Luis Sandrini, un personaje entrañable de la cultura popular
| 22 de Febrero de 2005 | 00:00

Se cumplen cien años del nacimiento de Luis Sandrini (22 de febrero de 1905), actor de cine y teatro, director, productor y creador de personajes inolvidables como "Chingolo", "Cachuso" y "Felipe"; un artista popular que con su prosa incompleta y su tierno humor marcó toda una época.
"Es un pensador. Un cavilante y maduro filósofo de la escena, que sopesa con criterio humanista el 'porqué' de los hechos, la trascendencia del oficio elegido y el respeto con que se debe al público, al arte y a sí mismo". Así definía Cátulo Castillo a Luis Sandrini.
La tela de la memoria vuelve hacia atrás cuando su padre era galán de Camila Quiroga. De la mano de su hijo, un pibe flaco, desgarbado, de sonrisa perpetua y ternura a flor de piel, hacían giras por la provincia de Buenos Aires hasta que decidieron radicarse en San Pedro. Luis había nacido el 22 de febrero de 1905 en un país donde la esperanza no era sólo una utopía.
No había radio ni televisión pero existía el circo y Luis Sandrini, adolescente lleno de asombro, ingresó en el elenco de Ricardo Rinaldi, viejo actor de circo. "Yo empecé como uno de esos soldados que vienen con la partida -contó alguna vez Sandrini-, ésos que ponen la espada... Después, a los tres meses, ya era actor de circo; pasé a ser payaso y después me recibí de 'Tony', que era otra categoría".
Y ese payaso entrañable le sirvió para el teatro, para el cine, para la radio, para todo. La compañía de Enrique Muiño y Elías Alippi lo contrató para la temporada en el teatro Cómico haciendo el sketch de un tipo que farfulla, abre los ojos como poseído y levanta los brazos como implorando a la platea un poco de afecto. Lo suyo ya es distinto.
Una noche "inventó" una situación que no estaba en el texto. Chupaba una naranja, escupía las semillas y contaba un partido de fútbol con una pelota de trapo en las manos. Sandrini pensó que Alippi lo iba a echar a patadas esa misma noche. Cuando llegó a su camarín el viejo lo esperaba y con su voz de whisky le dijo: "Vas a seguir haciendo lo de hoy, siempre".
EN EL CINE
Entonces empezó el cine con la mítica "Tango" en 1933, dirigida por Luis Moglia Barth. Le siguieron "Los tres berretines", de Enrique Susini; "El hijo de papá" de John Alton; "El cañonero de Giles", de Manuel Romero; "La muchachada de a bordo", de Manuel Romero y "Loco lindo", de Arturo S. Mom.
Con "Chingolo", dirigida por Lucas Demare, logró un gran éxito de crítica y público en 1941. "Chingolo" aporta una clara intención social. La ascendente burguesía industrial, con aire de "nuevo rico" se contrapone fuertemente al individualismo altruista de Chingolo, un croto que entra fortuitamente en la familia de un enlatador de duraznos.
Sandrini como Chingolo, Cachuso o el querible Felipe tenía algo de chaplinesco que fustigaba desde el humor la beneficencia hipócrita, la competencia desleal, el pisar cabezas para obtener ganancias. Su personaje ama sin especulaciones, cree en la palabra, en la amistad y venera a su madre.
Luis Sandrini ya se había convertido por "prepotencia de trabajo" e imaginación en un artista popular. Filma con Luis César Amadori, Eduardo Morera, Luis Bayón Herrera, Leo Fleider y Román Viñoly Barreto.
Fue realizador, actor y productor de "Cuando los duendes cazan perdices", con la que hizo cinco temporadas consecutivas en el Astral a teatro lleno. Fue un éxito tan grande que se animó a llevarla al cine como director.
Sus películas se exhibían en México, Chile, Uruguay y España. Sandrini era tan famoso como humilde. Se reunía en el bar Ateneo con los muchachos de Artistas Argentinos Asociados Francisco Petrone, Angel Magaña, Lucas Demare y Enrique Faustín, entre otros. Eran tiempos de bohemia y de un amor tormentoso con Tita Merello. "Fue el amor de mi vida", confesaría Tita cuando ya el paso del tiempo había borrado el dolor.
EL INOLVIDABLE FELIPE
La actriz Malvina Pastorino lo acompañaría el resto de su vida cuando ya Felipe era el gran personaje de Radio El Mundo, que lo tenía contratado como artista exclusivo. El mismo Felipe fue durante 24 años figura de la televisión.
Fue amigo de Carlos de la Púa, Pepe Arias, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi y conoció a Charles Chaplin en París. "Carlitos" le dijo que había visto una de sus películas, "El canillita y la dama", de Luis César Amadori.
"Chaplin era un filósofo. Cuando me dijo que el personaje que yo hacía era muy bueno casi me pongo a llorar de la emoción", recordaba.
Trabajó como actor en más de 60 películas. Fue productor, director y guionista. Sin embargo, repetía que "todo lo que aprendí se lo debo al teatro. Para mí es la verdadera escuela". En radio y televisión también fue gran figura. Murió en 1980 a los 75 años.
"Siempre me importó lo humano. Lo que le pasa a la gente. Por eso me conmovía con Chaplin, con el neorrealismo italiano y con los tipos desconocidos de mi pueblo. Nunca me importó la plata ni la fama aunque reconozco que Dios me tendió su mano hasta convertirme en un hombre de suerte".
