Las golondrinas de Plaza de Mayo
| 11 de Enero de 2001 | 00:00

Por DANTE SICA (*)
La iniciativa del gobernador bonaerense Dr. Carlos Ruckauf de nominar al premio Nobel de la Paz a las Abuelas de Plaza de Mayo, merece el total apoyo del complejo arco social y político de la provincia. El CEB, desde ya, adhiere fervorosamente a la propuesta.
Es un ejercicio de reconocimiento a quienes cada día nos dan una lección de vida, al transformar la profunda angustia y dolor por los que no están y no se sabe donde se encuentran, en la sed de justicia que habita en la concreción de un paradero.
Dicen los mayores que los nietos dan dos alegrías: una cuando llegan, otra cuando se vuelven a sus casas. La obra de ellas está posibilitando que eso sea realidad para los desgarrados por las zarpas del terrorismo de Estado.
Pero, ahí no termina todo, va lejos la prédica de las Abuelas abonando a su paso la esperanza del "nunca más" entre nosotros.
La comunidad argentina debe saldar sus deudas con los años de plomo. Sólo la verdad nos liberará de la pesada carga. Si no lo hace, una sociedad naturalmente preocupada por el desempleo, de seguro continuará profundizando el orbitar en la elipse de la pobreza sin destino.
En efecto, lo que promueve el desarrollo económico no es la innovación tecnológica, el aumento de la productividad y esas cosas, eso es el desarrollo; son ítems que lo describen y singularizan.
La grande empresa del desarrollo supone como prerrequisito el respeto irrestricto a la libertad de las personas y su patrimonio. Aquellas sociedades que primero hicieron efectivas ambas instituciones, dieron el paso fundamental hacia el despegue.
Aquellas otras, como la nuestra, donde para conservar el monopolio de la fuerza el Estado se convirtió en terrorista, ignorando inhumanamente el ordenamiento legal que correspondía, la historia occidental enseña que el crecimiento no será sólido mientras no se construya la respuesta histórica adecuada.
Las Abuelas la edifican cotidianamente, al sobreponerse al odio, a la venganza, manteniendo a raya a la bestia que habita en todo ser humano. No es fácil. Nacemos para que nos entierre nuestra forma concreta de trascender. El horror de lo inverso, pintado con los más oscuros tonos del vacío, han tensado la cuerda humana de las "nonas", para que aprendamos la lección y vibremos en su onda.
Esa instrucción, lamentablemente vuelta a vuelta sufre menoscabos. Por caso, a los presos de La Tablada el Estado los tiene encarcelados ilegalmente. No les fue respetado el debido proceso. Si nuestro ordenamiento legal es capaz de defender a cualquiera de los errores del poderoso Leviatán, la gente habrá ganado una batalla por su propia libertad.
El poeta nos cuenta que las golondrinas de Plaza de Mayo se van en invierno y vuelven en verano. Las Abuelas siempre estarán ahí para devolvernos el calor vital que alguna vez perdió el alma argentina, cuando permanecía envuelta en el crudo y denso invierno de la represión. Quiera Dios que el Rey Gustavo salude y abrace en octubre próximo al más fraternal testimonio de que no todo se compra, que no todo se vende, que no todo está perdido, que el amor es mucho, muchísimo más fuerte.
(*) Director Ejecutivo del Centro de Estudios Bonaerenses (CEB).
La iniciativa del gobernador bonaerense Dr. Carlos Ruckauf de nominar al premio Nobel de la Paz a las Abuelas de Plaza de Mayo, merece el total apoyo del complejo arco social y político de la provincia. El CEB, desde ya, adhiere fervorosamente a la propuesta.
Es un ejercicio de reconocimiento a quienes cada día nos dan una lección de vida, al transformar la profunda angustia y dolor por los que no están y no se sabe donde se encuentran, en la sed de justicia que habita en la concreción de un paradero.
Dicen los mayores que los nietos dan dos alegrías: una cuando llegan, otra cuando se vuelven a sus casas. La obra de ellas está posibilitando que eso sea realidad para los desgarrados por las zarpas del terrorismo de Estado.
Pero, ahí no termina todo, va lejos la prédica de las Abuelas abonando a su paso la esperanza del "nunca más" entre nosotros.
La comunidad argentina debe saldar sus deudas con los años de plomo. Sólo la verdad nos liberará de la pesada carga. Si no lo hace, una sociedad naturalmente preocupada por el desempleo, de seguro continuará profundizando el orbitar en la elipse de la pobreza sin destino.
En efecto, lo que promueve el desarrollo económico no es la innovación tecnológica, el aumento de la productividad y esas cosas, eso es el desarrollo; son ítems que lo describen y singularizan.
La grande empresa del desarrollo supone como prerrequisito el respeto irrestricto a la libertad de las personas y su patrimonio. Aquellas sociedades que primero hicieron efectivas ambas instituciones, dieron el paso fundamental hacia el despegue.
Aquellas otras, como la nuestra, donde para conservar el monopolio de la fuerza el Estado se convirtió en terrorista, ignorando inhumanamente el ordenamiento legal que correspondía, la historia occidental enseña que el crecimiento no será sólido mientras no se construya la respuesta histórica adecuada.
Las Abuelas la edifican cotidianamente, al sobreponerse al odio, a la venganza, manteniendo a raya a la bestia que habita en todo ser humano. No es fácil. Nacemos para que nos entierre nuestra forma concreta de trascender. El horror de lo inverso, pintado con los más oscuros tonos del vacío, han tensado la cuerda humana de las "nonas", para que aprendamos la lección y vibremos en su onda.
Esa instrucción, lamentablemente vuelta a vuelta sufre menoscabos. Por caso, a los presos de La Tablada el Estado los tiene encarcelados ilegalmente. No les fue respetado el debido proceso. Si nuestro ordenamiento legal es capaz de defender a cualquiera de los errores del poderoso Leviatán, la gente habrá ganado una batalla por su propia libertad.
El poeta nos cuenta que las golondrinas de Plaza de Mayo se van en invierno y vuelven en verano. Las Abuelas siempre estarán ahí para devolvernos el calor vital que alguna vez perdió el alma argentina, cuando permanecía envuelta en el crudo y denso invierno de la represión. Quiera Dios que el Rey Gustavo salude y abrace en octubre próximo al más fraternal testimonio de que no todo se compra, que no todo se vende, que no todo está perdido, que el amor es mucho, muchísimo más fuerte.
(*) Director Ejecutivo del Centro de Estudios Bonaerenses (CEB).
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