Caos, miedo y pánico en una ciudad sitiada por la policía

Por ALEX MECKERT

Todos corrían y pocos sabían por qué. Fue una situación de descontrol total y lo que vino después también, porque no nos dejaron salir de nuestras casas, en medio de un shock muy grande.

Me encontraba junto a mi hija de 9 años, intentando darle la mejor respuesta a ese caos en el que estábamos inmersos. Sólo atiné, al mejor estilo de la película “La vida es bella”, a que no se preocupase contándole una historia que poco tenía que ver con el horror del que estábamos siendo testigos.

Este nuevo atentado fue un golpe preciso, no sólo por el sitio emblemático elegido, sino porque también fue dado en plena temporada alta. Me encontró en la Plaza de Cataluña, que trasladado a nuestra ciudad sería como estar en 7 y 50. Allí, donde arranca el paseo Las Ramblas, un sitio obligado de todo turista, se escucharon tiros y se empezó a ver gente corriendo sin rumbo. Todos íbamos de un lado a otro, pero no sabíamos a ciencia cierta qué había ocurrido, aunque presumíamos lo peor.

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De las principales ciudades del mundo, Barcelona es una en las que más policías se ven en la calle. Por eso poco a poco el lugar del ataque se fue llenando de uniformados que intentaban controlar una situación que desbordaba por todos lados debido a la cantidad de heridos que yacían en las calles en medio de manchones de sangre, llantos y gritos.

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Otra situación caótica fue llegar a dónde estoy alojado, a unos 100 metros del escenario del atentado. Y lo hice sorteando vallas y controles policiales, en medio de sirenas y una situación de la que aún no lograba tomar total dimensión. A eso se le sumaron las fallas en las comunicaciones, que generaron trastornos en la búsqueda de familiares y amigos.

Barcelona seguía anoche sumida en el pánico. La única palabra que grafica el sentir de quienes fueron testigos de una nueva masacre terrorista.

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