Emotivo traspaso de llaves en el Hogar Marín a una nueva congregación
| 13 de Enero de 2006 | 00:00

Aplausos, emoción, y un cambio de hábitos. Las Hermanitas de los Pobres le dijeron adiós ayer al Asilo Marín, institución que condujeron durante casi un siglo, dejándolo en manos de la congregación de las Hermanas Marta y María. La despedida tomó la forma de una misa encabezada por el arzobispo local, Héctor Aguer, que tuvo lugar en el hogar de ancianos ubicado entre 60, 61, 14 y 15.
Ante más de 200 personas -vecinos, comerciantes, religiosos y la mayor parte de los 60 internos- que se acercaron a la capilla ubicada en el corazón del Marín, desafiando la incesante lluvia que caía sobre sus hermosos jardines, Aguer destacó el papel de la Iglesia en la asistencia y la caridad. "Siempre estuvo al lado de los pobres, los enfermos, los sin nombre, los que no tienen un lugar en este mundo", aseguró, y subrayó que "en este caso, la labor de las Hermanitas de los Pobres quedará escrita en letras de oro en la historia de esta Diócesis".
Al concluir la misa, la Madre Superiora saliente, María de Jesús Pilar, entregó las llaves del Hogar a su sucesora Magda Antonia Pérez, en presencia de la Superiora General de la orden de Marta y María, Angela Eugenia Silva Sánchez, cofundadora de esa congregación en 1979 junto al obispo guatemalteco Miguel Angel García Aráuz.
Entre ovaciones, abrazos y lágrimas, la nueva superiora -que conducirá el hogar fundado por Plácido Marín en 1907 junto a media docena de hermanas, y un hermano- aseguró que "los hábitos blancos dejan su lugar a los grises y negros, pero el espíritu que guía esta casa y el compromiso permanecen intactos". Magda Antonia Pérez hizo hincapié en que "ahora más que nunca, la comunidad y especialmente los benefactores de esta institución tienen que redoblar sus esfuerzos, para que entre todos podamos seguir adelante como esta institución lo ha hecho durante casi un siglo".
Las Hermanitas de los Pobres -congregación de origen francés nacida hace 200 años, cuya única misión es proteger a los ancianos de escasos recursos- dejaron el histórico hogar porque la falta de vocación religiosa en general y de esa orden en particular resintió la cantidad de misioneras, y entendieron que lo apropiado para continuar con la obra dedicada a la atención de los adultos mayores era dejarla en manos de una hermandad más joven y numerosa.
"Nos da dolor irnos", admitió la Madre Superiora de las Hermanitas de los Pobres en la Provincia, Ana María, "pero no es un fracaso, más bien un relevo de guardia de la Iglesia, que se mantiene viva". Uno de los desafíos que deberán afrontar de ahora en más las hermanas de Marta y María, es el de revertir la escasez de recursos económicos: el asilo se sostiene con la caridad y las donaciones de diversos sectores de la comunidad.
El destino de las Hermanitas de los Pobres que dejaron la Ciudad estará en la casa de ancianos de San Isidro, una de las dos sedes de la congregación que quedan en nuestro país (la otra está ubicada en Neuquén, y hay cinco en Chile).
Las Hermanas Marta y María fueron fundadas en Guatemala 6 de enero de 1979. Cuentan actualmente con más de 300 religiosas en su país de origen, España, Venezuela, Argentina e Italia. Y orientan su servicio a los ancianos, a los que cuidan en sus hogares y residencias.
UNA CASA HISTORICA
A partir de la muerte de su esposa Andrea Ibáñez, el 17 de noviembre de 1901, Plácido Marín impulsó la obra asistencial que había meditado durante toda su vida. Casi tres años después de ese momento, tomó la decisión de donar su casa de la calle Perú, actualmente Florida, en la capital federal: la entregó a las Hermanas de La Merced para que sirviera de taller de labores de niñas pobres.
Luego llegó la hora de concretar el proyecto -inspirado por Andrea Ibáñez- de construir un asilo para ancianos. Eligió la ciudad de La Plata, en donde Marín compró, remate público mediante, un terreno de 120 metros por lado ubicado a 600 metros de la Catedral, entonces en construcción.
Exactamente seis años después de la muerte de su esposa, el 17 de noviembre de 1907, Marín, doctor en leyes, hizo entrega del terreno, el edificio diseñado por Adolfo Buttner -también creador del Palacio de Justicia local-, y los muebles del Asilo de Ancianos "Andrea Ibáñez de Marín" a la Iglesia. El obispo de La Plata era Juan Terrero.
La atención del flamante hogar fue encomendada a la congregación bretona de las Hermanitas de los Pobres; una elección que no fue casual, ya que cuando Marín viajó a Europa luego de la muerte de su esposa, se puso en contacto con las religiosas que habían ganado una alta estima en las ciudades europeas consagrándose exclusivamente a la atención de la vejez indigente.
