Pescado y huevos, dos tradiciones de Semana Santa

Una de las costumbres más populares, transmitida de generación en generación durante la Semana Santa, es la de abstenerse del consumo de carne, en particular durante el viernes Santo. Y es por este motivo que alimentos como el pescado, las roscas y los huevos de Pascua cobran un especial protagonismo en estas fechas.

El pescado es un alimento rico en proteínas de alto valor biológico. En función de la cantidad de grasa que aportan, hay pescados azules o grasos y blancos o magros. Respecto a su contenido en micronutrientes, se destacan las vitaminas del grupo B; las liposolubles A y D (sobre todo en los pescados grasos) y ciertos minerales (fósforo, potasio, sodio, calcio, magnesio, hierro y yodo), en cantidades variables según el pescado. El pescado marino, por ejemplo, es más rico en sodio, yodo y cloro que el pescado de agua dulce.

Por sus excelentes cualidades nutritivas, los expertos recomiendan comer pescado más de una vez a la semana. Todos los pescados que están a la venta se clasifican en pescados blancos, semigrasos y azules. Son blancos o magros algunos como el bacalao, faneca, gallo, lenguado, lubina, merluza, perca y raya; semigrasos el besugo, congrio, dorado, mero, pez espada, salmón y trucha, entre otros; y azules algunos como anguila, arenque, atún, bonito y boquerón.

En lo que hace al tradicional Huevo de Pascua, es costumbre disfrutar de su versión de chocolate, aunque los huevos de aves decorados con guardas de colores han sido reconocidos como símbolo de la continuación de la vida y de la resurrección, apareciendo en celebraciones de Primavera desde mucho antes de Cristo.

Los primeros Cristianos consideraron al huevo como un símbolo obvio de la Resurrección de Jesús, por lo que fue incluido en los aspectos sacros de la celebración Pascual.

Esta costumbre se mantiene aún vigente en muchos países, donde los mayores esconden huevos pintados en los jardines o dentro de las casas; como en los EEUU, donde se desarrollan singulares carrera de chicos que hacen rodar huevos, ganando el que llega más lejos sin romperlos. La leyenda dice que una liebre juguetona -después se transforma en el conejo, símbolo también de la Pascua, entre otros animalitos- es la encargada de esconderlos.

Diferentes culturas han desarrollado su propia forma de decorar los huevos de Pascua. Así, en Grecia se intercambian huevos carmesí para recordar la sangre de Cristo, mientras que en Alemania y Austria se usan huevos pintados de verde en Jueves Santo; entre los eslavos se decoran los huevos con guardas en oro y plata, y los Armenios decoran huevos vaciados con imágenes de Cristo y la Virgen.

Entre las curiosidades de esta tradición se destaca que el huevo considerado como el más caro de la historia fue el producido por el joyero Karl Fabergé, joyero francés contratado en la corte rusa, donde realizó más de 50 huevos imperiales. Uno de los más impresionantes se encuentra en venta en Christie`s con un valor estimado entre 4 y 6 millones de dólares. Labrado en cristal de roca y adornado con más de 3 mil diamantes y platino, está acompañado por una cesta de flores de diamantes y cuarzo. El huevo fue un obsequio del zar Nicolás II a su madre María Feodorovna, el domingo de Pascua de 1913, año que marcó el tricentenario de la dinastía Romanov. Otros de los 44 huevos de Fabergé que aún se conservan se han repartido entre colecciones privadas, como la de la reina Isabel II de Inglaterra y las vitrinas de los museos del Kremlin y Moscú.

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