Jóvenes y tribus urbanas
Por MONSEÑOR HÉCTOR AGUER (*)
| 13 de Diciembre de 2008 | 01:00

Hace un par de meses, en una de mis visitas pastorales a las parroquias, me puse a hablar con los alumnos del colegio parroquial. Es lo que hago habitualmente. En esos casos los chicos preparan una serie de preguntas que yo, en cada curso, trato de responder. En esa escuela, una de las preguntas de los alumnos de un primer año de polimodal, estaba concebida en estos términos: ¿Por qué cree Ud. que nosotros, los adolescentes, necesitamos integrarnos en tribus urbanas? Las tribus urbanas representan un fenómeno peligroso de fragmentación social
Lo curioso del caso es que esos chicos no tenían aspecto de pertenecer a ninguna tribu urbana, pero me llamó la atención cómo ellos asumían la primera persona y el plural, y remarcaban una necesidad.
En mi respuesta les dije que me parecía que ellos no pertenecían a ninguna tribu urbana, pero además afirmé que no veía que hubiera una necesidad de integrarse a ellas.
Un muchacho o una chica que están integrados naturalmente en su familia, que tienen una relación normal y sana con sus padres y sus hermanos, que es miembro de un club y practica algún deporte, o que está integrado en la comunidad escolar, en la parroquia, en algún movimiento o grupo eclesial, no necesita reunirse en condiciones tan extrañas, oscuras y marginales como las que se dan en las así llamadas tribus urbanas.
De hecho, el tema de las tribus urbanas es, en la actualidad, objeto de especial consideración y de debate. Existen estudios muy serios acerca de esto, de lo que significa como problema de psicología social con relación a la familia, al sistema educativo y, en general, al tejido mismo de la sociedad.
Se enumeran distintas tribus como cumbieros, punks, floggers, emos, heavis, skinheads, darks y otros, pues hay una lista interminable. Y me parece que, a veces, se tratan estas cosas con una cierta superficialidad.
Algunos se espantan como si todos los adolescentes, todos los jóvenes, pertenecieran a estas agrupaciones y yo quiero decirles que no me parece que sea así. Pienso que la mayor parte de los adolescentes y de los jóvenes viven normalmente sus vidas. Tendrán problemas como los tenemos y los tuvimos todos, pero están integrados, en efecto, en las asociaciones propias y naturales de la sociedad.
No obstante hay que tener en cuenta el problema de las tribus porque representan un fenómeno peligroso de fragmentación social. Debemos brindar todo nuestro cuidado, toda nuestra atención, a los chicos y chicas, sobre todo en ese momento tan difícil de la adolescencia, para que se orienten correctamente en la vida.
Si lográramos que la familia se robusteciera en su constitución natural, si pudiéramos proveer de ámbitos de inserción adecuados para que puedan desarrollarse culturalmente, practicar deportes, y convivir de un modo sano sin descuidar todos los inventos técnicos que hoy se incorporan a la vida juvenil, eso sería una gran cosa porque estaríamos ayudando a edificar la sociedad argentina del futuro.
(*) Arzobispo de La Plata
Lo curioso del caso es que esos chicos no tenían aspecto de pertenecer a ninguna tribu urbana, pero me llamó la atención cómo ellos asumían la primera persona y el plural, y remarcaban una necesidad.
En mi respuesta les dije que me parecía que ellos no pertenecían a ninguna tribu urbana, pero además afirmé que no veía que hubiera una necesidad de integrarse a ellas.
Un muchacho o una chica que están integrados naturalmente en su familia, que tienen una relación normal y sana con sus padres y sus hermanos, que es miembro de un club y practica algún deporte, o que está integrado en la comunidad escolar, en la parroquia, en algún movimiento o grupo eclesial, no necesita reunirse en condiciones tan extrañas, oscuras y marginales como las que se dan en las así llamadas tribus urbanas.
De hecho, el tema de las tribus urbanas es, en la actualidad, objeto de especial consideración y de debate. Existen estudios muy serios acerca de esto, de lo que significa como problema de psicología social con relación a la familia, al sistema educativo y, en general, al tejido mismo de la sociedad.
Se enumeran distintas tribus como cumbieros, punks, floggers, emos, heavis, skinheads, darks y otros, pues hay una lista interminable. Y me parece que, a veces, se tratan estas cosas con una cierta superficialidad.
Algunos se espantan como si todos los adolescentes, todos los jóvenes, pertenecieran a estas agrupaciones y yo quiero decirles que no me parece que sea así. Pienso que la mayor parte de los adolescentes y de los jóvenes viven normalmente sus vidas. Tendrán problemas como los tenemos y los tuvimos todos, pero están integrados, en efecto, en las asociaciones propias y naturales de la sociedad.
No obstante hay que tener en cuenta el problema de las tribus porque representan un fenómeno peligroso de fragmentación social. Debemos brindar todo nuestro cuidado, toda nuestra atención, a los chicos y chicas, sobre todo en ese momento tan difícil de la adolescencia, para que se orienten correctamente en la vida.
Si lográramos que la familia se robusteciera en su constitución natural, si pudiéramos proveer de ámbitos de inserción adecuados para que puedan desarrollarse culturalmente, practicar deportes, y convivir de un modo sano sin descuidar todos los inventos técnicos que hoy se incorporan a la vida juvenil, eso sería una gran cosa porque estaríamos ayudando a edificar la sociedad argentina del futuro.
(*) Arzobispo de La Plata
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE