Ferias francas, una tradición platense
Supieron mantenerse a lo largo del tiempo y hoy se renuevan
| 14 de Septiembre de 2008 | 00:00

Con una larga historia, sus aromas particulares y los colores intensos de los productos frescos, las ferias francas se mantienen firmes en los barrios de la Ciudad. Aunque sufrieron vaivenes en las preferencias de público y atravesaron crisis, ahí están, en las ramblas, plazas y parques, dos veces por semana, para satisfacer una demanda que parece volver al esplendor de otras épocas. Después de una etapa de "bajón", según definieron al déficit económico de los últimos años los puesteros, la actividad parece resurgir y apuntar al crecimiento.
El feriante "amigo", ese que antes de cortar el trozo de queso da a probar a la señora; el verdulero que selecciona con atención las hortalizas que como un rito lleva todas las semanas, desde hace décadas, el mismo vecino; y la vieja pero en algunos lugares perdida "gentileza de la casa" de agregar unos gramos más sin alterar el precio. Esos detalles movilizan, por caso, a Mónica Gómez, presente los viernes en el Parque Saavedra. "La feria es espléndida; siempre vengo, porque la calidad es excelente y hay muy buenos precios. Yo le compro siempre a los mismos italianos. Además, acá se mantiene la tradición de la yapa", contó la mujer que hace veinte años que compra en los puestos alineados en la vereda de la calle 68.
La otra clave que hace atractivas a las ferias francas es la variedad. Por eso está entre las preferencias de compra de Antonela Arce, una joven estudiante que adoptó la modalidad hace unos meses y se volvió fanática. "Es todo fresco y como hay tanta competencia la buena calidad está en todos los puestos -dijo-. No cambio este lugar por nada, porque como acá no hay ninguno con tanto surtido".
Antigua como pocas de las costumbres que preserva la cotidianeidad platense, la primera feria local se remonta al 19 de noviembre de 1893, el día que se celebró el 11º aniversario de creación de la Ciudad, cuando la cuadrícula de la traza era poco más que un paraje, con unas pocas manzanas construidas y escasos edificios públicos y residenciales. Hoy, con varias décadas transcurridas y un movimiento urbano impensable en los tiempos fundacionales, rodeadas de cuadras totalmente poblados, de escuelas, comercios y hospitales, las ferias francas no sólo ofrecen frutas y verduras, sino también fiambres, quesos, dulces, huevos, pollos, pescados y flores y plantas.
Después de un tiempo en que la propuesta comercial había decaído, la gente ha vuelto a las ferias y el fenómeno se perfila optimista, según la visión de los dirigentes de la Asociación de Verduleros, Fruteros y Feriantes, que observan que la tradicional modalidad mercantil recupera el brillo perdido. "La juventud está volviendo a la feria -señaló el presidente de la entidad, Eduardo Rial, desde su puesto de alimentos naturistas-. Por suerte hay un buen repunte y se ha recuperado la costumbre de encontrarse los vecinos a charlar mientras hacen las compras".
Casi todos los barrios platenses conocen el pintoresco color que les brinda el paisaje de las ferias. La del Parque Saavedra funciona los martes y viernes, igual que la de 38 de 115 a 117 y que la de la plaza principal de Villa Elisa; los miércoles y sábados los puesteros se instalan en diagonal 79 y 62, el playón municipal de City Bell, 51 de 20 a 23, y 1 y 528; y los jueves y domingos en 38 de 9 a 11 y en diagonal 73 desde 4 a 6.
CON EL IMPULSO PARA REJERARQUIZARLAS
Son alrededor de 300 los feriantes que despliegan los productos en las estructuras que se asientan durante la mañana, con excepción de los lunes, en las distintas zonas del casco urbano y de las localidades del norte platense. Cada puesto, según se estima, recibe un promedio diario de 200 clientes las jornadas hábiles. Los sábados y domingos, cuando la feria se resignifica como un paseo y la gente elige la mercadería a otro ritmo, visitan la rambla de 38 unas 3.000 personas y la de City Bell alrededor de 2.000, por citar dos ejemplos del volumen de consumidores que mueve en La Plata este ancestral sistema mercantil.
Con más de treinta años de experiencia en el rubro, el director operativo municipal de Ferias Francas, Horacio Valdez, sostuvo que la feria platense, después de atravesar una etapa de depresión en las ventas "viene recuperándose". Para realzar la actividad el funcionario tiene en mente una iniciativa con la que pretende que esos espacios se conviertan en "una vidriera del desarrollo productivo local". El primer paso ya fue dado con la presentación de un proyecto que se tratará esta semana en el Concejo Deliberante y que modifica la ordenanza 9.366. De votarse, la normativa permitirá ampliar la oferta: además de las ventas clásicas se autorizará a comercializar piezas de herrería, carpintería, artes plásticas, antigüedades, indumentaria, artículos de limpieza y casi cualquier otro rubro.
