por Occidente, con el que nunca se alió, Solzhenitsyn no sólo jugó su vida al denunciar la maquinaria criminal del stalinismo, sino que se hizo famoso por la calidad de sus obras, como el “El primer círculo” o “Pabellón de cancerosos”, considerándoselo con justicia como uno de los más claros exponentes de que la literatura no puede reducirse a la ideología del escritor, sino a sus condiciones artísticas que pueden ser revolucionarias o conservadoras o simplemente utópicas, anarquistas o carecer de puntos de vista políticos.

DOSTOIEVSKI

Los libros de Fedor Dostoievsky revolucionaron la literatura universal y aún son requeridos en las librerías del siglo XXI. Escribió obras que no tienen olvido posible, como “Crimen y Castigo”, “Memorias del Subsuelo”, “El idiota” y “Los hermanos Karamazov”. Vivió durante la despótica época zarista y el 23 de abril de 1849 fue arrestado por formar parte de un grupo intelectual liberal al que se acusó de conspirar contra el Zar Nicolás I.

Junto a otros miembros de esa agrupación, Dostoievski fue llevado la fortaleza de San Pedro y San Pablo y recibieron la condena de muerte, por participar en actividades consideradas contrarias al pensamiento autocrático del gobierno zarista. Se fijó fecha del fusilamiento y fueron llevado al patio de la ejecución, escuchando en esos momentos los disparos de ejecuciones previas. Sin embargo, a último momento, su pena fue conmutada por cinco años de trabajos forzados en Omsk, Siberia.

“A veces conviene soñar”, es una de las frases escritas por este perseguido. Al ser liberado escribió: “El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos”.

Y MUCHOS MAS

En viaje a Ceilán, Neruda pasó por la Argentina en abril de 1957 y el gobierno de la Revolución Libertadora lo detuvo, enviándolo a la Penitenciaría Nacional. Se comentó que lo detenían por ser comunista, pero otras versiones indicaban que se trató de una suerte de represalia. Ocurre que pocos años antes, en 1953, Neruda en Chile le había abierto las puertas a Perón en un importante congreso de intelectuales. Esta actitud le mereció críticas al escritor, inclusive la de Santiago Allende, por cuanto los chilenos le asignaban a Perón ambiciones expansionistas.

Lo cierto es que Perón finalmente habló en ese congreso continental de escritores realizado en Santiago y fijó lo que luego se conocería como tercera posición del peronismo. De Neruda se dijo que no alimentaba ninguna ambición personal, sino que coincidía con Perón en su defensa de los trabajadores. Lo cierto es que, al salir de la Penitenciaría (hoy cerrada, que se encontraba en Las Heras y Coronel Díaz de la capital federal), Neruda comentó: “Nunca conocí una cárcel con tantas rejas”.

Paul Verlaine, detenido en Bruselas por su romance con Rimbaud. Fray Luis de León, uno de los más destacados poetas y esritores del Renacimiento español (siglo XVI), detenido en la cárcel de Valladolid por traducir sin licencia la Biblia a la lengua vulgar, en especial por una entonces inquietante traducción del “Cantar de los Cantares”. Escribirá el famoso poema “Aquí la envidia y mentira/ me tuvieron encerrado…”

El Marqués de Sade, Voltaire, Oscar Wilde, espíritus libres, creadores de enorme talento, la mayoría de ellos muertos en la completa indigencia, presos por denuncias injustas o sin fundamentación, no hay en todos ellos un solo sentimiento de odio por el destino que debieron enfrentar. Por el contrario, en sus obras brilla la comprensión por la condición humana. Y se destaca la majestad de sus voces libres, jamás silenciadas por los muros de una cárcel.