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Séptimo Día |HISTORIAS DE UN NATURALISTA QUE DEDICA SU VIDA A ESTUDIARLOS Y ESCRIBE SOBRE ELLOS

Árboles venerados en el pasado, imprescindibles para el futuro

Pese a ser imprescindibles para la subsistencia de la humanidad, la actuación humana arrasa con ellos en centros urbanos y bosques, llevándose, además, años de historia “escritos” en sus troncos

Árboles venerados en el pasado, imprescindibles para el futuro

Personas alrededor de una ceiba, donde fue fundada la villa de San Cristóbal de La Habana / A. Ernesto

10 de Septiembre de 2023 | 06:40
Edición impresa

El naturalista Ignacio Abella es un estudioso del mundo de los árboles, sobre los que escribió numerosos libros, como “La magia de los árboles”, “El bosque sagrado”, “Aves familiares”, “El hombre y la madera”, “La memoria del bosque”, “El gran árbol de la humanidad” y “Árboles de junta y concejo, las raíces de la comunicad”, ya que vive entre ellos y a ellos se dedica desde su infancia.

“Grandes árboles para el futuro” es el libro que publicó recientemente con la intención de fomentar la plantación de árboles en centros urbanos y en el campo, ante las previsiones que indican que, “en menos de 30 años, las poblaciones alcanzarán temperaturas equivalentes a lugares que hoy se encuentran 1.000 km. al sur”.

En esta última publicación, Abella sintetiza los conocimientos adquiridos sobre plantación, mantenimiento y ubicación porque mantiene que “los grandes árboles y los espacios verdes que pueden mitigar este escenario no se improvisan, pero sí pueden comenzar a cultivarse en las condiciones idóneas, para optimizar su repercusión. Máxime, teniendo en cuenta que su eficiencia en la captura de CO2 es mayor cuanto más cerca se encuentran de la fuente de emisión”.

LA VIDA Y LA MUERTE, RITOS ENTORNO AL ÁRBOL

Abella mantiene una larga trayectoria como buscador de las claves que nos proponen los árboles sobre la historia de la vida y los recursos que ofrecen, porque indica que “en ellos se encuentran las respuestas a tantas incógnitas de la actualidad como son el cambio climático, la sequía o la falta de recursos alimenticios en grandes zonas del planeta”.

Para el naturalista, históricamente “los árboles han reunido en su entorno a los seres humanos para deliberar, para nacer o para morir, porque las energías que transmiten son reconocidas por todas las civilizaciones y han sido motivo de leyendas, habitáculos de apariciones místicas y receptores de los problemas humanos a los que han sabido dar respuesta y sosiego”.

Desde su juventud, el escritor recorre y se asienta temporalmente en diversas y, casi siempre, apartadas regiones del País Vasco y Asturias (norte de España), entregándose al estudio y vivencia de la naturaleza y al mundo rural en el que se halla “plenamente integrado”.

Para Abella, los árboles son los mejores maestros que haya en cualquier escuela. “He aprendido más entre las ‘hayas’ incluso que en cualquier libro o cualquier escuela”.

Una sobreviviente de la bomba atómica en Hiroshima, posa junto a un esqueje descendiente del árbol “Ginko biloba” / Salvatore Di Nolfi

Entre los árboles que destaca “por su importancia y carisma” se encuentra el ‘tejo’, “el árbol más misterioso de todos los cuentos y una sorpresa dentro del mundo botánico, porque tiene características que no comparte con ningún otro árbol”.

ÁRBOLES PARA CADA CULTURA Y CONTINENTE

Entre sus peculiaridades se encuentra el de su asombrosa longevidad, ya que puede vivir 2.000 años e incluso, “a los 2.000 años, cuando ya está en decadencia, puede regenerarse a partir de una raíz y crear otro árbol nuevo completamente distinto. Hay muchos tejos que han sido considerados como árboles totémicos e identitarios de cada lugar”.

Entre los árboles especialmente importantes en Europa se encuentran el roble, el tejo y el fresno. En el norte de Europa, los libros mitológicos del siglo XV ya hablan del ‘ygddrasil’, un árbol que tiene una gran presencia entre los vikingos y era donde el dios Odin recibía las runas (piedras cargadas de magia). Según la mitología nórdica, este árbol sostiene en su copa a los dioses y junto a las raíces, en la tierra, se encuentran los humanos y los reinos subterráneos.

En los países de América, la ceiba, de origen guatemalteco, se extendió desde México hasta Chile y es uno de sus árboles primordiales, cuya leyenda cuenta que a ella se le pedía permiso para pisar su sombra y se la depositaban ofrendas a sus pies. También es emblemático el ahuehuete, originario de México; el guanacaste, icono de la naturaleza de Costa Rica; el bálsamo y el maquilishuat, de origen salvadoreño, y miles de especies más que pueblan los ricos ecosistemas de Iberoamérica.

EL ÁRBOL QUE SOBREVIVIÓ EN HIROSHIMA

En Japón, el ginko biloba es un árbol antiquísimo y venerado que se plantaba en sus templos. “Es un árbol santuario en sí mismo y a su alrededor se construían santuarios. Los japoneses lo veneran porque cuando cayó la bomba de Hiroshima, el único ser que quedó vivo de toda la ciudad fue este árbol que rebrotó de su raíz al año siguiente y allí sigue plantado casi en el mismo epicentro donde estalló la bomba, cuando todo a su alrededor había quedad destruido en cenizas”, refiere el escritor.

En la tradición cristiana encontramos muchos árboles en los que en su interior aparece la imagen de alguna virgen, también asoma a su alrededor una colmena, enjambre de abejas, que son elementos legendarios que figuran en bosques o jardines boscosos. Según Abella, estos árboles “tienen como característica común que, cuando la gente intenta trasladar a la virgen, ésta lo impide, como si señalara que el lugar sagrado es ese en el que ella ha aparecido y no otro, y en el que indica que se debe construir una capilla”.

 

Entre los árboles importantes en Europa están el roble, el tejo y el fresno

 

Prácticamente “los árboles son magos por sí mismos, que hacen una magia tan potente como procurarnos el agua que bebemos porque procede de la hojarasca del humus de los árboles que luego nos permite beber agua fresca, hace que las fuentes no desfallezcan y crean suelo del que, al final, comemos”.

LOS ÁRBOLES DEL FUTURO

Por todas estas razones, el escritor mantiene que “es hora de poner en marcha la formidable maquinaria de acondicionamiento del aire que representan estos gigantes verdes con su sombra y evapotranspiración; su efectiva función de filtro y descontaminación, su efecto global para mitigar el cambio climático, y sus diversas repercusiones benéficas sobre el estado de salud físico y anímico de los ciudadanos”.

Abella plantea la necesidad de “potenciar todos estos efectos, para dotar al gran árbol o bosque ciudadano de las condiciones ideales para su desarrollo. Unificando experiencia, investigación, conocimientos y medios técnicos para que su desarrollo y eficiencia sean óptimos”.

El naturalista Ignacio Abella concluye que “poniéndonos al servicio del árbol habremos logrado un hábitat más saludable, hermoso, habitable, biodiverso, deseable…”.

Imagen de un Ahuehuete, de 200 años de antigüedad, ubicado en Chalma, estado de México / Tania Escobar

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