“Me saqué un peso de encima y ahora puedo cerrar este capítulo”

“Me saqué un peso de encima. Ahora tengo un sentimiento de justicia”, dice Rodrigo Casabella (28), el joven estudiante de Educación Física que hace poco más de dos años recibió un tiro en la boca al ser asaltado en el restaurante de 14 y 42 en el que trabajaba como mozo. Y dice esto pocas horas después de que el autor del disparo, Nahuel Omar Arredondo, fue condenado a 15 años y 15 días de prisión en un juicio abreviado, tal como anticipó este diario en su edición de ayer, por los delitos de “robo calificado por ser en poblado y en banda y por el uso de arma de fuego; y tentativa de homicidio calificado para lograr la impunidad”.

Los 15 días se le aplicaron por una condena anterior al hecho, de un mes de prisión en suspenso por el delito de robo simple.

“NO INTENTE NADA”

El caso ocurrió a las 20.20 del 4 de noviembre de 2012, minutos después de que el restaurante El Tonel abrió sus puertas y los empleados preparaban todo para recibir a los clientes. Los que llegaron fueron tres ladrones, uno de los cuales esgrimía una pistola calibre 9 milímetros que no dudó en gatillar frente a la cara de Rodrigo, creyendo que él había activado la alarma.

“Nada que ver”, aclara ahora este joven al que un disparo en la boca estuvo a punto de matarlo y le dejó secuelas estéticas y en el habla. “Yo no sabía dónde estaba la alarma, habré hecho algún gesto, y me tiró”, recuerda. Lo que sí sabe es que en la caja “no había nada de plata, o muy poca”, elemento que los jueces tuvieron en cuenta a la hora de merituar los agravantes.

Un patrullero trasladó a Rodrigo al hospital Español, donde pasó un mes internado.

El 19 de diciembre de aquel año Casabella volvió a su Ushuaia natal y ahí permaneció hasta marzo pasado, cuando decidió regresar a La Plata para retomar sus estudios.

Por estos días vive con amigos, trabaja en un gimnasio y cursa el último año de Educación Física, aunque no figura en sus planes quedarse a vivir aquí. “Es complicado estar lejos de mi familia”, admite, agregando que ellos fueron fundamentales para apoyarlo en este proceso difícil, como difícil les resultó a los suyos -en especial a su madre- aceptar que él quería regresar a la ciudad donde pasó todo, para ponerle un punto final.

Por eso volvió un día a El Tonel, para “cerrar el capítulo; y pude hacerlo”, y antes de la audiencia en la que se acordó la pena miró a los ojos al hombre que estuvo a punto de matarlo. “Cruzamos las miradas”, cuenta, asegurando que en ese momento lo atravesaron “sentimientos encontrados”, como “bronca, impotencia y calma”. El resultado del juicio abreviado le sació la necesidad de justicia.

De los otros dos delincuentes que participaron en aquel hecho, uno de ellos era un menor inimputable, por lo que quedó libre, y el otro murió poco después en otro asalto.

Rodrigo apuesta a seguir su historia en Ushuhaia, al lado de los afectos y lejos de la violencia que estuvo a punto de terminarla.