Nuestro handball hizo realidad viejos sueños

Por GUILO GALLO (*)

Desde que empezó el Panamericano de handball sabíamos que -sin menoscabar al resto de los rivales- era un partido solo: la final contra Brasil, que daría ese anhelado y "único" -porque había una sola plaza- pasaporte a los Juegos Olímpicos.

Lo dijo el capitán argentino Andrés Kogosev en la antesala del enfrentamiento: "Va a ser dificilísimo. Brasil está fuerte, pero para nosotros es la vida". Y "Kogote" tenía razón era y "fue" la vida, porque así jugó Argentina la noche del lunes 24 de octubre -fecha que pasará a ser histórica para el handball nacional- para que el sueño se hiciera realidad.

El partido fue como se esperaba, como viene siendo de muchos años a esta parte. Caliente, picante, peleadísimo, jugado al límite, poniendo todo y un poco más. En fin, típico choque entre argentos y brasucas, a "cara de perro". Y no fue fácil, pues a un espectacular arranque "verdeamarelo", Argentina no perdió la calma y se acomodó desde atrás hacia adelante, como los grandes equipos.

Matías Schulz comenzó a mostrar toda su chapa de gran arquero con atajadas increíbles; la defensa se fue asentando y a partir de allí arrancó el ataque a marcar diferencia con un Diego Simonet, "mago" para pasar entre cuerpos sudorosos y castigar el arco rival.

Así se llegó igualados en 14 goles y un tiro libre -ya con tiempo cumplido- que ejecutó brillantemente Fede Pizarro (yo vi a Grillo Disalvo hacer un gol igual para Estudiantes y tengo el video) para finalizar ganancioso el primer tiempo luego de ir perdiendo 7 a 2 y 12 a 7.

En esa jugada empezamos a torcerle el brazo a Brasil. Porque en el arranque del segundo tiempo Argentina siguió en ascenso, apoyado en las grandes atajadas de Matías que por casi los diez minutos iniciales dejó sin gol al rival.

En un estadio que era una caldera, las pulsaciones siguieron en ascenso. Brasil se jugó el resto y faltando menos de nueve minutos se colocó a dos goles y con penal a favor. Volvió a agigantarse nuestro arquero y lo atajó, como siguió tapando todo lo que le tiraron. En ese momento -recién ahí- Argentina comenzó a acariciar la hazaña.

Lo demás fue pura emoción y mucho más para los que alguna vez jugamos este deporte y que lo vivimos como una pasión. Gracias muchachos por esta inmensa alegría y por seguir haciendo realidad viejos sueños, Londres los espera.


(*) Ex jugador y técnico de handball de Estudiantes

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