La propuesta comunal es abrir las ferias a otros puestos, por lo que está a disposición de los interesados el registro de habilitaciones, y el trámite "es muy sencillo", según indicó Valdez. "Queremos que sean más, porque eso le sirve a la gente. Cuantos más haya, más competencia, y la variedad, se sabe, es algo que enriquece", concluyó.
El feriante "amigo", ese que antes de cortar el trozo de queso da a probar a la señora; el verdulero que selecciona con atención las hortalizas que como un rito lleva todas las semanas, desde hace décadas, el mismo vecino; y la vieja pero en algunos lugares perdida "gentileza de la casa" de agregar unos gramos más sin alterar el precio. Esos detalles movilizan, por caso, a Mónica Gómez, presente los viernes en el Parque Saavedra. "La feria es espléndida; siempre vengo, porque la calidad es excelente y hay muy buenos precios. Yo le compro siempre a los mismos italianos. Además, acá se mantiene la tradición de la yapa", contó la mujer que hace veinte años que compra en los puestos alineados en la vereda de la calle 68.
La otra clave que hace atractivas a las ferias francas es la variedad. Por eso está entre las preferencias de compra de Antonela Arce, una joven estudiante que adoptó la modalidad hace unos meses y se volvió fanática. "Es todo fresco y como hay tanta competencia la buena calidad está en todos los puestos -dijo-. No cambio este lugar por nada, porque como acá no hay ninguno con tanto surtido".
Antigua como pocas de las costumbres que preserva la cotidianeidad platense, la primera feria local se remonta al 19 de noviembre de 1893, el día que se celebró el 11º aniversario de creación de la Ciudad, cuando la cuadrícula de la traza era poco más que un paraje, con unas pocas manzanas construidas y escasos edificios públicos y residenciales. Hoy, con varias décadas transcurridas y un movimiento urbano impensable en los tiempos fundacionales, rodeadas de cuadras totalmente poblados, de escuelas, comercios y hospitales, las ferias francas no sólo ofrecen frutas y verduras, sino también fiambres, quesos, dulces, huevos, pollos, pescados y flores y plantas.
Después de un tiempo en que la propuesta comercial había decaído, la gente ha vuelto a las ferias y el fenómeno se perfila optimista, según la visión de los dirigentes de la Asociación de Verduleros, Fruteros y Feriantes, que observan que la tradicional modalidad mercantil recupera el brillo perdido. "La juventud está volviendo a la feria -señaló el presidente de la entidad, Eduardo Rial, desde su puesto de alimentos naturistas-. Por suerte hay un buen repunte y se ha recuperado la costumbre de encontrarse los vecinos a charlar mientras hacen las compras".
Casi todos los barrios platenses conocen el pintoresco color que les brinda el paisaje de las ferias. La del Parque Saavedra funciona los martes y viernes, igual que la de 38 de 115 a 117 y que la de la plaza principal de Villa Elisa; los miércoles y sábados los puesteros se instalan en diagonal 79 y 62, el playón municipal de City Bell, 51 de 20 a 23, y 1 y 528; y los jueves y domingos en 38 de 9 a 11 y en diagonal 73 desde 4 a 6.
CON EL IMPULSO PARA REJERARQUIZARLAS
Son alrededor de 300 los feriantes que despliegan los productos en las estructuras que se asientan durante la mañana, con excepción de los lunes, en las distintas zonas del casco urbano y de las localidades del norte platense. Cada puesto, según se estima, recibe un promedio diario de 200 clientes las jornadas hábiles. Los sábados y domingos, cuando la feria se resignifica como un paseo y la gente elige la mercadería a otro ritmo, visitan la rambla de 38 unas 3.000 personas y la de City Bell alrededor de 2.000, por citar dos ejemplos del volumen de consumidores que mueve en La Plata este ancestral sistema mercantil.
Con más de treinta años de experiencia en el rubro, el director operativo municipal de Ferias Francas, Horacio Valdez, sostuvo que la feria platense, después de atravesar una etapa de depresión en las ventas "viene recuperándose". Para realzar la actividad el funcionario tiene en mente una iniciativa con la que pretende que esos espacios se conviertan en "una vidriera del desarrollo productivo local". El primer paso ya fue dado con la presentación de un proyecto que se tratará esta semana en el Concejo Deliberante y que modifica la ordenanza 9.366. De votarse, la normativa permitirá ampliar la oferta: además de las ventas clásicas se autorizará a comercializar piezas de herrería, carpintería, artes plásticas, antigüedades, indumentaria, artículos de limpieza y casi cualquier otro rubro.
La propuesta comunal es abrir las ferias a otros puestos, por lo que está a disposición de los interesados el registro de habilitaciones, y el trámite "es muy sencillo", según indicó Valdez. "Queremos que sean más, porque eso le sirve a la gente. Cuantos más haya, más competencia, y la variedad, se sabe, es algo que enriquece", concluyó.
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