Cómo se hacen los estudios de filiación

Es sabido que nuestra constitución genética se compone en partes iguales de los genes que heredamos de nuestros padres y de nuestras madres. Pero cómo hacen los genetistas para establecer qué parte viene de cada quien y establecer así la identidad de nuestros progenitores en caso de dudas. Todo empieza por una muestra de sangre. En realidad, una muestra por cada interesado.

Los laboratorios que realizan tests de paternidad parten de al menos tres muestras de sangre: la de la madre, la del hijo y la del padre alegado (aunque puede haber más de uno). Su trabajo consiste en analizar el adn de esas muestras para ver qué rasgos presentes en el hijo lo están, o no, también en el supuesto padre.

En esta tarea detectivesca, el estudio del adn de la madre se utiliza para descartar aquella parte en la constitución genética del hijo sobre la cual ya se tiene certeza y concentrarse de este modo en la otra: la que habla del padre.

Dentro de la molécula de adn hay ciertas regiones o fragmentos que presentan diferencias entre los distintos individuos, denominados polimorfismos. Son ellos los que los genetistas analizan comparando las diferentes variantes entre un individuo y su supuesto padre.

Cuando no encuentran convergencia entre una y otra muestra, el grado de certeza del estudio es total. Los genetistas pueden asegurar sin temor a equivocarse que tal persona no es padre de tal otra.

El problema surge cuando encuentran convergencia entre los rasgos genéticos del hijo y el padre alegado. Y es que en tal caso, aún cuando la probabilidad del vínculo pueda establercese hasta con el 99,99% de certeza, los laboratorios no pueden asegurar que no exista alguna otra persona en el mundo cuyo perfil genético sea similar.

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