Luis Sandrini demostró que la verdad siempre es arte con esa furiosa y desconsolada ternura de un ganador que no se la creyó nunca.
"Es un pensador. Un cavilante y maduro filósofo de la escena, que sopesa con criterio humanista el 'porqué' de los hechos, la trascendencia del oficio elegido y el respeto con que se debe al público, al arte y a sí mismo". Así definía Cátulo Castillo a Luis Sandrini.
La tela de la memoria vuelve hacia atrás cuando su padre era galán de Camila Quiroga. De la mano de su hijo, un pibe flaco, desgarbado, de sonrisa perpetua y ternura a flor de piel, hacían giras por la provincia de Buenos Aires hasta que decidieron radicarse en San Pedro. Luis había nacido el 22 de febrero de 1905 en un país donde la esperanza no era sólo una utopía.
No había radio ni televisión pero existía el circo y Luis Sandrini, adolescente lleno de asombro, ingresó en el elenco de Ricardo Rinaldi, viejo actor de circo. "Yo empecé como uno de esos soldados que vienen con la partida -contó alguna vez Sandrini-, ésos que ponen la espada... Después, a los tres meses, ya era actor de circo; pasé a ser payaso y después me recibí de 'Tony', que era otra categoría".
Y ese payaso entrañable le sirvió para el teatro, para el cine, para la radio, para todo. La compañía de Enrique Muiño y Elías Alippi lo contrató para la temporada en el teatro Cómico haciendo el sketch de un tipo que farfulla, abre los ojos como poseído y levanta los brazos como implorando a la platea un poco de afecto. Lo suyo ya es distinto.
Una noche "inventó" una situación que no estaba en el texto. Chupaba una naranja, escupía las semillas y contaba un partido de fútbol con una pelota de trapo en las manos. Sandrini pensó que Alippi lo iba a echar a patadas esa misma noche. Cuando llegó a su camarín el viejo lo esperaba y con su voz de whisky le dijo: "Vas a seguir haciendo lo de hoy, siempre".
EN EL CINE
Entonces empezó el cine con la mítica "Tango" en 1933, dirigida por Luis Moglia Barth. Le siguieron "Los tres berretines", de Enrique Susini; "El hijo de papá" de John Alton; "El cañonero de Giles", de Manuel Romero; "La muchachada de a bordo", de Manuel Romero y "Loco lindo", de Arturo S. Mom.
Con "Chingolo", dirigida por Lucas Demare, logró un gran éxito de crítica y público en 1941. "Chingolo" aporta una clara intención social. La ascendente burguesía industrial, con aire de "nuevo rico" se contrapone fuertemente al individualismo altruista de Chingolo, un croto que entra fortuitamente en la familia de un enlatador de duraznos.
Sandrini como Chingolo, Cachuso o el querible Felipe tenía algo de chaplinesco que fustigaba desde el humor la beneficencia hipócrita, la competencia desleal, el pisar cabezas para obtener ganancias. Su personaje ama sin especulaciones, cree en la palabra, en la amistad y venera a su madre.
Luis Sandrini ya se había convertido por "prepotencia de trabajo" e imaginación en un artista popular. Filma con Luis César Amadori, Eduardo Morera, Luis Bayón Herrera, Leo Fleider y Román Viñoly Barreto.
Fue realizador, actor y productor de "Cuando los duendes cazan perdices", con la que hizo cinco temporadas consecutivas en el Astral a teatro lleno. Fue un éxito tan grande que se animó a llevarla al cine como director.
Sus películas se exhibían en México, Chile, Uruguay y España. Sandrini era tan famoso como humilde. Se reunía en el bar Ateneo con los muchachos de Artistas Argentinos Asociados Francisco Petrone, Angel Magaña, Lucas Demare y Enrique Faustín, entre otros. Eran tiempos de bohemia y de un amor tormentoso con Tita Merello. "Fue el amor de mi vida", confesaría Tita cuando ya el paso del tiempo había borrado el dolor.
EL INOLVIDABLE FELIPE
La actriz Malvina Pastorino lo acompañaría el resto de su vida cuando ya Felipe era el gran personaje de Radio El Mundo, que lo tenía contratado como artista exclusivo. El mismo Felipe fue durante 24 años figura de la televisión.
Fue amigo de Carlos de la Púa, Pepe Arias, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi y conoció a Charles Chaplin en París. "Carlitos" le dijo que había visto una de sus películas, "El canillita y la dama", de Luis César Amadori.
"Chaplin era un filósofo. Cuando me dijo que el personaje que yo hacía era muy bueno casi me pongo a llorar de la emoción", recordaba.
Trabajó como actor en más de 60 películas. Fue productor, director y guionista. Sin embargo, repetía que "todo lo que aprendí se lo debo al teatro. Para mí es la verdadera escuela". En radio y televisión también fue gran figura. Murió en 1980 a los 75 años.
"Siempre me importó lo humano. Lo que le pasa a la gente. Por eso me conmovía con Chaplin, con el neorrealismo italiano y con los tipos desconocidos de mi pueblo. Nunca me importó la plata ni la fama aunque reconozco que Dios me tendió su mano hasta convertirme en un hombre de suerte".
Luis Sandrini demostró que la verdad siempre es arte con esa furiosa y desconsolada ternura de un ganador que no se la creyó nunca.
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