"Potestad", un filme sobre la responsabilidad de nuestros actos
La película está basada en la obra teatro creada por Eduardo "Tato" Pavlovsky quien, además, la protagoniza
| 6 de Mayo de 2003 | 00:00

El cineasta Luis César D'Angiolillo estrenará el jueves próximo "Potestad", una adaptación de la célebre obra teatral de Eduardo "Tato" Pavlovsky, en la que retrata vívidamente el trauma interior de una mente alterada por hechos del pasado e invita a "hacer una reflexión sobre la responsabilidad de los actos que cometemos y no queremos aceptar".
Protagonizada por el propio Pavlovsky, "Potestad" es un drama doloroso y angustiante, una intriga de tono siniestro que pasó con éxito por numerosos festivales internacionales y que para su autor "tiene un interés muy particular porque abre caminos de reflexión en un momento de la Argentina en el que hace falta pensar para no caer en las mismas trampas del pasado".
D'Angiolillo, prestigioso montajista y autor de la premiada "Matar al abuelito" (1992), regresó a la dirección después de una década para abordar "el viaje emocional y el caos que se genera en la mente" de un médico afectado por la irrupción de un pasado oscuro que, como una pesadilla, altera y distorsiona su percepción de las cosas.
Según opinó el director, se trata de "una película subjetiva, que parte de la interioridad del personaje. No cuenta hechos que ocurren objetivamente, sino hechos fabricados por él. Es una película de miradas, de las de él hacia los demás y de los demás hacia él".
"El personaje vive un estado de paranoia que le hace pensar que lo persiguen y que hay una conspiración en su contra. Las miradas de los demás se convierten en una carga que distorsiona su visión de las cosas. Es una realidad escindida y fragmentada, por una cuestión psicológica y no por un juego del montaje", sostuvo el cineasta.
En ese sentido, la película no responde a ninguna regla de relato lineal convencional, sino que sigue la lógica del sueño y el orden caótico y anárquico de los pensamientos de una persona traumatizada, con una puesta de escena que sorprende por el uso intrigante de imágenes, lugares y personajes oníricos recurrentes.
"Lo ideal es que el espectador se deje llevar de la mano del protagonista, porque la película es un rompecabezas que se empieza a armar y se comienza a entender hacia el final, una vez que todos los indicios presentados anteriormente comienzan a tomar sentido", explicó D'Angiolillo.
La película cuenta la historia de un médico de 60 años (Pavlovsky) que mientras hace un viaje en subterráneo trata de reconstruir un hecho traumático que cambió su vida -la pérdida de su hija de diez años-, pero lo hace desvirtuando completamente la realidad y convirtiéndola en una pesadilla perturbadora.
"Las circunstancias en las que perdió a su hija es lo que la película va develando a través de momentos en las que él intenta refugiarse casi idealmente, como buscando alivio a su tortuosidad, pero siempre aparece la memoria real, todo se resquebraja y vuelve a buscar un nuevo alivio", añadió.
"Más allá del hecho fundamental y traumático que sufre el personaje, que tiene que ver con las heridas todavía abiertas de la etapa negra de la dictadura masacradora del 76, lo que me importaba contar es algo que se puede sintetizar así: los monstruos no nacen, sino que son generados por la impunidad", dijo D'Angiolillo.
Y agregó: "La idea central es que los monstruos no nacen, sino que son tipos bastantes parecidos a nosotros, con la diferencia de que la impunidad les hace perder todo tipo de límite y les genera el autoconvencimiento de que pueden apropiarse de cosas ajenas, ya sea seres humanos o propiedades".
Protagonizada por el propio Pavlovsky, "Potestad" es un drama doloroso y angustiante, una intriga de tono siniestro que pasó con éxito por numerosos festivales internacionales y que para su autor "tiene un interés muy particular porque abre caminos de reflexión en un momento de la Argentina en el que hace falta pensar para no caer en las mismas trampas del pasado".
D'Angiolillo, prestigioso montajista y autor de la premiada "Matar al abuelito" (1992), regresó a la dirección después de una década para abordar "el viaje emocional y el caos que se genera en la mente" de un médico afectado por la irrupción de un pasado oscuro que, como una pesadilla, altera y distorsiona su percepción de las cosas.
Según opinó el director, se trata de "una película subjetiva, que parte de la interioridad del personaje. No cuenta hechos que ocurren objetivamente, sino hechos fabricados por él. Es una película de miradas, de las de él hacia los demás y de los demás hacia él".
"El personaje vive un estado de paranoia que le hace pensar que lo persiguen y que hay una conspiración en su contra. Las miradas de los demás se convierten en una carga que distorsiona su visión de las cosas. Es una realidad escindida y fragmentada, por una cuestión psicológica y no por un juego del montaje", sostuvo el cineasta.
En ese sentido, la película no responde a ninguna regla de relato lineal convencional, sino que sigue la lógica del sueño y el orden caótico y anárquico de los pensamientos de una persona traumatizada, con una puesta de escena que sorprende por el uso intrigante de imágenes, lugares y personajes oníricos recurrentes.
"Lo ideal es que el espectador se deje llevar de la mano del protagonista, porque la película es un rompecabezas que se empieza a armar y se comienza a entender hacia el final, una vez que todos los indicios presentados anteriormente comienzan a tomar sentido", explicó D'Angiolillo.
La película cuenta la historia de un médico de 60 años (Pavlovsky) que mientras hace un viaje en subterráneo trata de reconstruir un hecho traumático que cambió su vida -la pérdida de su hija de diez años-, pero lo hace desvirtuando completamente la realidad y convirtiéndola en una pesadilla perturbadora.
"Las circunstancias en las que perdió a su hija es lo que la película va develando a través de momentos en las que él intenta refugiarse casi idealmente, como buscando alivio a su tortuosidad, pero siempre aparece la memoria real, todo se resquebraja y vuelve a buscar un nuevo alivio", añadió.
"Más allá del hecho fundamental y traumático que sufre el personaje, que tiene que ver con las heridas todavía abiertas de la etapa negra de la dictadura masacradora del 76, lo que me importaba contar es algo que se puede sintetizar así: los monstruos no nacen, sino que son generados por la impunidad", dijo D'Angiolillo.
Y agregó: "La idea central es que los monstruos no nacen, sino que son tipos bastantes parecidos a nosotros, con la diferencia de que la impunidad les hace perder todo tipo de límite y les genera el autoconvencimiento de que pueden apropiarse de cosas ajenas, ya sea seres humanos o propiedades".
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