Dos años después de la fundación del Asilo, Plácido Marín donó a la Iglesia su quinta de veraneo en San Isidro, y al mismo tiempo inició la construcción de un nuevo edificio destinado a convertirse en el colegio "Carmen Arriola de Marín", que fue inaugurado en 1915. Marín siguió con sus emprendimientos benéficos hasta su muerte, en marzo de 1929, a los setenta y seis años. Sus restos descansan hoy en la cripta del Asilo local, junto a los de su esposa Andrea.
Ante más de 200 personas -vecinos, comerciantes, religiosos y la mayor parte de los 60 internos- que se acercaron a la capilla ubicada en el corazón del Marín, desafiando la incesante lluvia que caía sobre sus hermosos jardines, Aguer destacó el papel de la Iglesia en la asistencia y la caridad. "Siempre estuvo al lado de los pobres, los enfermos, los sin nombre, los que no tienen un lugar en este mundo", aseguró, y subrayó que "en este caso, la labor de las Hermanitas de los Pobres quedará escrita en letras de oro en la historia de esta Diócesis".
Al concluir la misa, la Madre Superiora saliente, María de Jesús Pilar, entregó las llaves del Hogar a su sucesora Magda Antonia Pérez, en presencia de la Superiora General de la orden de Marta y María, Angela Eugenia Silva Sánchez, cofundadora de esa congregación en 1979 junto al obispo guatemalteco Miguel Angel García Aráuz.
Entre ovaciones, abrazos y lágrimas, la nueva superiora -que conducirá el hogar fundado por Plácido Marín en 1907 junto a media docena de hermanas, y un hermano- aseguró que "los hábitos blancos dejan su lugar a los grises y negros, pero el espíritu que guía esta casa y el compromiso permanecen intactos". Magda Antonia Pérez hizo hincapié en que "ahora más que nunca, la comunidad y especialmente los benefactores de esta institución tienen que redoblar sus esfuerzos, para que entre todos podamos seguir adelante como esta institución lo ha hecho durante casi un siglo".
Las Hermanitas de los Pobres -congregación de origen francés nacida hace 200 años, cuya única misión es proteger a los ancianos de escasos recursos- dejaron el histórico hogar porque la falta de vocación religiosa en general y de esa orden en particular resintió la cantidad de misioneras, y entendieron que lo apropiado para continuar con la obra dedicada a la atención de los adultos mayores era dejarla en manos de una hermandad más joven y numerosa.
"Nos da dolor irnos", admitió la Madre Superiora de las Hermanitas de los Pobres en la Provincia, Ana María, "pero no es un fracaso, más bien un relevo de guardia de la Iglesia, que se mantiene viva". Uno de los desafíos que deberán afrontar de ahora en más las hermanas de Marta y María, es el de revertir la escasez de recursos económicos: el asilo se sostiene con la caridad y las donaciones de diversos sectores de la comunidad.
El destino de las Hermanitas de los Pobres que dejaron la Ciudad estará en la casa de ancianos de San Isidro, una de las dos sedes de la congregación que quedan en nuestro país (la otra está ubicada en Neuquén, y hay cinco en Chile).
Las Hermanas Marta y María fueron fundadas en Guatemala 6 de enero de 1979. Cuentan actualmente con más de 300 religiosas en su país de origen, España, Venezuela, Argentina e Italia. Y orientan su servicio a los ancianos, a los que cuidan en sus hogares y residencias.
UNA CASA HISTORICA
A partir de la muerte de su esposa Andrea Ibáñez, el 17 de noviembre de 1901, Plácido Marín impulsó la obra asistencial que había meditado durante toda su vida. Casi tres años después de ese momento, tomó la decisión de donar su casa de la calle Perú, actualmente Florida, en la capital federal: la entregó a las Hermanas de La Merced para que sirviera de taller de labores de niñas pobres.
Luego llegó la hora de concretar el proyecto -inspirado por Andrea Ibáñez- de construir un asilo para ancianos. Eligió la ciudad de La Plata, en donde Marín compró, remate público mediante, un terreno de 120 metros por lado ubicado a 600 metros de la Catedral, entonces en construcción.
Exactamente seis años después de la muerte de su esposa, el 17 de noviembre de 1907, Marín, doctor en leyes, hizo entrega del terreno, el edificio diseñado por Adolfo Buttner -también creador del Palacio de Justicia local-, y los muebles del Asilo de Ancianos "Andrea Ibáñez de Marín" a la Iglesia. El obispo de La Plata era Juan Terrero.
La atención del flamante hogar fue encomendada a la congregación bretona de las Hermanitas de los Pobres; una elección que no fue casual, ya que cuando Marín viajó a Europa luego de la muerte de su esposa, se puso en contacto con las religiosas que habían ganado una alta estima en las ciudades europeas consagrándose exclusivamente a la atención de la vejez indigente.
Dos años después de la fundación del Asilo, Plácido Marín donó a la Iglesia su quinta de veraneo en San Isidro, y al mismo tiempo inició la construcción de un nuevo edificio destinado a convertirse en el colegio "Carmen Arriola de Marín", que fue inaugurado en 1915. Marín siguió con sus emprendimientos benéficos hasta su muerte, en marzo de 1929, a los setenta y seis años. Sus restos descansan hoy en la cripta del Asilo local, junto a los de su esposa Andrea.
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