Las películas del 2002

Termina la temporada cinematográfica del año. A primera vista, pareciera que fue un año "pobre''. Después de revisar, la impresión se diluye y surgen varios títulos que recuperan el esfuerzo y el goce de hacer y ver cine. Nombres como los de David Lynch, Nanni Moretti, Rohmer, Laurent Cantet y los Hnos. Coen reconfortan porque dicen que el trabajo creativo para crecimiento del Otro (con mayúscula, es decir, el público, nosotros) es imprescindible y posible. Además, el 2002 trajo una nueva ola de muy buen cine argentino, tema al cual ya nos referimos el domingo pasado.

POR AMILCAR MORETTI

Un primer arrebato reconoce que la mejor película del año, lejos, fue "Apocalypse Now Redux", la nueva versión (ampliada) del clásico de Francis Ford Coppola. Luego, atenuamos: la película es de 1979, aunque aún hoy no sólo luzca inmarcesible sino, sobre todo, difícil de emparejar. Poco a poco, recordamos algunos títulos claves del 2002, en La Plata: primero que todo, "El camino de los sueños". No es lo hermético lo que llama la atención de la película de David Lynch. Se trata de su profundidad, complejidad y sutilezas metafórica y metonímica (para nombrar una cosa aludimos a su causa o efecto: por ejemplo, para hablar, hoy, de Estados Unidos, Lynch acude a Hollywood, su emblema, a la vez ensueño y locura).
Hay otras norteamericanas en la lista: "El hombre que nunca estuvo", muy poco vista y apreciada; "En el dormitorio", peligrosamente valorada por su aspecto más ambiguo y deforme; "Los excéntricos Tenenbaum", desconcertante para cierto público por la simple razón que descubre el delirio encerrado en el común norteamericano de la vida familiar. También agregamos la incomprendida "Código de honor", dirigida por Sean Penn y con Jack Nicholson como un viejo policía que cae en lo paranoico. Se la tomó como un simple policial con estrella hollywoodense, cuando en verdad es un amargo retrato de un fracaso que repercute amplio. Si se mira bien, el cine de Estados Unidos trajo -como siempre- la ola imparable y hegemónica de estrenos, en bloque tan desechable como atractivo para el público de mayorías ávido de distracción. En el pajar se aparecieron las agujas, las mencionadas excepciones a la regla, que pasan desapercibidas, no se entienden como películas serias o, directamente, son rechazadas e ignoradas.
Francia (que se ha recompuesto como potencia cinematográfica) apareció con una joya: "La dama y el duque", de uno de los pocos maestros vivos del mundo, Eric Rohmer. Como todo clásico, Rohmer reasume lo anterior y aporta a nuevos caminos. Frente a él, entre los nuevos por juventud, volvió Laurent Cantet. Fue con "El empleo del tiempo". Insistió con la temática social que afecta a los colectivos pero se corporiza en la subjetividad individual, sólo que esta vez se ubicó en la clase media acomodada y entre nosotros desorientó a ese grupo que aún puede pagar la entrada de cine y todavía no había tomado conciencia del fin de nuestra burbuja de convertibilidad. Cantet, antes, con "Recursos humanos", había incursionado en la clase obrera, lo que le permitía tomar distancia por descompromiso a la pequeña burguesía, pero ahora, cuando se vio aludida, temió y dudó, un poco en el desconcierto. En lo local argentino, diciembre del 2001 ayudó a despertar, aunque para algunos todavía no del todo.
No obstante, cierto es que casi todos se volcaron, en lo importado de Francia, hacia la endeblez con apariencia de frescura que trajo "Amélie". Bastante menos gustó la mucho mejor "8 mujeres", del joven Francois Ozon, aunque hay que reconocer que no está al alcance (y memoria) de todos la estética hollywoodiana de los años 50, que aquí se homenajea y parodia, y al mismo tiempo que tanto tributo puede hacer sospechar de carencia de substancia.
España destacó con "Hable con ella", de Pedro Almodóvar, quien, tal vez de forma inevitable ahonda cada vez más en un peligro y una virtud: refinar el estilo. "Lucía y el sexo", de Julio Medem, unió audacia en la incursión profunda en lo sexual y al vez jugó con osadía en el manejo formal de un estilo de simbiotiza diferentes identidades y tiempos. Otro francés, Patrice Chéreau, se dio el gusto de demostrar que lo pornográfico literal puede tener categoría estética si maneja distanciamiento y planos simbólicos. Aquí vale una comparación que habla de cómo estamos a nivel de valores éticos-culturales: un farsante como Adrian Lyne ("Nueve semanas y media", "Atracción fatal") gustó bastante con "Infidelidad", un thriller mediocre en que la moralización consiste en proponer que el marido engañado asesine al amante si la esposa consumista (pero insatisfecha) no está conforme con tanto confort, previsibilidad y orden. En fin: una equívoca propuesta ordenadora acorde con estos tiempos en que se proponen "tolerancias cero" para emprolijar la incertidumbre de un modelo de vida que fabrica sin cesar polarizantes desequilibrios.
De cualquier modo, los tanques de la temporada fueron "Harry Potter", que amenaza con seguir, y "El señor de los anillos", interminable, es probable. Casos raros y que nunca dejan de sorprender son los del estilo del éxito de "Mi gran casamiento griego". Otras rarezas, pero de naturaleza absolutamente diferente, fueron el cine brasileño con "A la izquierda del padre" o el cine de Israel de esta última semana con "La mujer de mi vida". Por último, hay que mencionar la producción argentina: una veintena de estrenos compactó una calidad artística apreciable. Vale repasar: "Un oso rojo", "El bonaerense", "Kamchatka", "Historias mínimas".

LAS MEJORES
1) El camino de los sueños (EE.UU., D. Lynch)
2) El empleo del tiempo (Fr., L. Cantet)
3) El hombre que nunca estuvo (EE.UU., Hnos. Coen)
4) En el dormitorio (EE.UU., Todd Field)
5) La habitación del hijo (It., N. Moretti)
6) La dama y el duque (Fr., E. Rohmer)
7) Los excéntricos Tenenbaum (EE.UU. W. Anderson)
8) 8 mujeres (Fr., F. Ozon)
9) Hable con ella (Esp., P. Almodóvar)
10) Código de honor (EE.UU., S. Penn)

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